Es necesario luchar contra el “síndrome de Jonás” que nos lleva a la hipocresía de pensar que nuestras obras son suficientes para salvarnos.
Lo dijo el Papa Francisco en la misa de la mañana del lunes 14 de octubre en la Casa de Santa Marta.
El Obispo de Roma advirtió contra “una actitud de religiosidad perfecta”, que sigue la doctrina pero que no se preocupa de la salvación de la “gente pobre”.
El “síndrome de Jonás” y la “señal de Jonás”. El Santo Padre centró su homilía en este binomio.
Jesús, observó, habla en el Evangelio del día de “generación perversa”. Su palabra es muy fuerte. Pero, advirtió, no se refería a la gente “que lo seguía con tanto amor”, sino a los “doctores de la ley” que “trataban de ponerlo a la prueba para hacerlo caer en la trampa”.
Estas personas, de hecho, “le pedían señales” y Jesús responde que sólo se les dará “la señal de Jonás”. Existe, sin embargo, advirtió Francisco, el “síndrome de Jonás”.
El Señor le pidió que fuera a Nínive, y él huyó a España. Jonás, dijo, “tenía las cosas claras”: “la doctrina es ésta”, “se debe hacer esto” y que los pecadores “se las arreglen ellos, yo me voy”.
A aquellos que “viven según este síndrome de Jonás”, añadió el Pontífice, Jesús “llama hipócritas, porque no quieren la salvación” de la “gente pobre”, de los “ignorantes” y de “pecadores”:
“El ‘síndrome de Jonás’ no tiene celo por la conversión de la gente, busca una santidad -me permito la palabra- una santidad de “lavandería”, toda bonita, impecable, pero sin ese celo de ir a predicar el Señor. Frente a esta generación enferma del ‘síndrome de Jonás’ el Señor promete la señal de Jonás. La otra versión, la de Mateo, dice que Jonás estuvo dentro de la ballena por tres días y tres noches, referencia a Jesús en el sepulcro - a su muerte y resurrección - y aquella es la señal que Jesús promete contra la hipocresía, contra esta actitud de religiosidad perfecta, contra esta actitud de un grupo de fariseos”.
Hay una parábola en el Evangelio, agregó el Pontífice, que retrata muy bien este aspecto: la del fariseo y el publicano que oraban en el templo. El fariseo, “tan seguro de sí mismo”, daba gracias a Dios ante el altar por no ser como el publicano que en cambio sólo pedía la misericordia del Señor, reconociéndose pecador. He aquí que “la señal que Jesús promete para su perdón, a través de su muerte y su resurrección”, dijo el Papa, “es su misericordia”: “Misericordia quiero y no sacrificios”.
“La señal de Jonás, la verdadera, es aquella que nos da la confianza de ser salvados por la sangre de Cristo. ¿Cuántos cristianos, cuántos hay, que piensan que serán salvados sólo por lo que hacen, por sus obras? Las obras son necesarias, pero son una consecuencia, una respuesta a aquel amor misericordioso que nos salva. Pero sólo las obras, sin ese amor misericordioso, no sirven . En cambio, el ´síndrome de Jonás’ tiene confianza sólo en su justicia personal, en sus obras”.
Jesús habla entonces de “generación malvada” y “a la pagana, la reina de Saba, casi la nombra juez: se levantará contra los hombres de esta generación”. Y esto, señaló, “porque era una mujer inquieta, una mujer que buscaba la sabiduría de Dios”:
“He aquí que, el ´Síndrome de Jonás´ nos lleva a la hipocresía, a aquella autosuficiencia, a ser cristianos limpios, perfectos, ‘porque hacemos estas obras: cumplimos los mandamientos, todo’. Es una gran enfermedad. Es la señal de Jonás, de la misericordia de Dios en Jesucristo, muerto y resucitado por nosotros, por nuestra salvación. En la primera lectura hay dos palabras que se conectan con esto. Pablo dice de sí mismo que es un apóstol, no porque ha estudiado, no: Apóstol por llamado. Y a los cristianos les dice ´Están llamados por Jesucristo’. La señal de Jonás nos llama: seguir al Señor, pecadores, somos todos, con humildad, con docilidad. Hay una llamada, también una opción”.
“Aprovechemos esta liturgia de hoy - pidió el Papa - para preguntarnos y tomar una decisión: ¿qué prefiero? ¿El síndrome de Jonás o la señal de Jonás?”