La oración del hombre es la debilidad de Dios. Ésta fue la idea central de la homilía del Papa Francisco este sábado en la Casa Santa Marta. A la Eucarístia asistieron los canónigos del Capítulo de la Basílica de San Pedro. Y, entre los concelebrantes, se encontraba el cardenal Angelo Comastri, arcipreste de la Basílica de San Pedro.
En sus palabras, el Santo Padre se refirió al Evangelio en el que Jesús invita a rezar sin cansarse, contanto la parábola de la viuda que pide con insistencia a un juez injusto que le haga justicia. Así, afirmó el papa, “Dios hace y hará justicia a sus elegidos, que gritan día y noche hacia Él”, como sucedió con Israel guiado por Moisés fuera de Egipto.
“Cuando llama a Moisés, le dice: ‘He oído el llanto, el lamento de mi pueblo’. El Señor escucha. Y en la primera Lectura hemos escuchado lo que ha hecho el Señor, esa palabra omnipotente: ‘Del Cielo viene como un guerrero implacable’. Cuando el Señor toma la defensa de su pueblo, es así: es un guerrero implacable y salva a su pueblo. Salva, renueva todo: ‘Toda la Creación fue modelada de nuevo en su propia naturaleza como antes’. ‘El Mar Rojo se convirtió en una carretera sin obstáculos … y aquellos que tu mano protegía, pasaron con todo el pueblo’”.
El Señor –prosiguió el Santo Padre- “ha escuchado la oración de su pueblo, porque sintió en su corazón que sus elegidos sufrían” y le salva de modo poderoso:
“Esta es la fuerza de Dios. ¿Y cuál es la fuerza de los hombres? ¿Cual es la fuerza del hombre? La de la viuda: llamar al corazón de Dios, llamar, pedir, lamentarse de tantos problemas, tantos dolores, y pedir al Señor la liberación de estos dolores, de estos pecados, de estos problemas. La fuerza del hombre es la oración y también la oración del hombre humilde es la debilidad de Dios. El Señor es débil sólo en esto: es débil frente a la oración de su pueblo”.
“El culmen de la fuerza de Dios, de la salvación de Dios, explica el Papa, está “en la Encarnación del Verbo”. Por tanto, dirigiéndose a los canónigos de la Basílica de San Pedro, les recordó que su trabajo “es precisamente llamar al corazón de Dios”, “rezar, rezar al Señor por el pueblo de Dios”. Y los canónigos en San Pedro, “precisamente en la Basílica más cercana al Papa” donde llegan todas las oraciones del mundo, deben recoger estas oraciones y presentarlas al Señor: este “es un servicio universal, un servicio de la Iglesia”:
“Vosotros sois como la viuda; rezad, pedid, llamad al corazón de Dios, cada día. Y la viuda nunca se dormía cuando hacía esto, era valiente. Y el Señor escucha la oración de su pueblo. Vosotros sois representantes privilegiados del pueblo de Dios en este papel de rezar al Señor por las muchas necesidades de la Iglesia, de la humanidad, de todos. Os doy las gracias por este trabajo. Recordemos siempre que Dios tiene una fuerza, cuando Él quiere que cambie todo. ‘Todo fue modelado de nuevo’, dice. Él es capaz de modelar todo de nuevo, pero también tiene una debilidad: nuestra oración; vuestra oración universal cercana al papa en San Pedro. Gracias por este servicio, y seguid adelante así por el bien de la Iglesia”.