Así, por primera vez el próximo 29 de junio, fiesta de los Santos Pedro y Pablo, el Papa no impondrá los palios, como era tradición. Sin embargo, los prelados sí concelebrarán con el Pontífice y participarán en el rito de bendición de los mismos.
En lugar de la imposición, los nuevos arzobispos recibirán del Santo Padre de forma simple y privada el palio destinado a cada uno.
Así es el palio que el Papa concede
a los arzobispos metropolitanos;
se coloca sobre los hombros, alrededor del cuello
Con esta medida se pretende que la imposición se haga en presencia de la Iglesia local. La decisión del Pontífice fue comunicada a todas las nunciaturas del mundo a través de una carta enviada el pasado 12 de enero.
El maestro de las ceremonias pontificias, Mons. Guido Marini, ha explicado en una entrevista en Radio Vaticana que “el significado de este cambio es el de destacar la relación de los arzobispos metropolitanos con su Iglesia local, y dar también la posibilidad a más fieles de estar presentes en este rito significativo para ellos, y también de manera particular a los obispos de las diócesis sufragáneas, que de esta manera podrán participar en el momento de la imposición”.
A pesar de la modificación, “se mantiene todo el significado de la celebración del 29 de junio, que subraya la relación de comunión y también de comunión jerárquica entre el Santo Padre y los nuevos arzobispos”.
Marini afirma que el gesto de comunión queda enriquecido “y se acompaña de otro que permanece en toda su entereza y profundidad”.
Tiene la forma de una faja circular que carga sobre los hombros, todo de lana blanca, destacándose de ella seis o cinco cruces de seda de color negro o rojo. Suele adornarse con tres clavos metálicos, que recuerdan los clavos de la Pasión de Cristo.
El palio se confecciona con lana de corderitos bendecidos por el Papa en la fiesta de Santa Inés (21 de enero; el emblema de Santa Inés es un cordero, por la similitud de su nombre -Agnes- con la palabra cordero -en latín, agnus).
Se presentan al Papa dos corderos adornados uno con flores blancas (simbolizando la virginidad de Santa Inés) y el otro con flores rojas (simbolizando su martirio). Luego, los corderos son llevados a la Basílica de Santa Inés, en la Via Nomentana de Roma, donde está enterrada la santa, y son criados por los padres trapenses de la Abadía de las Tres Fuentes. Los palios son confeccionados posterirmente por las monjas benedictinas de Santa Cecilia con la lana recién esquilada. Luego se los coloca en un cofre sobre la tumba de San Pedro en la Basílica Vaticana, y en la Misa de la fiesta de San Pedro y San Pablo (29 de junio) son bendecidos y entregados solemnemente por el Papa a los nuevos arzobispos nombrados durante el año. Ahora la entrega ya no será solemne, sino privada, y la imposición la llevarán a cabo los nuncios en cada sede arzobispal.