Ha llovido mucho desde que Vladimir Putin era un espía soviético destinado a vigilar al régimen sometido de la República Democrática Alemana durante la Guerra Fría.
Hoy Putin busca recuperar el peso de Rusia, inspirándose en visiones imperiales como la del zar Pedro el Grande, pero sin caer en sus errores: es decir, sin buscar enfrentarse con las iglesias y sin buscar occidentalizar Rusia.
Putin busca a la vez presentarse como hombre devoto que ha redescubierto la fe ortodoxa, y como hombre duro, que no transigirá ante el terrorismo checheno, islamista ni presión alguna. Y buscará aliados para recortar la influencia norteamericana en el mundo y la del Islam radical.
Cuando en septiembre el Premio Nobel de la Paz, Barack Obama, amenazaba con bombardear Siria, tanto Putin como el Papa Francisco se embarcaron en una ofensiva diplomática para evitarlo... y lo consiguieron.
En los miles de actos de oración en todo el mundo, y especialmente en Estados Unidos, Obama con su obstinación aparecía como un belicoso líder militar; por el contrario, en la prensa, Francisco hablaba de paz y Putin de alternativas, de diálogo, de desarmar el arsenal químico del régimen sirio de Al-Assad.
Así, en esta visita Putin ha hecho público su agradecimiento al Papa por la carta que le dirigió a él en septiembre, en la cumbre del G-20 en San Petersburgo, en la que el Pontífice exhortaba a los más grandes del mundo a detener "la masacre inútil" en Siria.
Es famosa la ocasión en que Stalin se mofaba del papado preguntando "¿cuántas divisiones tiene el Papa?" Hoy la URSS es agua pasada, nada añorada ni envidiada, y Putin se sumó a las divisiones del Papa para frenar los aviones de Obama, con éxito.
Así que la reunión de este lunes en el Salón Biblioteca del apartamento papal, aunque duró sólo 35 minutos, tuvo un alto valor simbólico. Lo tuvo, por ejemplo, que Putin regalase al Pontífice un icono de la Virgen de Vladimir, muy famosa en Rusia y el mundo entero, una Virgen que mira al creyente con una mirada seria, que interpela, mientras señala con su mano al Niño que es Camino, Verdad y Vida.
"Putin hizo la señal de la cruz, de acuerdo con el uso ortodoxo y besó el icono de María, después besado por el Papa", señala la nota de la Santa Sede. Y no le importó hacerlo ante el mundo entero, la prensa y su extenso séquito de una docena de ministros y dignatarios.
Ambas potencias diplomáticas, Rusia y la Santa Sede, parecen ser las únicas fuerzas internacionales que se toman en serio la interminable persecución y acoso a los cristianos en los países musulmanes (y la Santa Sede también denuncia la persecución en los regímenes comunistas, algo que Rusia prefiere no tratar mucho).
En Siria, con casi un 10% de población cristiana, la mayoría de diversas iglesias ortodoxas griegas o antioquenas, y haciendo frontera con el Cáucaso, Rusia ya se ha expresado varias veces como protectora de estas minorías, como ya lo hacía tradicionalmente la Rusia de los zares antes del comunismo.
Por eso es lógico que, como indica el servicio de prensa de la Santa Sede, el tema de la paz en Siria y Oriente Medio y la persecución a los cristianos ocupase buena parte del encuentro.
Las ONGs católicas, con un mando centralizado en Cáritas Líbano (el país con más católicos arabehablantes) están haciendo un gran esfuerzo por ayudar a una masa de desplazados nunca vista antes en la región, de varios millones de personas. Por eso en la reunión el Papa y Putin hablaron también de aspectos prácticos para ayudar a la población.
Según la nota vaticana, también acordaron "promover iniciativas concretas para una solución pacífica del conflicto, que se centra en la negociación y la participación de los diversos componentes étnicos y religiosos, reconociendo su papel fundamental en la sociedad".
Otro tema tratado fue "la defensa y promoción de los valores relativos a la dignidad de la persona y la protección de la vida y la familia".
Rusia acumula tres generaciones de aborto y de divorcio, tres generaciones de hijos únicos criados sin padre ni abuelo, de destrucción de la familia... y el gobierno de Putin está intentando recuperar este capital humano perdido.
El aborto legal no es un avance de la democracia: es un invento soviético. La URSS fue el primer país en legalizar el aborto.
Durante tres generaciones, las mujeres rusas han tenido una media de 4 y más abortos provocados. Durante los años 90 y principios del s.XXI, Rusia, un país enorme, donde sobra el espacio, y con un vecino superpoblado como China presionando la frontera, ha estado perdiendo población. Es una pesadilla demográfica para cualquier estadista serio.
Después de 90 años de aborto legal, en un país donde casi todo el mundo tiene una madre y una abuela que han abortado y han presionado a hijas y nietas para que aborten, el Estado ruso ve claramente que la demografía del aborto y el divorcio es insostenible. Pero no puede combatir la inercia de 3 generaciones a golpe de ley.
La Rusia de Putin ofrece muchas más ayudas a la familia que España, sobre todo a partir del tercer hijo. Se desincentiva el aborto, y de hecho éste se ha ido reduciendo (mientras que en España aumenta sin parar).
Hoy en Rusia se querría fomentar un matrimonio fuerte y estable. Y desde luego no se piensa redefinir el matrimonio para incluir cualquier tipo de uniones, algo que se ve como un ejemplo de la decandencia de Occidente.
En un país con regiones enteras de tradición islámica, como Tatarstán y otras... ¿cómo decir no a la poligamia si se aprobase el matrimonio gay? ¿Cómo insistir en una fecundidad alta si se considera matrimonio algo que no tiene sentido procreativo?
Rusia está cansada de experimentos sociales y Putin sabe que necesita de la sabia del cristianismo y ofrecer una cultura alternativa a "Occidente". Pero apenas un 2% de los rusos son realmente cristianos practicantes, dispuestos a defender la vida, la familia y los valores cristianos. El resto se declaran vagamente "ortodoxos" porque ayunan en Cuaresma y Adviento y ponen velas ante los iconos cuando tienen problemas.
Así que Rusia necesita de la Iglesia Católica para defender la propuesta de familia cristiana en el mundo (porque la familia soviética demostró su fracaso, y la post-soviética y consumista es igual de estéril), y la Iglesia Católica necesita a Rusia para que al menos un gran poder político haga de contrapeso a un Estados Unidos sumido en el relativismo moral.
Por eso no sería absurdo que el Papa Francisco devolviese la visita a Putin en Rusia algún día.
Benedicto XVI era un alemán, y Juan Pablo II un polaco: dos países que han estado siempre en guerra con el vecino ruso. Pero los rusos nunca han tenido nada contra los argentinos, y Francisco, con sus gestos simpáticos y sorprendentes, es más popular y mediático en Rusia que sus predecesores. Hace poco en una encuesta, un 70% de rusos consultados aseguraba que una visita papal les parecería bien. No es absurdo soñar con una visita suya a Moscú.
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