El tercer domingo de Adviento es costumbre que las familias romanas lleven a la Plaza de San Pedro los Niños Jesús de sus belenes para ser bendecidos por el Papa, así que la Plaza de San Pedro registraba un lleno total incluso superior a los que son habituales con Francisco, y eso que la mañana estaba pasada por agua: "¡Siento que estéis bajo la lluvia, pero yo también lo estoy, ánimo!", bromeó el Papa con los presentes.


Su intervención versó sobre la alegría del cristiano, porque  "el mensaje cristiano se llama evangelio, es decir, buena noticia, un anuncio de alegría para todo el pueblo". La Iglesia, añadió "no es un refugio para gente triste, es la casa de la alegría, y quienes están tristes encuentran en ella la verdadera alegría".

¿Cuál es la raíz de esa alegría? "El amor de Dios. Él está siempre con nosotros, nos ama y por eso está con nosotros. Aunque sean grandes nuestros límites y nuestras desviaciones, no podemos permitirnos ser débiles y vacilantes ante las dificultades y nuestras debilidades. Al contrario, estamos invitados a fortalecer nuestras manos, a tener valentía y no temer, porque nuestro Dios se muestra siempre en la grandeza de su misericodia. Él nos da la fuerza para seguir adelante. Siempre está con nosotros para ayudarnos a seguir adelante. ¡Él nos quiere tanto! Nos ama y por eso está con nosotros para ayudarnos y fortalezarnos y seguir adelante. Coraggio, eh?, Sempre avanti!, pidió Francisco.


Luego insistió, separándose en algunos momentos del texto que llevaba escrito para darle más énfasis a sus palabras, en la posibilidad permanente de la conversión, porque gracias a la ayuda de Dios "siempre podemos recomenzar de nuevo".

"Alguien puede decirme: ´No, padre, he hecho tantas... Soy un gran pecador, soy una gran pecadora, yo no puedo empezar de nuevo´. ¡Te equivocas! Sí puedes recomenzar de cero ¿Por qué? Porque Él te espera, Él está cerca de ti, Él te ama, Él es misericordioso, Él te perdona, Él te da la fuerza para empezar de nuevo. ¡A todos! Seamos capaces de reabrir los ojos, superar la tristeza y el llanto y entonar un canto nuevo", pidió el Papa.

"Esta alegría cristiana verdadera se mantiene en la prueba y el sufrimiento porque no es una alegría superficial, sino que, como la esperanza, tiene su fundamento en la fidelidad de Dios, en la certeza de que Él mantiene siempre sus promesas", proclamó.

Y recordó que "cuantos han encontrado a Jesús a lo largo del camino experimentan en el corazón una serenidad y una alegría de la que nada ni nadie podrá privarles. Nuestra alegría es Jesucristo, y su amor fiel es inagotable".


Invitó luego a no perder de vista el sentido comunitario de la vida de los cristianos: "Cuando un cristiano se entristece, es que se ha alejado de Jesús. Pero no hay que dejarlo solo, debemos rezar por él y hacerle sentir el calor de la comunidad".

Y siempre con el recurso a la madre de Dios: "La Virgen María nos ayuda a acelerar el paso y a encontrar el niño que ha nacido para nuestra la salvación y para la alegría de todos los hombres. Que ella haga vivir la alegría del Evangelio en la familia, en el trabajo, en la parroquia: una alegría íntima, hecha de maravilla y de ternura, la que experimenta una madre cuando mira a un niño nada más nacer y ve que es un don de Dios, un milagro que hay que agradecerle".