«Los bautizados somos “cristianos”, consagrados como Jesús por el Espíritu Santo, por ello, queridos padres, queridos padrinos y madrinas, ayuden a sus hijos a ser verdaderos cristianos “consagrados” en el Espíritu Santo». Es la exhortación del Papa en su homilía en la solemnidad del Bautismo de Jesús, celebrada en la Capilla Sixtina, durante la cual bautizó a 33 niños.
Comentando las lecturas bíblicas que la liturgia nos presenta este día, Francisco recordó la importancia de la Palabra de Dios en la vida de los creyentes. «Como un buen papá y una buena mamá, Dios quiere dar cosas buenas a sus hijos. Y ¿qué cosa es este alimento sustancioso que Dios nos da? Es su Palabra: su Palabra nos hace crecer, nos hace producir buenos frutos en la vida, como la lluvia y la nieve hacen bien a la tierra y la hacen fecunda. Así ustedes, padres, y también ustedes, padrinos y madrinas, abuelos, tíos, ayudarán a estos niños a crecer bien si les dan la Palabra de Dios, el Evangelio de Jesús».
E hizo una comparación con el alimento físico: «Ustedes mamás den a sus hijos la leche (incluso ahora, si lloran por hambre amamántenlos, ¿eh?, tranquilas). Agradezcamos al Señor por el don de la leche, y oremos por estas mamás –son muchas, lamentablemente– que no están en condiciones de dar de comer a sus hijos. Oremos y tratemos de ayudar a estas mamás».
Explicando la importancia de este sacramento, el Sucesor de Pedro dijo que la Palabra de Dios hace crecer la fe, y gracias a la fe nosotros somos generados de Dios y es esto lo que sucede en el Bautismo. En esta fe los niños son bautizados, en la fe de los padres, padrinos y madrinas. Es la fe de la Iglesia, dijo el Papa, en la cual estos pequeños reciben el bautismo. Pero mañana, con la gracia de Dios, será su propia fe, su personal “si” a Jesucristo, que nos dona el amor del Padre.
Además subrayó que el bautismo nos incorpora a la Iglesia, nos hace miembros de ella gracias a la fe que recibimos y que nos es transmitida de generación en generación. «El Bautismo nos incorpora en el cuerpo de la Iglesia, en el pueblo santo de Dios. Y en este cuerpo, en este pueblo en camino, la fe viene transmitida de generación en generación: es la fe de la Iglesia. Es la fe de María, nuestra Madre, la fe de San José, de San Pedro, de San Andrés, de San Juan, la fe de los Apóstoles y de los Mártires, que ha llegado hasta nosotros, a través del bautismo».
«Enseñen a sus hijos que no se puede ser cristianos fuera de la Iglesia, no se puede seguir a Jesucristo sin la Iglesia, porque la Iglesia es madre y nos hace crecer en el amor a Jesucristo», exhortó el Sumo Pontífice.
Antes de concluir su homilía, el Papa Francisco resaltó que en el Bautismo somos consagrados por el Espíritu Santo. Afirmó que la palabra “cristiano” significa consagrado como Jesús, en el Espíritu. «Él es el “Cristo”, los bautizados somos “cristianos”. Entonces, queridos padres, queridos padrinos y madrinas, si quieren que sus hijos se hagan verdaderos cristianos, ayúdenlos a crecer “consagrados” en el Espíritu Santo, es decir, en el calor del amor de Dios, en la luz de su Palabra». Por esto, dijo Francisco, no se olviden de invocar siempre al Espíritu Santo, todos los días e invito a hacerlo con esta sencilla oración: “Ven, Espíritu Santo, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor”. «Cuando recen esta oración, recordó el Papa, sientan la presencia materna de la Virgen María. Ella nos enseña a rezar al Espíritu Santo, y a vivir según el Espíritu, como Jesús».
Hemos escuchado en la primera lectura que el Señor se preocupa de sus hijos como un padre: se preocupa de dar a sus hijos un alimento sustancioso. Mediante el profeta Dios dice: «¿Por qué gastan dinero en lo que no es pan, y su salario en lo que no sacia?» (Is 55,2). Dios, como un buen papá y una buena mamá, quiere dar cosas buenas a sus hijos. Y ¿qué cosa es este alimento sustancioso que Dios nos da? Es su Palabra: su Palabra nos hace crecer, nos hace producir buenos frutos en la vida, como la lluvia y la nieve hacen bien a la tierra y la hacen fecunda (cfr. Is 55,1011). Así ustedes padres, y también ustedes, padrinos y madrinas, abuelos, tíos, ayudaran a estos niños a crecer bien si darán a ellos la Palabra de Dios, el Evangelio de Jesús. ¡Y también lo harán con el ejemplo! Todos los días, tendrán la costumbre de leer un pasaje del Evangelio, pequeñito, y será el ejemplo para los hijos, ver a papá, a mamá, a los padrinos, abuelos, abuelas, tíos, leer la palabra de Dios.
