"Las buenas relaciones existentes entre Japón y la Santa Sede, sino también el entendimiento y la colaboración entre la Iglesia y el Estado, en ámbito educativo, social y sanitario", fueron evocadas en la audiencia dada este viernes por el Papa Francisco al primer ministro de Japón, Shinzo Abe, el cual se encontró sucesivamente con el secretario de estado Pietro parolin, acompañado por Dominique Mamberti, secretario para la Relaciones con los estados.

En el curso de los "cordiales coloquios", informa una nota vaticana, "se detuvieron en algunos temas de la actualidad regional e internacional, con particular referencia a las iniciativas dedicadas en promover la paz y la estabilidad en el continente asiático, el compromiso de Japón en la cooperación por el desarrollo, sobre todo en África, la atención al ambiente y el desarme nuclear".

Absolutamente singular uno de los dones ofrecidos al Papa por el primer ministro: un espejo especial, fabricado por un artesano contemporáneo, igual a aquellos que usaban los cristianos clandestinos del S. XVII, cuando el cristianismo era perseguido.

Parece un espejo cualquiera, pero si se lo expone al sol, muestra una cruz y una imagen de Jesús. Inmediatamente el Papa quiso ver la imagen, acercándose con Abe a la ventana de la sala de la Biblioteca para poder exponer el espejo a la luz solar.

Abe también le explicó que había decidido de hacer este regalo recordando que Francisco había dicho que "en Japón no había ningún cura y después de 2 siglos y medio, cuando los misioneros volvieron a Japón, miles de cristianos habían sobrevivido en la fe con la gracia del bautismo".

Abe, que saludando en su llegada el Papa, definió "un gran honor estar aquí" y agradeció al Papa por su mensaje por las víctimas del tsunami que azotó a Japón en el año 2011.  

También le regaló dos retratos del japonés Hasekura y del papa Pablo V, que se encontraron en el Vaticano hace 400 años. Francisco le regaló un medallón donde está representado el proyecto original de San Pedro.