Es la primera vez que un Pontífice visita un templo valdense, grupo protestante que remonta sus orígenes a un movimiento de reforma radical del s.XII iniciado por Pedro Valdo en Lyon (Francia), que se escindió de la Iglesia (el grupo fue excomulgado en 1181 y en el Concilio de Verona de 1184), se extendió por zonas remotas y montañosas de los Alpes y luego fue absorbido por el protestantismo del siglo XVI.
Hoy la Iglesia Evangélica Valdense cuenta con unos 25.000 seguidores organizados en más de 120 pequeñas congregaciones, sobre todo en Italia y Suiza.
[Para conocer mejor el movimiento valdense sigue siendo recomendable la Enciclopedia Católica, compilada a principios del siglo XX]
En el siglo XXI, como en otras iglesias protestantes y faltando una autoridad jerárquica fuerte, muchas de sus comunidades aceptan doctrinas morales no bíblicas a favor de la homosexualidad, aborto, etc... mientras que otras comunidades, con una lectura más tradicional de la Biblia, condenan estas prácticas.
Explica la agencia Zenit.org que el pastor titular de la comunidad valdense de Turín, el pastor Paolo Ribet, dio la bienvenida al Papa, presentado como “hermano” Francisco. Predicó sobre que el Evangelio no es una doctrina sino la persona de Jesucristo.
El Pontífice planteó a sus oyentes que “uno de los frutos principales que el movimiento ecuménico ya ha recogido en estos años es el descubrimiento de la fraternidad que une a todos aquellos que creen en Jesucristo y son bautizados en el mismo nombre”. El descubrimiento de tal fraternidad - ha añadido- nos consiente recoger la profunda unión que ya nos une, a pesar de nuestras diferencias.
Por otro lado, el Papa ha recordado que la unidad que es fruto del Espíritu Santo no significa uniformidad. De este modo se ha lamentando porque "ha sucedido y continúa sucediendo que los hermanos no acepten su diversidad y terminan por hacer la guerra uno contra otro".
Y así, ha asegurado que al reflexionar sobre “la historia de nuestras relaciones”, solo podemos lamentarnos por los conflictos y la violencia cometida en nombre de la propia fe y ha pedido "al Señor que nos dé la gracia de reconocernos pecadores y saber perdonarnos los unos a los otros”.
Es por iniciativa de Dios -ha asegurado- que no se resigna nunca frente al pecado del hombre, que se abren nuevos caminos para vivir nuestra fraternidad, y de esto no podemos escapar.
Asimismo el Santo Padre ha dado las gracias al Señor por constatar que las relaciones entre católicos y valdenses “están cada vez más fundadas en el respeto mútuo y en la caridad fraterna”. Un ámbito en el que se abren muchas posibilidades de colaboración entre valdenses y católicos es la evangelización.
Otro ámbito, ha subrayado el Papa, es el del servicio a la humanidad que sufre, a los pobres, a los enfermos, a los inmigrantes. “De la obra liberadora de gracia en cada uno de nosotros deriva la exigencia de testimoniar el rostro misericordioso de Dios que cuida a todos, en particular, a quien lo necesita”, ha subrayado Francisco. Igualmente, ha reconocido que “la elección de los pobres, de los últimos, de los que excluye la sociedad, nos acerca al corazón mismo de Dios, que se ha hecho pobre para enriquecernos con su pobreza” y como consecuencia “nos acerca más los unos a los otros”.