Este sábado Francisco recibió en el Aula Pablo VI del Vaticano a miles de ciegos y sordomudos, miembros del Movimiento Apostólico de Ciegos, de la Pequeña Misión para Sordomudos y de la Unión Italiana para Ciegos e Hipovidentes, y aseguró que es “realmente blasfemo” pensar que la discapacidad o la enfermedad es un castigo de Dios.
Al recordar la figura del ciego de nacimiento que vendrá representada mañana en el Evangelio y compararla con los problemas que atañen hoy día a nuestra sociedad, el Santo Padre indicó que “aquí encontramos las dos culturas opuestas: la cultura del encuentro y la cultura del descarte, del prejuicio”.
El hombre del Evangelio era ciego de nacimiento y por ello marginado en nombre de una falsa concepción que lo considerada cumpliendo una pena divina. “Pero Jesús rechazaba radicalmente este modo de pensar ¡realmente blasfemo! –exclamó el Papa-, y cumplió para el ciego la ‘obra de Dios’ dándole la vista”.
“Lo más importantes de esto es que este hombre, a partir de lo ocurrido, se convierte en testigo de Jesús y de su obra, que es la obra de Dios, de la vida, del amor, de la misericordia”.
“Mientras los jefes de los fariseos, desde las alturas de su seguridad, juzgaron tanto a Jesús como al ciego y a los pecadores, el ciego curado, con desarmante sencillez, defiende a Jesús, al final profesa la fe en Él y comparte también su suerte: excluyen a Jesús, lo excluyen a él. Pero en realidad, aquél hombre entra a formar parte de la nueva comunidad, basada en la fe en Jesús y su amor fraternal”.
En este sentido el Papa señaló que “la persona enferma o discapacitada puede convertirse en testigo del encuentro precisamente a partir de su fragilidad, de sus límites: el encuentro con Jesús, que abre a la vida y a la fe, es el encuentro con los demás, con la comunidad”.
“En efecto, solo quien reconoce su propia fragilidad y sus propios límites puede construir relaciones fraternales y solidarias en la Iglesia y en la sociedad”.
Francisco también invitó a reflexionar sobre el tema Testimonios del Evangelio para una cultura del encuentro, observando que esta expresión termina con la palabra encuentro, pero debe presuponer otro tipo de encuentro en primer lugar, con Cristo. “En efecto, para ser testigos del Evangelio hace falta haber encontrado a Jesús. Quien lo conoce realmente se convierte en su testigo. Su vida cambia, vuelve a su gente y les dice: ‘Venid a ver a uno que me ha dicho todo lo que he hecho, quizá sea el Mesías’”, dijo citando las palabras de la samaritana del Evangelio.
“La samaritana -indicó-, es un ejemplo claro del tipo de personas a las que Jesús amaba encontrar para hacer de ellos testigos: personas marginadas, excluidas, despreciadas. La samaritana era así en su condición de mujer y de samaritana, los samaritanos era muy despreciados por los judíos -dijo-. Pero pensemos a los muchos que Jesús quiso encontrar, sobre todo personas marcadas por la enfermedad y la discapacidad a quienes quiso curar y devolver su plena dignidad. Es muy importante que estas personas se conviertan en testigos de un nuevo modo de actuar al que podamos llamar cultura del encuentro”.
Testigo del Evangelio es aquél que “ha encontrado a Jesucristo, que lo ha conocido, o mejor dicho, que se ha sentido conocido por Él, reconocido, respetado, amado, perdonado, y este encuentro lo ha tocado en profundidad, lo ha colmado de una alegría nueva, un nuevo significado para la vida. Y esto se transmite a los demás”.
“Queridos amigos, os agradezco por haber venido y os animo a avanzar por este camino que habéis elegido… Solo Jesús conoce realmente el corazón del hombre, solo Él puede liberarlo del cerrazón y del pensamiento estéril para abrirlo a la vida y la esperanza”, concluyó.