En el curso de los "cordiales coloquios", informa una nota vaticana, "se detuvieron en algunos temas de la actualidad regional e internacional, con particular referencia a las iniciativas dedicadas en promover la paz y la estabilidad en el continente asiático, el compromiso de Japón en la cooperación por el desarrollo, sobre todo en África, la atención al ambiente y el desarme nuclear".
Absolutamente singular uno de los dones ofrecidos al Papa por el primer ministro: un espejo especial, fabricado por un artesano contemporáneo, igual a aquellos que usaban los cristianos clandestinos del S. XVII, cuando el cristianismo era perseguido.
Parece un espejo cualquiera, pero si se lo expone al sol, muestra una cruz y una imagen de Jesús. Inmediatamente el Papa quiso ver la imagen, acercándose con Abe a la ventana de la sala de la Biblioteca para poder exponer el espejo a la luz solar.
Abe también le explicó que había decidido de hacer este regalo recordando que Francisco había dicho que "en Japón no había ningún cura y después de 2 siglos y medio, cuando los misioneros volvieron a Japón, miles de cristianos habían sobrevivido en la fe con la gracia del bautismo".
Abe, que saludando en su llegada el Papa, definió "un gran honor estar aquí" y agradeció al Papa por su mensaje por las víctimas del tsunami que azotó a Japón en el año 2011.
También le regaló dos retratos del japonés Hasekura y del papa Pablo V, que se encontraron en el Vaticano hace 400 años. Francisco le regaló un medallón donde está representado el proyecto original de San Pedro.