Sandro Magister y su esposa Anna entraron en nuestra familia de la mano de mi hermano Iván. Entonces yo vivía en Roma, trabajaba en el Vaticano y nos veíamos a menudo. Nuestra amistad creció; por eso, cuando decidí dejar esta ciudad y mi trabajo en 2002, seguimos manteniendo un contacto que nunca se ha interrumpido.
En 2011, esta amistad se convirtió también en trabajo cuando Sandro, en noviembre de ese año, con ocasión de su conferencia en el Aula “Civitas Dei” de la diócesis de Alcalá de Henares , ciudad en la que vivo, me ofreció la posibilidad de trabajar para él como traductora, cosa que acepté encantada.
Como traductora de temas relacionados con la religión, el arte y la fe es un placer trabajar para él: sus textos son interesantes, variados y, por qué no decirlo, polémicos a veces. Pero una polémica sana siempre es positiva.
Estoy muy agradecida de que haya aceptado responder a algunas preguntas para Religión en Libertad, publicación con la que colaboro como traductora desde julio de 2013.
Para saber algo más sobre Sandro (fecha y lugar de nacimiento, estudios, lecturas y otros), como para leer sus artículos, pueden visitar su página web en cuatro idiomas (italiano, inglés, francés y español): http://chiesa.espresso.repubblica.it/
y el blog en italiano http://magister.blogautore.espresso.repubblica.it/
-El periodismo era mi sueño. Pero llegué a él de un modo no programado, gracias a los estudios teológicos y a la frecuentación, en la Universidad Católica de Milán, de un centro cultural formado por hombres de gran valía. Uno de estos, Ruggero Orfei, fundó en 1967 un semanal de política, economía y cultura, "Sette Giorni", gemelo del francés "Le Nouvel Observateur".
»Fue él, conociéndome, quien me pidió que escribiera sobre hechos de Iglesia. Tres años después, en 1970, empecé a trabajar a tiempo completo en la redacción de "Sette Giorni" como vaticanista, y me trasladé a Roma.
»Algunos años después, en 1975, también como vaticanista, pasé a "L´Espresso", el primer semanal político italiano, de impronta decididamente laica y progresista, donde aún trabajo.
-Ante todo se necesita ser experto en la materia. La Iglesia es una realidad muy especial, única, a la que no se le pueden aplicar esquemas válidos para otras realidades.
»Es esta experiencia, actualizada a diario, con la consiguiente capacidad analítica, lo que me ha permitido y me permite trabajar de forma completamente autónoma en una publicación como "L´Espresso", muy distante en su orientación general de la visión cristiana.
»Como vaticanista, no he brillado nunca con anticipaciones y revelaciones. La caza de indiscreciones es ajena a mi persona. Ni he tenido nunca "informadores" secretos ni los he buscado. Esto me ha dado mucha libertad. Mi primer compromiso es verificar los hechos, la documentación concreta, el análisis de conjunto.
-En casi medio siglo, he acompañado una extraordinaria aventura de la Iglesia. En los años sesenta y setenta, el clima del Concilio y del postconcilio inspiró en mí una visión feliz de la relación entre Iglesia y modernidad, leída esta última en una clave muy positiva y optimista, también en lo que concierne al futuro de la fe cristiana.
»A pesar de ello, aún tenía mis reservas sobre la validez de las corrientes católicas progresistas. Las encontraba frágiles, utópicas, demasiado sometidas a las modas corrientes.
»Mis teólogos de referencia eran aquellos con los que me había formado y que seguía leyendo: Jean Daniélou, Henri de Lubac, Hans Urs von Balthasar, Joseph Ratzinger. Fueron ellos, con sus críticas a las derivas postconciliares, los que despertaron en mí un análogo espíritu crítico.
»Los años ochenta fueron los del cambio en mi análisis de la Iglesia. Tras un escepticismo inicial en lo que respecta a Juan Pablo II, siguió una aprecio creciente de su obra de reconstrucción de los fundamentos de la vida de la Iglesia, que habían sido puestos en peligro por las grandes ilusiones postconciliares.
»Con Benedicto XVI esta obra de reconstrucción de los fundamentos llegó a su momento de la verdad, de la que ha sido prueba la ofensiva mortal que la modernidad ha lanzado contra él y contra la Iglesia y, en definitiva, contra el hombre.
»Hoy, con el Papa Francisco, esta ofensiva ha cambiado de cara: se reviste de una aprobación universal e incondicionada a la presunta "revolución" del nuevo Papa, pero en realidad su objetivo es neutralizar la Iglesia en un humo indistinto, reduciéndola a una realidad inocua e insignificante. El riesgo es que dentro de la misma Iglesia no nos demos cuenta de esta insidia y nos hagamos la ilusión de que con el Papa "bueno" y "popular" la suerte gire infaliblemente hacia un futuro radiante.
- El Papa Francisco da en el blanco cuando anima a la Iglesia a ir por el camino de la evangelización. Pero el "reino" que los cristianos están llamados a predicar es el reino de Dios, no el de este mundo. Es un reino que exige conversión, no una lluvia de misericordia que cubra a todos y a todo. Y no puede haber conversión si no es a algo y, sobre todo, a Alguien que es visto y reconocido y escuchado y adorado por lo que es, no por lo que deseamos que sea o, peor aún, que corresponda al modelo que desean las potencias mundanas.
- Durante siglos, el gran arte cristiano fue la matriz de la visión que incontables hombres y mujeres tuvieron de las maravillas de Dios. Los mosaicos de Monreale , por ejemplo, tienen la potencia de una resplandeciente historia sagrada desde la creación al juicio, de una fascinante "summa theologica" al alcance de todos, tanto de los doctos como de los simples.
»El peligro de estos tiempos es que en nombre de una presunta "pobreza" se abandone la vía de la belleza como encuentro de Dios con el hombre.
»Hoy gran parte del episcopado, del clero y de los fieles ya no sabe leer el arte cristiano y ello comporta que ya no sabe leer las obras de Dios con la inmediatez y la fuerza fascinante que el gran arte posee. No solo. Esta difundida ceguera hace que la Iglesia ya no sea capaz de instaurar con los artistas un diálogo constructivo.
»Si hoy faltan artistas capaces de realizar gran arte sagrado es, ante todo, porque no hay “comitentes” que estén a la altura. Benedicto XVI tenía razón cuando indicaba en el arte y en los santos las dos vías maestras que acercan el hombre a Dios. Esto vale tanto para las artes figurativos como para la música.
-Confieso que no tengo proyectos y que siempre he temido hacerlos. La página web de noticias, análisis y documentos sobre la Iglesia, que actualmente es mi actividad principal, ha nacido poco a poco, casi por sí sólo, sin que yo lo hubiera proyectado. Es muy leída en todo el mundo. Muchos los aprecian. Buena señal. Querrá decir que tendré que seguir ofreciendo este servicio. Como programa futuro creo que ya es mucho.