El Papa Francisco recibió este sábado a los participantes en un congreso organizado por la Asociación Ciencia y Vida con motivo del décimo aniversario de su fundación, un encuentro que tiene como objetivo reflexionar sobre los “principios antropológicos y científicos de la bioética, con el fin de tutelar y promover la vida humana”.
Durante la audiencia en la Sala Clementina del Vaticano, el Santo Padre destacó el servicio que viene realizando esta asociación en favor de la promoción de la vida humana y animó a sus miembros a seguir practicando las actitudes de “apertura, atención y proximidad al hombre en cada situación concreta”. En este sentido, el Pontífice les ha indicado que es importante “salir para encontrar y encontrar para sostener”.
En su discurso, difundido por la Sala de Prensa de la Santa Sede, el Papa recordó también que el amor de Cristo nos impulsa a ser servidores de los pequeños y de los ancianos, de todo hombre y mujer, a quienes se debe reconocer y tutelar el derecho primordial a la vida.
“La existencia de la persona humana, a la cual ustedes se dedican con solicitud, es su principio constitutivo; es la vida en su insondable profundidad la que origina y acompaña todo el camino científico; es el milagro de la vida el que siempre pone en crisis toda forma de presunción científica, restituyendo el primado a la maravilla y a la belleza”, ha proseguido.
Así, Francisco reiteró que es Cristo la luz que ilumina el camino para que la ciencia esté siempre al servicio de la vida. “Cuando disminuye esta luz, cuando el saber se olvida del contacto con la vida, se hace estéril”, explicó.
Por eso, invitó a los presentes “a tener siempre en alto la mirada sobre la sacralidad de toda persona humana, para que la ciencia este verdaderamente al servicio del hombre y no el hombre al servicio de la ciencia”.
Además, el Papa subrayó que es importante reconocer el valor inestimable de la vida humana, ya que la vida es ante todo un don de Dios, que genera esperanza y futuro para el hombre y la sociedad: “El grado de progreso de una civilización se mide por la capacidad de proteger la vida, sobre todo en sus fases más frágiles, más que por la difusión de instrumentos tecnológicos”, advirtió.
“Cuando hablamos del hombre no nos olvidemos jamás de todos los atentados contra la sacralidad de la vida humana. Es un atentado contra la vida el flagelo del aborto. Es un atentado contra la vida dejar morir a nuestros hermanos en las barcazas en el Canal de Sicilia. Es un atentado contra la vida la muerte en los centros laborales porque no se respetan las condiciones mínimas de seguridad. Es un atentado contra la vida la muerte por desnutrición. Es un atentado contra la vida el terrorismo, la guerra, la violencia; también la eutanasia”, ha señalado.
Finalmente, el Santo Padre afirmó que “amar la vida es siempre cuidar del otro, amarlo, cultivar y respetar su dignidad trascendente”.