Un cristiano no se anuncia a sí mismo, sino al Señor, predicó el Papa Francisco en la Misa matinal de la residencia Santa Marta este martes, con motivo de la fiesta de la natividad de San Juan Bautista.
El Papa habló de las vocaciones del “más grande entre los profetas”: preparar la venida del Señor, discernir Quién es Él, disminuir uno para que el Señor crezca.
Juan, dijo el Papa, preparaba el camino a Jesús “sin tomar nada para sí mismo”. Juan llegó a ser un hombre de influencia: “la gente lo buscaba, lo seguía porque las palabras de Juan eran fuertes”.
Sus palabras, prosiguió Francisco, “llegaban al corazón”.
Y allí, observó, tuvo tal vez “la tentación de creer que era importante, pero no cayó”.
Cuando, de hecho, se acercaron los doctores para preguntarle si él era el Mesías, Juan respondió: “Son voces: solamente voces”, yo sólo “he venido a preparar el camino del Señor”. “Aquí está la primera vocación de Juan el Bautista”, dijo el Papa: “Preparar al pueblo, preparar los corazones de la gente para el encuentro con el Señor”. Pero, ¿quién es el Señor?:
"Y esta es la segunda vocación de Juan: discernir, entre tanta gente buena, quien era el Señor. Y el Espíritu Santo le reveló esto y él tuvo el valor de decir: ´Es éste. Éste es el Cordero de Dios que quita los pecados del mundo’. Los discípulos miraron a este hombre que pasaba y lo dejaron que se marchara. Al día siguiente, sucedió lo mismo: ´¡Es aquel! Él es más digno que yo’… Y los discípulos fueron detrás de Él. En la preparación, Juan decía: "Detrás de mí viene uno... "Pero en el discernimiento, que sabe discernir e indicar al Señor, dice: "¡Delante de mí... está Éste!´".
La tercera vocación de Juan, prosiguió el Papa, es disminuir. Desde aquel momento, “su vida comenzó a abajarse, a disminuirse para que creciera el Señor, hasta eliminarse a sí mismo”: “Él debe crecer, yo, en cambio, disminuir”, “detrás de mí, delante mío, lejos de mí”:
"Y esta fue la etapa más difícil de Juan, porque el Señor tenía un estilo que él no había imaginado, hasta el punto de que en la cárcel -porque Juan estaba en la cárcel en ese momento - sufrió no sólo la oscuridad de la celda, sino también la oscuridad en su corazón: " “¿Pero será Él? ¿No me habré equivocado? Porque el Mesías tiene un estilo tan accesible y normal... que no entiendo...” Y como era un hombre de Dios, pidió a sus discípulos que fueran a preguntárselo a Él: "¿Pero eres tú realmente, o debemos esperar a otro?”.
“La humillación de Juan - constató el Papa – es doble: la humillación de su muerte como precio de un capricho”, pero también la humillación “de la oscuridad del alma”. Juan que ha sabido “esperar” a Jesús, que ha sabido “discernir”, “ahora ve a Jesús lejano”.
“Aquella promesa – reiteró el Papa – se ha alejado. Y termina solo. En la oscuridad, en la humillación”. Se queda solo “porque se anuló tanto para que el Señor creciera”. Juan, repite Francisco, ve al Señor que está “lejos” y él, “humillado, pero con el corazón en paz”:
"Tres vocaciones en un hombre: preparar, discernir, y dejar crecer al Señor disminuyéndose a sí mismo. También es hermoso pensar la vocación cristiana así. Un cristiano no se anuncia a sí mismo, anuncia a otro, prepara el camino para otro: al Señor. Un cristiano debe aprender a discernir, debe saber discernir la verdad de lo que parece verdad y no lo es: un hombre de discernimiento. Y un cristiano debe ser también un hombre que sabe cómo abajarse para que el Señor crezca, en el corazón y en el alma de los demás".