El Papa en la homilía de este lunes 29 de septiembre en la residencia Santa Marta explicó que Satanás presenta las cosas como si fueran buenas, pero su intención es destruir al hombre, quizá con motivaciones “humanísticas”; los ángeles luchan contra el diablo y nos defienden. Lo afirmó el Papa en la Casa Santa Marta en la homilía de este lunes, el día en que la Iglesia celebra la fiesta de los santos Arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael.
El Papa señaló que las lecturas del día nos presentan imágenes muy fuertes: la visión de la gloria de Dios narrada por el profeta Daniel con el Hijo del Hombre, Jesucristo, frente al Padre; la lucha del arcángel Miguel y sus ángeles contra “el gran dragón, la serpiente antigua, aquel que es llamado diablo”, y “seduce a toda la tierra” pero es derrotado, como afirma el Apocalipsis; y el Evangelio en que Jesús dice a Natanael: “Veréis el cielo abierto y a los ángeles de Dios subir y descender sobre el Hijo del Hombre”.
El Papa Francisco habló de la lucha entre el demonio y Dios: “Esta lucha sucede después de que Satanás busca destruir a la mujer que está por parir al hijo”, explicó.
“Satanás siempre busca destruir al hombre: a aquel hombre que Daniel veía ahí, en la gloria, y que Jesús decía a Natanael que habría de venir en la gloria”, continuó.
“Desde el principio la Biblia nos habla de esto: de aquella seducción para destruir, de Satanás, quizá por envidia –dijo el Papa-. Nosotros leemos en el Salmo 8: “Tú has hecho al hombre superior a los ángeles”, y esa inteligencia tan grande del ángel no podía llevar a cuestas esta humillación, que una criatura inferior hubiera sido hecho superior; y buscaba destruirlo”.
Satanás, por lo tanto, busca destruir a la humanidad, a todos nosotros: “Muchos proyectos, excepto los mismos pecadores, pero muchos, muchos proyectos de deshumanización del hombre, son obra de él, simplemente porque odia al hombre”, aseguró Francisco.
“Es astuto: lo dice la primera página del Génesis; es astuto –advirtió el Papa-. Presenta las cosas como si fueran buenas. Pero su intención es la destrucción. Y los ángeles nos defienden. Defienden al hombre y defienden al Hombre-Dios, al Hombre superior, Jesucristo que es la perfección de la humanidad, el más perfecto”.
“Por eso la Iglesia honra a los ángeles, porque son aquellos que estarán en la gloria de Dios – están en la gloria de Dios – porque defienden el gran misterio escondido de Dios, es decir, que el Verbo se hizo carne”, destacó.
“La tarea del pueblo de Dios – afirmó el Papa – es custodiar en sí al hombre: al hombre Jesús” porque “es el hombre que da vida a todos los hombres”.
En cambio, en sus proyectos de destrucción, Satanás inventa “explicaciones humanísticas que van en contra del hombre, en contra de la humanidad y en contra de Dios”, añadió el Papa.
“La lucha es una realidad cotidiana, en la vida cristiana: en nuestro corazón, en nuestra vida, en nuestra familia, en nuestro pueblo, en nuestras iglesias… Si no se lucha, seremos derrotados”, constató.
“Pero el Señor ha dado este trabajo principalmente a los ángeles: de luchar y vencer –prosiguió-. Y el canto final del Apocalipsis, después de esta lucha, es muy bello: ‘Ahora se ha cumplido la salvación, la fuerza y el Reino de nuestro Dios y el poder de su Cristo, porque fue precipitado el acusador de nuestros hermanos, aquel que los acusaba frente a nuestro Dios día y noche’”.
El Papa, finalmente, invitó a orar a los arcángeles Miguel, Gabriel y Rafael y a “rezar esa oración antigua pero muy hermosa, al arcángel Miguel, para que continúe luchando para defender el misterio más grande de la humanidad: que el Verbo se hizo Hombre, murió y resucitó. Este es nuestro tesoro. Que él continúe luchando para custodiarlo”.
La oración clásica al arcángel San Miguel dice:
San Miguel Arcángel, defiéndenos en la batalla.
Sé nuestro amparo contra la perversidad y las asechanzas del enemigo.
Reprímelo Dios, te pedimos humildemente,
y tú, Príncipe de la Milicia Celestial, arroja al infierno a Satanás
y a otros espíritus malignos, que andan por el mundo
para la perdición de las almas.
Amen