Dios salva a su pueblo no desde lejos sino haciéndose cercano, con ternura. Lo ha recordado el santo padre Francisco esta mañana en la homilía de la misa celebrada en Santa Marta.
Asimismo, ha indicado que Dios es como una madre, nos ama gratuitamente, pero nosotros a menudo queremos controlar esta gracia en una especia de contabilidad espiritual.
Y el Papa ha hecho referencia al profeta Isaías para hacer una comparación: “Es tanta la cercanía que Dios se presenta aquí como una mamá, como una mamá que dialoga con su niño: una madre cuando canta la nana al niño y toma la voz del niño y se hace pequeña como el niño y habla con el tono del niño hasta hacer el ridículo si uno no entiende qué hay allí de grande".
Pero ha preguntado el Santo Padre: “¿cuántas veces una madre dice estas cosas al niño mientras lo acaricia ¿eh?" Y ha añadido: "y lo acaricia, y lo hace más cercano a él. Y Dios hace así. Es la ternura de Dios. Está tan cerca de nosotros que se expresa con esta ternura: la ternura de una mamá”.
De este modo, el Pontífice ha afirmado que Dios nos ama gratuitamente como una madre y su niño. Y el niño “se deja amar”: “esta es la gracia de Dios”.
A propósito, el Santo Padre ha precisado que “nosotros, muchas veces, para estar seguros, queremos controlar la gracia” y “en la historia y también en nuestra vida tenemos la tentación de comercialización la gracia” hacerlo “como una mercancía o una cosa controlable” quizá diciéndonos a nosotros mismos: “Pero, yo tengo mucha gracia”, o “tengo el alma limpia, estoy en gracia”.
El Papa lo ha explicado: “y así esta verdad tan bonita de la cercanía de Dios resbala en una contabilidad espiritual: ‘No, yo hago esto porque esto me dará 300 días de gracia… Yo hago esto otro porque esto me dará esto, y así acumulo gracia’”.
De este modo, Francisco ha preguntado: ¿pero qué es la gracia? ¿Una mercancía? “Así parece que sí”, ha advertido. El Papa ha recordado que “en la historia esta cercanía de Dios a su pueblo ha sido traicionada por esta actitud nuestra, egoísta, de querer controlar la gracia, comercializarla”.
El Papa ha recordado los grupos que al tiempo de Jesús quería controlar la gracia: los fariseos, esclavos de las muchas leyes que cargaban sobre las espaldas del pueblo; los saduceos, con sus compromisos políticos; los esenios, buenos, buenísimos pero tenían mucho miedo y no arriesgaban, terminaban por aislarse en sus monasterios; los zelotes, para los cuales la gracia de Dios era la guerra de la liberación, otra manera de comerciar la gracia.
Pero, el santo padre Francisco, ha observado en la homilía que “la gracia de Dios es otra cosa: es cercanía, es ternura. Esta regla sirve siempre. Si tú en tu relación con el Señor no sientes que Él te ama con ternura, aún te falta algo, aún no has entendido qué es la gracia, aún no has recibido la gracia que está cercana”.
Por otro lado, el Obispo de Roma ha recordado una confesión de hace muchos años, cuando una mujer se maceraba sobre la validez de una misa a la que asistió un sábado por la tarde para un boda, con lecturas distintas de las del domingo. Esta fue su respuesta: “Pero, señora, el Señor la ama mucho. Ella ha ido allí, ha recibido la comunión, ha estado con Jesús... Pero, esté tranquila, el Señor no es un comerciante, el Señor ama, está cerca”.
Para finalizar, el Papa ha recordado que “san Pablo reacciona con fuerza contra esta espiritualidad de la ley. ‘Yo soy justo si hago esto, esto, esto. Si no hago esto no soy justo’. Pero tú eres justo porque Dios se ha acercado a tí, porque Dios te acaricia, porque Dios te dice estas cosas bonitas con ternura: esta es nuestra justicia, esta cercanía de Dios, esta ternura, este amor. Aún a riesgo de parecer ridículo nuestro Dios es muy bueno”.
Y así, para concluir la homilía, Francisco ha indicado que “si nosotros tuviéramos la valentía de abrir nuestro corazón a esta ternura de Dios, ¡cuánta libertad espiritual tendríamos! ¡Cuánta!” Por último, el Santo Padre ha invitado a tomar hoy la Biblia y leer Isaías, capítulo 41, verso del 13 al 20. “Esta ternura de Dios, este Dios que nos canta a cada uno de nosotros la nana, como una mamá”.
Texto de Radio Vaticana traducido y adaptado por ZENIT