"No pocos [feligreses] han salido [de la Iglesia] dando un portazo", "sean obispos capaces de interceptar su camino", "dediquen tiempo a reunirse con ellos"... esas fueron las instrucciones que el Papa Francisco dio a unos 130 nuevos obispos que acudieron este jueves 10 de septiembre en peregrinación a Roma.

El Papa recibió a los obispos ordenados en el curso de este año, acompañados por los cardenales Marc Ouellet y el argentino Leonardo Sandri, respectivamente prefectos de la Congregación para los Obispos y de la Congregación para las Iglesias Orientales.

Ustedes son testigos del Resucitado", comenzó diciéndoles el papa Francisco a los nuevos prelados.

Después abordó los retos actuales. 

“Pienso en los dramáticos desafíos como la globalización, que acerca lo que está lejos y por otro lado aleja lo cercano. Pienso en el fenómeno epocal de la migración que trastorna nuestros días. Pienso en el ambiente natural, el jardín que Dios dio como hogar al ser humano y a otras criaturas y que está amenazado por la explotación miope y a menudo depredadora. Pienso en la dignidad y el futuro del trabajo humano, del que están privadas enteras generaciones”.

“Pienso en la desertificación de las relaciones, en el desamparo de tantos jóvenes y la soledad de muchos ancianos. No quisiera concentrarme sobre una agenda de estas tareas porque no quiero asustarlos. Me empuja solamente entregarles, una vez más, la alegría del Evangelio. Recuerden siempre que el Evangelio los protege y no tengan miedo de ir a ninguna parte y de estar con los que el Señor les confió”.

“Ninguna esfera de la vida humana está excluida del interés del corazón del pastor. Cuídense del peligro de dejar de lado las múltiples realidades de su rebaño, no renuncien a los encuentros, no ahorren la predicación de la Palabra viva del Señor. Inviten a todos a la misión”,


“Con los que son de casa, asisten a su comunidad y reciben la Eucaristía, los invito a hacerse obispos educadores, guías y catequistas espirituales, capaces de llevarlos de la mano y hacerlos subir al Tabor, de guiarlos al conocimiento del misterio que profesan. No escatimen energías para acompañarlos en la subida. No dejen que se resignan a las llanuras”.

“Recuerdo a las personas bautizadas pero que no viven las exigencias del Bautismo. Quizás se pensó durante mucho tiempo que la tierra en la que cayó la semilla del Evangelio no necesitaba cuidados. Algunos se han alejado, decepcionados de las promesas de la fe, o porque les parecía demasiado exigente el camino para alcanzarlas. No pocos han salido dando un portazo, echándonos en cara nuestras debilidades y buscando convencerse, sin conseguirlo del todo, que estaban engañados por esperanzas al final desmentidas”.

“Sean obispos capaces de interceptar su camino. No los escandalicen de su dolor o de sus decepciones. Ilumínenlos con la llama siempre capaz de iluminar lo que alcanza con su claridad, y sin embargo, nunca deslumbrante. Dediquen tiempo a reunirse con ellos en su camino a Emaús”.

“Denles palabras que les revelen lo que todavía no son capaces de ver: el potencial oculto en sus propias desilusiones. Más que con palabras, calienten sus corazones con la escucha humilde e interesada en su verdadero bien, para que se abran sus ojos e, invirtiendo su curso vuelvan a Aquel de quien se habían alejado”.


"Como pastores misioneros de la salvación gratuita de Dios, busquen también a aquellos que no conocen a Jesús o lo han rechazado siempre. Vayan en su dirección. Sin miedo ni temor. No es cierto que podemos prescindir de estos hermanos lejanos. No nos está permitido despreocuparnos de su suerte. Viendo en nosotros al Señor que los interpela, tal vez tengan el valor de responder a la invitación divina. Si fuera así, nuestras comunidades se enriquecerán con todo lo que tienen que compartir, y nuestros corazones de Pastores se regocijarán al repetir una vez más: "Hoy llegó la salvación a esta casa”.