El Papa Francisco aprobó este miércoles el decreto de la Congregación para las Causas de los Santos en la que reconoce las virtudes heroicas de dos fundadoras españolas de congregaciones, así como el martirio de cuatro sacerdotes operarios diocesanos asesinados por odio a la fe durante la Guerra Civil Española entre 1936 y 1938.
Francisca de la Concepción Pascual Doménech fundó la Congregación de las Hermanas Franciscanas de la Inmaculada. Nació en la localidad valenciana de Moncada en 1833 y falleció en su pueblo en 1903.
Creció en una familia de agricultores profundamente católica. En 1860 inició su vida laboral, dedicándose a tareas domésticas y trabajando en una fábrica de seda. Para ello debía recorrer a pie cada día la distancia de 7 kilómetros que separa Moncada de Valencia.
Entre 1860 y 1862, solicitó ingresar en la Congregación de Adoratrices Esclavas del Santísimo Sacramento y de la Caridad, fundada por santa María Micaela del Santísimo Sacramento. Pero esta solicitud no fue aceptada al no contar con una dote que aportar.
En 1863 ingresó en el beaterio de Terciarias de San Francisco de Asís, en la calle Renglons de Valencia. En este beaterio, existente desde el siglo XIII, se dedicaban a una vida de penitencia y oración, bajo la guía del cercano convento franciscano. Allí adoptó el nombre de “Francisca de la Concepción”.
El 19 de abril de 1871 realizó sus votos privados, y en 1876 fue elegida superiora del beaterio. Fue entonces cuando inició la reforma de dicha institución, con el fin de transformarla en una congregación de vida regular, con votos públicos, vida común y asunción de obras de socio-caritativas. De ese modo nació la “Congregación de Terciarias Franciscanas de San Francisco de Asís y de la Inmaculada Concepción”, nombre que posteriormente se transformaría en el de “Congregación de Hermanas Franciscanas de la Inmaculada”.
Ya en el mismo 1876 se estableció la vida común y se aprobaron las primeras Constituciones por parte del arzobispo de Valencia, y en 1877 se organizó canónicamente el noviciado. A partir de ese momento, esta institución experimentó un rápido crecimiento, que se tradujo en el ingreso de nuevas religiosas y en la fundación de numerosas obras sociales, dedicadas a la educación de niños (con atención especial a los ciegos y sordomudos), la protección de las jóvenes, y la asistencia a pobres, enfermos y ancianos. En estos momentos, la Congregación de las Religiosas Terciarias Franciscanas de la Inmaculada Concepción está presente además de en España, en Portugal, Perú, Chile y la India.
Una joven que apenas pudo ver su obra
Por su parte, María Dolores Segarra Gestoso fundó la congregación de las Misioneras de Cristo Sacerdote. Nacida en Melilla en 1921 falleció en Granada en 1959, con tan sólo 38 años. Su obra está actualmente presente en Las Rozas de Madrid, La Coruña, Granada, Cáceres, Guadix y Lurín (Perú) desarrollando apostolados muy diversos.
Hija de militar su infancia y juventud estuvo marcada por la guerra de Marruecos, la Segunda República y la Guerra Civil Española. Desde niña destacó por su amor a la Eucaristía y a los pobres. Y afirmaba que sentía la vocación religiosa “desde siempre”.
Sin embargo, según iba creciendo su ansia de entrega a Dios como religiosa se veía en cierto modo coartada porque no encontraba el instituto que cumpliera lo que ella deseaba para su vida: oración y sacrificio por el aumento y la santidad de los sacerdotes junto con el apostolado directo con las personas.
Tras muchas incomprensiones al final se puso bajo la dirección espiritual del sacerdote Sebastián Carrasco, entonces vicario general de Málaga, donde empezó a andar esta incipiente congregación que fue aprobada en 1957 por el obispo de Guadix, Rafael Álvarez Lara.
Poco tiempo pudo estar al frente de esta congregación. Los constantes dolores hepáticos que sufría durante años acabaron destrozando su hígado y acabaría falleciendo en 1959 con tan sólo 38 años.
Por último, el Papa reconoció los martirios de Francisco Cástor Sojo López, Millán Garde Serrano, Manuel Galcerá Videllet y Aquilino Pastor Cambero. Se trata de sacerdotes operarios que dieron su vida por Cristo durante la Guerra Civil, cuando ejercían como formadores en los seminarios de Ciudad Real, León y Baeza. Todavía queda por establecer cuándo podrá llevarse a cabo la ceremonia de beatificación. Puede leer más sobre ellos en el artículo publicado por Jorge López Teulón, bloguero de ReL.