El Papa Francisco pidió este viernes a los jueces de la Rota Romana tener en cuenta, al momento de ver los casos de nulidad matrimonial, “el contexto de los valores y la fe – o de la carencia o ausencia” de esta, que tuvieron los cónyuges al momento de casarse.
En su discurso, el Santo Padre señaló que “la crisis de los valores en la sociedad no es ciertamente un fenómeno reciente”, pues ya había sido denunciada hace cuarenta años por el Beato Pablo VI al advertir los males del hombre moderno, que “afectado por un relativismo sistemático”, va por “las opciones más fáciles (…) de la demagogia, la moda, la pasión, el hedonismo, el egoísmo”, y sustituye el imperativo de la conciencia moral por “el capricho de la conciencia psicológica”.
“En efecto, el abandono de una perspectiva de fe conduce inexorablemente a una falsa comprensión del matrimonio que no está privada de consecuencias en la maduración de la voluntad nupcial”, señaló el Papa.
Francisco indicó que la Iglesia se alegra “por las muchas familias que, sostenidas y alimentadas por una fe sincera, realizan en la fatiga y en la alegría diaria los bienes del matrimonio, asumidos con sinceridad en el momento de la boda y continuados con fidelidad y tenacidad”.
Sin embargo, “también conoce el sufrimiento de muchos núcleos familiares que se disgregan, dejando atrás de sí las ruinas de las relaciones afectivas, de los proyectos, de las expectativas comunes”.
En ese sentido, señaló que “el juez está llamado a actuar su análisis judicial cuando existe la duda sobre la validez del matrimonio, para aceptar si existe un vicio en el origen del consenso, sea directamente por falta de una válida intención, sea por grave déficit en la comprensión del matrimonio mismo como para determinar la voluntad”.
“La experiencia pastoral nos enseña que ahora hay un gran número de fieles en una situación irregular, cuya historia fue fuertemente influenciada por la generalizada mentalidad mundana”, expresó.
“De hecho, hay una especie de mundanidad espiritual, ‘que se esconde detrás de las apariencias de religiosidad e incluso de amor a la Iglesia y que conduce a perseguir, en lugar de la gloria del Señor, el bienestar personal’”, añadió.
Francisco explicó que “uno de los frutos de esta actitud es una fe encerrada en el subjetivismo, donde sólo interesa una determinada experiencia o una serie de argumentos y conocimientos que se cree que pueden consolar e iluminar, pero donde el sujeto continúa encerrado en la inmanencia de su propia razón o de sus sentimientos”.
“Es evidente que, para quien se somete a esta postura, la fe queda privada de su valor orientador y normativo, dejando campo abierto a los compromisos con el propio egoísmo y con las presiones de la mentalidad corriente, convertida en dominante a través de los medios de comunicación”, señaló.
Por esto, indicó, “el juez, a la hora de reflexionar sobre la validez del consentimiento expreso, debe tener en cuenta el contexto de los valores y la fe – o de la carencia o ausencia- en el cual la intención matrimonial fue formada. De hecho, el no conocimiento de los contenidos de la fe podría llevar a aquello que el Código llama error determinante de la voluntad”.
Francisco explicó que estos errores no solo amenazan la estabilidad del matrimonio, su exclusividad y fecundidad, sino también la ordenación del matrimonio al bien del otro, el amor conyugal como ‘principio vital’ del consenso, la recíproca donación para constituir el consorcio de toda la vida. “El matrimonio tiende a ser visto como una mera forma de gratificación afectiva que puede constituirse de cualquier modo y modificarse según la sensibilidad de cada uno”, advirtió.
El Santo Padre, que abogó por mayor presencia en los tribunales eclesiásticos de personas preparadas, reiteró su llamado a facilitar a los fieles el acceso a la justicia de la Iglesia, incluyendo la asesoría gratuita de abogados para las personas de menos recursos, algo que realiza la Rota Romana en muchos de los casos que analiza