Que las iglesias jamás se conviertan en casas de negocios, la redención de Jesús es siempre gratuita. Lo afirmó el Papa Francisco en su homilía de la Misa matutina celebrada en la capilla de la Casa de Santa Marta en el día de la fiesta de la Presentación en el Templo de la Bienaventurada Virgen María.
Teniendo en cuenta la liturgia del día en que Jesús echó a los mercantes del Templo, porque habían transformado la casa de oración en una cueva de ladrones, el Papa explicó que Jesús realizó un gesto de purificación, porque “el Templo había sido profanado” y con el Templo, el pueblo de Dios. Profanado con el pecado sumamente grave que es el escándalo”.
Francisco observó que la gente era buena, iba al Templo, no veía estas cosas; buscaba a Dios, rezaba… pero debía cambiar las monedas para realizar las ofertas.
"El pueblo de Dios iba al Templo no por esta gente, por lo que vendían, sino que iba al Templo por Dios” y “allí estaba la corrupción que escandalizaba al pueblo”.
Asimismo, el Papa recordó el episodio bíblico de Ana, mujer humilde, madre de Samuel, que va al Templo para pedir la gracia de un hijo: “Susurraba en silencio sus oraciones”, mientras el sacerdote y sus dos hijos eran corruptos, sacaban provecho de los peregrinos y escandalizaban al pueblo.
“Yo pienso en el escándalo que podemos causar a la gente con nuestra actitud – subrayó el Papa –, con nuestros hábitos no sacerdotales en el Templo: el escándalo del comercio, el escándalo de la mundanidad… Cuántas veces vemos que entrando en una iglesia, aún hoy, está la lista de los precios” para el bautismo, la bendición, las intenciones para la Misa. “Y el pueblo se escandaliza”.
“Una vez, recién ordenado sacerdote, yo estaba un grupo de universitarios, y una pareja de novios quería casarse. Habían ido a una parroquia: pero, querían hacerlo con la Misa. Y allí, el secretario parroquial dijo: ‘No, no: no se puede’ – ‘Pero, ¿por qué no se puede con la Misa, si el Concilio recomienda hacerlo siempre con la Misa?’ – ‘No, no se puede, porque más de 20 minutos no se puede’ – ‘Pero, ¿por qué?’ – ‘Porque hay otros turnos’ – ‘Pero, ¡nosotros queremos la Misa!’ – ‘Entonces ¡paguen dos turnos!’. Y para casarse con la Misa tuvieron que pagar dos turnos. Esto es pecado de escándalo”.
El Santo Padre añadió: “Nosotros sabemos lo que dice Jesús a aquellos que son causa de escándalo: ‘Mejor ser tirados al mar”.
“Cuando los que están en el Templo – independientemente de que sean sacerdotes, laicos, secretarios que se ocupan de administrar la pastoral en el Templo – se vuelven especuladores, el pueblo se escandaliza. Y nosotros somos responsables de esto. También los laicos, ¡eh! Todos. Porque si yo veo que en mi parroquia se hace esto, debo tener el coraje de decírselo en la cara al párroco. Y la gente sufre por ese escándalo. Es curioso: el pueblo de Dios sabe perdonar a sus sacerdotes, cuando tienen una debilidad, resbalan sobre un pecado… sabe perdonar. Pero hay dos cosas que el pueblo de Dios no puede perdonar: a un sacerdote apegado al dinero y a un sacerdote que maltrata a la gente. ¡No es capaz de perdonar! Y el escándalo, cuando el Templo, la Casa de Dios, se vuelve una casa de negocios, como aquel matrimonio: se alquilaba la iglesia”.
Jesús “no está enojado” – explicó el Papa – “es la Ira de Dios, es el celo por la Casa de Dios”, porque no se puede servir a dos patrones: “o das culto a Dios vivo, o das culto al dinero, al dinero”:
“Pero ¿por qué Jesús está contra el dinero? Porque la redención es gratuita; la gratuidad de Dios, Él viene a traernos la gratuidad total del amor de Dios. Y cuando la Iglesia o las iglesias se vuelven especuladoras, se dice que… ¡eh, no es tan gratuita la salvación!… Es por esto que Jesús toma el látigo para hacer este rito de purificación en el Templo. Hoy la Liturgia celebra la presentación de la Virgen en el Templo: desde muchachita… Una mujer sencilla, como Ana, en aquel momento, entra la Virgen. Que Ella nos enseñe a todos nosotros, a todos los párrocos, a todos aquellos que tienen responsabilidades pastorales, a mantener limpio el Templo, a recibir con amor a aquellos que vienen, como si cada uno de ellos fuera la Virgen”.