Conocedor, como jesuita y obispo, de las CVX argentinas, el Papa dejó de lado su discurso preparado para improvisar diversos mensajes para estas comunidades con fuertes inquietudes por la Doctrina Social de la Iglesia y el debate social, respondiendo preguntas de algunos participantes.
El Santo Padre recordó a los presentes que él conoce bien la CVX porque fue asistente nacional en su país de origen hacia el final de los años 70, y que las raíces del movimiento se relacionan con las Congregaciones Marianas, que a su vez “llegan durante la primera generación de los compañeros de san Ignacio de Loyola”. El Pontífice además consideró que la CVX anticipó en cierto sentido al Concilio Vaticano II, por como consideraba el rol y el servicio de los laicos en la Iglesia.
"Se escucha: ¡Nosotros debemos fundar un partido político! Ese no es el camino. La Iglesia es la comunidad de cristianos que adora al Padre, va en la senda del hijo y recibe el don del espíritu santo. No es un partido político”, afirmó el Papa (lo recoge, por ejemplo, la publicación mexicana Excelsior o la italiana Avvenire).
No quedaba muy claro si Francisco se refería a la situación que conoce en Argentina, a la italiana o a otros países o épocas.
Y continuó: “No, no digamos partido, sino un partido solo de los católicos: no sirve y no tendrá capacidad de convocatoria, porque hará aquello para lo cual no ha sido llamado. Pero, ¿un católico puede hacer política? ¡Debe! Pero, ¿un católico puede involucrarse en política? ¡Debe!”, añadió.
El Papa Francisco citó al beato Pablo VI, quien dijo que la política es una de las formas más altas de la caridad, porque busca el bien común.
Después, recurriendo a su habitual género del autodiálogo, el Papa planteó una serie preguntas y respuestas.
"Pero, padre, hacer política no es fácil, porque en este mundo corrupto (...) finalmente no puedes salir adelante”. “¿Qué me quieres decir, que hacer política es un poco un martirio? Sí, eh, sí: es una forma de martirio”.
El Papa sostuvo que trabajar en la cosa pública es un “martirio cotidiano”, porque implica buscar el bien común sin dejarse corromper, pensando en los caminos más útiles para ello. “Hacer política es importante: la pequeña política y la gran política”, insistió.
Constató que en la Iglesia muchos católicos han hecho política “no sucia” sino buena e incluso han ayudado a la paz entre los países.
Estableció que “se puede ser santo haciendo política”, llevando adelante todos los días el propio ideal, cargando “la cruz de tantos fracasos” y de “tantos pecados” porque, en el mundo, es difícil hacer el bien en la sociedad “sin ensuciarse un poco las manos y el corazón”.
Y planteó: "¿Cuál es la solución que nos ofrece este mundo globalizado para la política? Simple: al centro, el dinero. No el hombre o la mujer: no. El dinero. El dios dinero. Y después todos al servicio del dios dinero. Por eso, lo que no le sirve al dios dinero se descarta”, precisó.
“Lo que nos ofrece hoy el mundo globalizado es la cultura del descarte: Se descartan los niños porque no se tienen hijos o porque se matan antes de nacer, se descartan los ancianos porque no sirven, pero ahora que falta el trabajo van a ver a los abuelos para que la pensión nos ayude ¿no?”, cuestionó.
Estableció que los católicos no pueden mirar los hechos “desde el balcón” sino que deben involucrarse en política.
“Te hará sufrir, por ahí te hará pecar, pero el Señor está contigo. Pide perdón y sigue adelante”, ponderó.
En su mensaje, el Papa planteó tres reflexiones para el congreso que iniciaban el jueves las CVX.
La primera: el compromiso para difundir la cultura de la justicia y de la paz. Y para ello dedicarse al bien común contraponiéndose “a la cultura de la ilegalidad, de la corrupción y del enfrentamiento” y también “mediante aquel servicio a la gente que se identifica en la política”.
“Como segunda prioridad apostólica les indico la pastoral familiar”, y para ello tomando idea de las profundizaciones del último Sínodo de los Obispos, “les animo a ayudar a las comunidades diocesanas para atender a las familias” y también “para acompañar a los novios hacia el matrimonio”.
También les pidió que colaboren “para recibir a los llamados ´lejanos´: entre ellos no pocos separados, que sufren por el fracaso de su vida conyugal, y también a otras situaciones de malestar familiar”.
La tercera línea es la misionariedad. Y sobre esto precisó que “me ha dado gusto saber que han iniciado un camino común con la Liga Misionera de los Estudiantes, que les ha proyectado por las calles del mundo, para encontrar a los más pobres y a las comunidades que más necesitan trabajadores pastorales”. Y les animó a “mantener esta capacidad de salir e ir hacia las fronteras de la humanidad más necesitada”.
E indicó estar al tanto de que han enviado delegaciones a otros países, en particular “Siria y Líbano, pueblos martirizados por terribles guerras, y a quienes renuevo mi afecto y solidaridad”. Les pidió que junto a “estas poblaciones que están sufriendo la hora de la cruz” es necesario hacerles sentir “el amor, el apoyo y la cercanía de toda la Iglesia”. Así, deseó que esta relación solidaria, “confirme esta vocación de tender en todas partes puentes de paz”. Y citó también “los proyectos de acogida de los inmigrantes en Sicilia”.
A los presentes les indicó que “san Ignacio había entendido que para renovar la sociedad había que partir desde los jóvenes y por ello estimuló la apertura de colegios” en los cuales “nacieron las primeras Congregaciones Marianas”.
“En la base de esta acción pastoral -prosiguió el Santo Padre- esté siempre la alegría del testimonio evangélico, unida a la delicadeza del acercamiento y respeto del otro".
Y concluyó: “La Virgen María, que con su Sí, inspiró a vuestros fundadores, conceda responder sin reservas a la vocación de ser ´luz y sal´ en los ambientes en los cuales se vive y trabaja”.
Tras la bendición final “que les imparto de todo corazón”, les pidió que “no olviden de rezar por mí”.
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