El Papa Emérito, Benedicto XVI, ha cumplido este jueves 88 años de edad. Dentro de tres días, el 19 de abril, se recordará el décimo aniversario de su elección como sucesor de San Pedro, en el año 2005. Joseph Ratzinger nació en Marktl am Inn (Alemania) un 16 de abril de 1927.
El 11 de febrero de 2013 anunció su renuncia al pontificado, que se hizo efectiva el jueves 28 del mismo mes. La renuncia era algo insólito y sorprendente que no se había dado en la Iglesia. Más insólito era el mantener el título de Papa, o la creación de la categoría de "Papa emérito" para referirse a él.
Hoy el Papa Emérito Benedicto XVI vive en el monasterio Mater Ecclesiae en el Vaticano, donde se dedica a la lectura y la oración. Una de sus últimas y más recordadas apariciones fue al lado del Papa Francisco durante la canonización de San Juan Pablo II y San Juan XXIII, considerado por la prensa como “el día de los cuatro Papas”.
Cuando renunció al cargo, en su última audiencia general en 2013, declaró: «Les suplico que se acuerden de mí en su oración y que sigan pidiendo por los señores cardenales, llamados a la delicada tarea de elegir a un nuevo Sucesor en la Cátedra del apóstol Pedro».
«No regreso a la vida privada, a una vida de viajes, reuniones, recepciones, conferencias, etc. No abandono la cruz, sino que permanezco de forma nueva a los pies del Señor Crucificado» destacó el Papa Ratzinger, reiterando que «amar a la Iglesia significa también tener el valor de tomar decisiones difíciles, sufridas, teniendo siempre por delante el bien de la Iglesia y no de sí mismos», añadió.
Ese día, dijo en español: «Doy gracias a Dios por sus dones, y también a tantas personas que, con generosidad y amor a la Iglesia, me han ayudado en estos años con espíritu de fe y humildad. Agradezco a todos el respeto y la comprensión con la que han acogido esta decisión importante, que he tomado con plena libertad. Desde que asumí el ministerio petrino en el nombre del Señor he servido a su Iglesia con la certeza de que es Él quien me ha guiado. Sé también que la barca de la Iglesia es suya, y que Él la conduce por medio de hombres. Mi corazón está colmado de gratitud porque nunca ha faltado a la Iglesia su luz. En este Año de la fe invito a todos a renovar la firme confianza en Dios, con la seguridad de que Él nos sostiene y nos ama, y así todos sientan la alegría de ser cristianos. Saludo cordialmente a los peregrinos de lengua española, en particular a los grupos provenientes de España y de los países latinoamericanos, que hoy han querido acompañarme. Os suplico que os acordéis de mí en vuestra oración y que sigáis pidiendo por los Señores Cardenales, llamados a la delicada tarea de elegir a un nuevo Sucesor en la Cátedra del apóstol Pedro. Imploremos todos la amorosa protección de la Santísima Virgen María, Madre de la Iglesia. Muchas gracias. Que Dios os bendiga».