Ustedes mamás den a sus hijos la leche – incluso ahora, si lloran por hambre amamántenlos, ¿eh? Tranquilas. Agradezcamos al Señor por el don de la leche, y oremos por estas mamás – son muchas, lamentablemente – que no están en condiciones de dar de comer a sus hijos. Oremos y tratemos de ayudar a estas mamás. Entonces, lo que hace la leche por el cuerpo, la Palabra de Dios lo hace por el espíritu: la Palabra de Dios hace crecer la fe. Y gracias a la fe nosotros somos generados de Dios. Es esto lo que sucede en el Bautismo. Hemos escuchado al apóstol Juan: «Todo aquel que cree que Jesús es el Cristo, es nacido de Dios» (1 Jn 5,1). En esta fe sus niños son bautizados. Hoy es su fe, queridos padres, padrinos y madrinas. Es la fe de la Iglesia, en la cual estos pequeños reciben el bautismo. Pero mañana, con la gracia de Dios, será su propia fe, su personal “sí” a Jesucristo, que nos dona el amor del Padre.
Decía: es la fe de la Iglesia. Esto es muy importante. El Bautismo nos incorpora en el cuerpo de la Iglesia, en el pueblo santo de Dios. Y en este cuerpo, en este pueblo en camino, la fe viene transmitida de generación en generación: es la fe de la Iglesia. Es la fe de María, nuestra Madre, la fe de san José, de san Pedro, de san Andrés, de san Juan, la fe de los Apóstoles y de los Mártires, que ha llegado hasta nosotros, a través del bautismo. ¡Una cadena de transmisión de fe! ¡Y esto es muy bello! Es pasar de mano en mano la luz de la fe: lo expresaremos dentro de poco con el gesto de encender las velas del gran cirio pascual. El gran cirio representa Cristo resucitado, vivo en medio a nosotros. Ustedes, familias, tomen de Él la luz de la fe para transmitirla a sus hijos. Esta luz la toman en la Iglesia, en el cuerpo de Cristo, en el pueblo de Dios que camina en todo tiempo y en todo lugar.
Enseñen a sus hijos que no se puede ser cristianos fuera de la Iglesia, no se puede seguir a Jesucristo sin la Iglesia, porque la Iglesia es madre y nos hace crecer en el amor a Jesucristo.
Un último aspecto emerge con fuerza de las Lecturas bíblicas de hoy: en el Bautismo somos consagrados por el Espíritu Santo. La palabra “cristiano” significa esto, significa consagrado como Jesús, en el Espíritu con el cual ha sido consagrado Jesús en toda su existencia terrena. Él es el “Cristo”, ungido, consagrado, los bautizados somos “cristianos”, es decir, consagrados, ungidos. Entonces, queridos padres, queridos padrinos y madrinas, si quieren que sus hijos se hagan verdaderos cristianos, ayúdenlos a crecer “consagrados” en el Espíritu Santo, es decir, en el calor del amor de Dios, en la luz de su Palabra. Por esto, no se olviden de invocar siempre al Espíritu Santo, todos los días. “¿Ella reza señora? ¡Sí! ¿A quién le reza? Yo le rezo a Dios”. Pero Dios así no existe: Dios es la persona y en cuanto persona existe el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. “¿Tú, a quién le rezas? Al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo”. Habitualmente nosotros rezamos el “Padre Nuestro”, rezamos al Padre. Pero al Espíritu Santo no le rezamos tanto…¡Es tan importante rezarle al Espíritu Santo! Porque nos enseña a llevar adelante la familia, los niños, para que estos niños crezcan en esta atmósfera de la Trinidad Santa. Es precisamente el Espíritu que los lleva adelante. Por esto, no se olviden de invocar con frecuencia al Espíritu Santo, todos los días.
Pueden hacerlo, por ejemplo, con esta sencilla oración: “Ven, Santo Espíritu, llena los corazones de tus fieles y enciende en ellos el fuego de tu amor”. Pueden rezar esta oración por sus hijos, ¡además que por ustedes mismos!
Cuando recen esta oración, sientan la presencia materna de la Virgen María. Ella nos enseña a rezar al Espíritu Santo, y a vivir según el Espíritu, como Jesús. La Virgen, nuestra madre, acompañe siempre el camino de sus hijos y de sus familias. Así sea.
(Traducción del Italiano, Renato Martinez - RV)