Así que el Angelus de este primer día del año estuvo centrado en ese objetivo, aunque el Papa comenzó recordando, para quienes creen que esta jornada marca "un nuevo ciclo que comienza", que no, que "la Historia tiene un centro y un final que es Jesucristo, muerto, sepultado y resucitado", y que su culminación es el reino de Dios.
Francisco afirmó que la paz es un don del Espíritu Santo, y que por tanto "allí donde un hombre o una mujer sean constructores de paz, es el Espíritu Santo quien les empuja o anima".
El lema de la Jornada este año es La fraternidad, fundamento y camino para la paz. Y ¿qué es la fraternidad? Que "todos somos hijos del mismo Padre celestial, que formamos una gran familia y tenemos un destino común". Por tanto pidió "que el mundo sea una comunidad de hermanos que se respetan y cuidan unos de otros". En ese sentido, "las injusticias del mundo no pueden dejarnos indiferentes ni inmóviles".
Francisco se refirió entonces a una carta que le llegó ayer y en la que un hombre, tras referirle una tragedia familiar, hacía un elenco de otras tragedias, guerras y conflictos que asolan el mundo: "¿Qué sucede en el corazón del hombre para que ocurran estas cosas? Es hora de parar", decía el remitente.
"Hago mías las palabras de este hombre", improvisó el Papa, quien las repitió: "¿Qué sucede en el corazón del hombre? Ha llegado la hora de pararse".
"Y empecemos por casa, ¿eh?", completó con esa ya clásica insistencia suya en las obligaciones concretas que no dejen en el aire los principios: "Justicia y paz en casa, entre nosotros", de donde se podrá entonces extender fuera.
"La paz necesita la fuerza de la dulzura, la fuerza de la verdad y del amor", concluyó, y como había hecho en la misa recién concluida, pidió a todos los presentes que repitiesen con él tres veces el nombre de la gran protagonista del día: "Santa Madre de Dios, Santa Madre de Dios, Santa Madre de Dios".