Según informan National Catholic Register y la agencia ACI, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe está preparando un nuevo documento en torno a las apariciones. Según declaró al mismo medio el prefecto del Dicasterio, el Cardenal Víctor Manuel Fernández, tanto él como su equipo se encuentran finalizando "un nuevo texto con directrices y normas claras para el discernimiento de apariciones y otros fenómenos".
Por ahora son las únicas declaraciones al respecto del cardenal tras su audiencia privada con el Papa Francisco el pasado 22 de abril, sin haber revelado más detalles ni el momento de su publicación.
De San Pío X a Pablo VI: otros documentos vaticanos
La última vez que la oficina doctrinal del Vaticano emitió un documento sobre apariciones fue en 1978, durante los últimos meses del pontificado del Papa Pablo VI.
En el mencionado documento “Normas para proceder en el discernimiento de presuntas apariciones y revelaciones”, la entonces Sagrada Congregación para la Doctrina de la Fe, encabezada por el Cardenal Franjo Šeper, describió el proceso que sigue la Iglesia Católica al investigar supuestas apariciones o revelaciones.
El documento afirmaba que la responsabilidad de la Iglesia es primero juzgar los hechos, luego permitir la devoción pública si el examen es favorable, y finalmente emitir un juicio sobre la autenticidad y el carácter sobrenatural del evento.
El escrito delineaba los criterios positivos y negativos para juzgar la autenticidad de tales fenómenos, y cuándo y cómo deberían involucrarse las autoridades eclesiásticas competentes, incluyendo eventualmente la Santa Sede. Se enfatizaba que se debe usar extrema “prudencia” al investigar los hechos.
El documento más reciente del Vaticano sobre apariciones fue emitido en 2001 por la entonces Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos. En un “Directorio sobre la piedad popular y la liturgia: principios y directrices”, la congregación se basó en el Catecismo y sus referencias a la revelación privada.
Citando al Catecismo, se afirma que las revelaciones privadas “no pertenecen al depósito de la fe”, y agrega que su función no es la de “mejorar” o “completar” la “Revelación definitiva de Cristo, sino la de ayudar a vivirla más plenamente en una cierta época de la historia”.
“Guiado por el Magisterio de la Iglesia, el sentir de los fieles (sensus fidelium) sabe discernir y acoger lo que en estas revelaciones constituye una llamada auténtica de Cristo o de sus santos a la Iglesia (n.67)”, añade.
El Papa San Pío X también trató las apariciones en su encíclica de 1907 Pascendi Dominici Gregis, en la que afirmó que la Iglesia ejerce gran prudencia en este asunto, permitiendo que tales tradiciones se narren sólo con “gran cautela” y la advertencia de que la Iglesia no garantiza la verdad de los hechos narrados.
En una publicación sobre “Revelaciones privadas” escrita en 1913, la Enciclopedia Católica afirmaba que estas ocurren constantemente entre los cristianos, y que cuando la Iglesia las aprueba, declara sólo que no hay nada contrario a la fe o a la moral, pero no impone la obligación de creer en ellas.
El mes pasado, el Dicasterio para la Doctrina de la Fe publicó un decreto “largamente oculto” de 1951 que había declarado que las supuestas apariciones de 1948 de la Virgen María en Lipa, Filipinas, —también conocida como Nuestra Señora de la Mediadora de Todas las Gracias— no tienen “origen ni carácter sobrenatural”.
Durante muchos años, la aparición ha sido motivo de tensión entre aquellos que han creído que es auténtica y la jerarquía católica en Filipinas.
La supuesta aparición —en la que la Virgen María habría aparecido en la ciudad de Lipa a una postulante carmelita descalza de 21 años, la hermana Teresita Castillo, durante 15 días, a partir del 12 de septiembre de 1948— fue investigada y remitida a Roma, después de lo cual el Vaticano declaró que no era sobrenatural.
En una declaración que acompañaba la publicación del decreto, el Cardenal Fernández señaló cómo la Madre María Cecilia de Jesús del convento carmelita descalzo en Lipa había, en 1951, confesó “haber engañado a los fieles sobre las presuntas apariciones en Lipa y, en consecuencia, haber pedido perdón”.
El Dicasterio hizo público el decreto de 1951 después de que un sacerdote exorcista dominico, el P. Winston Cabading, fuera demandado en Filipinas por “ofender los sentimientos religiosos” después de desacreditar la aparición de Lipa. Un juez desestimó el caso en su contra por falta de pruebas suficientes.