Joseph Ratzinger está considerado uno de los teólogos más relevantes de la segunda mitad del siglo XX, no solo por su producción escrita y su magisterio, sino por el lugar especial que ocupa en los debates teológicos -algunos, auténticas sacudidas- que han recorrido el pensamiento católico en las últimas décadas. Sus años como prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y como Papa no hicieron sino ratificar esa excepcionalidad.
Se ha hablado mucho sobre su posición en los debates teológicos de su tiempo, en particular en los años 60 y 70. Un buen conocedor de todo ese periodo es su biógrafo español, el sacerdote Pablo Blanco Sarto, autor de Benedicto XVI. La biografía, una obra monumental por la amplitud de sus fuentes y la perspectiva global sobre el personaje y su lugar intelectual.
-¿Cuándo nació su interés por la figura de Joseph Ratzinger?
-Empecé a hacer una tesis doctoral sobre su pensamiento en 2001, en concreto, sobre las relaciones entre fe y razón. Un mes después de defender la tesis, fue elegido como sucesor de Pedro. Entonces pasé a estudiar tanto su vida como su teología y, a partir de ese momento, me quedé 'enganchado' a Joseph Ratzinger como teólogo. Después he trabajado otros temas, como teólogos luteranos, pero mi formación inicial se la debo a Ratzinger. A él lo considero mi verdadero maestro en teología.
Pablo Blanco Sarto es sacerdote del Opus Dei, doctor en Filosofía y Teología y profesor de Teología Dogmática en la Universidad de Navarra.
-La primera gran presencia pública de Ratzinger fue en el Concilio Vaticano II, como perito del cardenal Josef Frings. ¿Hay algún texto conciliar sobre el que él influyese de manera especial?
-Sí, hay dos temas en los que Karl Rahner y Ratzinger colaboraron estrechamente en el Concilio: sobre las relaciones entre Escritura y tradición, y sobre la colegialidad de los obispos. Fueron ideas-clave en el Vaticano II. Pero luego el joven Ratzinger preparaba las intervenciones al cardenal Frings, de Colonia, por lo que se puede decir que siguió todo el Vaticano II con detalle desde un primer momento. Además contribuyó puntualmente en los documentos sobre las religiones y la relación entre Iglesia y mundo. El Vaticano II constituye una experiencia que marcó profundamente al teólogo Ratzinger y, de hecho, el primer discurso como Papa dirigido a la curia en 2005 versó sobre la correcta interpretación del concilio como "reforma en la continuidad del único sujeto Iglesia que Jesús nos dio".
-¿Hubo en Ratzinger una evolución "de progresista moderado" a "conservador" (valgan las etiquetas para entendernos), marcada por su alejamiento de los teólogos de la revista Concilium, con quienes tan buena sintonía había tenido?
-Citando a San John Henry Newman, Ratzinger afirma que hay siempre una cierta evolución a lo largo de la vida. Sin embargo, respecto a los teólogos de Concilium, él sostiene que "han cambiado ellos, no yo", pues una de las premisas de la revista era permanecer fieles a la letra y el espíritu del Vaticano II. Esto es algo que se puede constatar viendo cuáles son las afirmaciones de cada teólogo antes y después del Concilio. En el caso de Ratzinger, creo que hay una coherencia, un cierto hilo de oro a lo largo de todo su pensamiento, por lo que el mito del "gran giro" (grosse Wende) pienso que sea sobre todo eso: un falso mito.
-¿Fue la revista Communio una iniciativa reactiva frente a Concilium o responde a una inquietud intelectual que se hubiese plasmado en cualquier caso a través de una publicación teológica intelectual?
-Indudablemente Communio es una alternativa a la revista que se había adjudicado la interpretación legítima del Vaticano II más en clave ideológica que teológica. A Ratzinger no le van las etiquetas de conservador o progresista, y por eso a veces no se entiende bien su pensamiento. Rompe los puros moldes políticos o ideológicos. Él es un teólogo y por eso quiso que Communio fuera sobre todo una revista teológica, eclesial, en el sentido más alto y profundo de la expresión.
-¿Cómo fue su pontificado como arzobispo de Múnich, en una época turbulenta en la Iglesia?
-Con el pueblo se entendió bien, pues apreciaba su sencillez bávara y sus inspiradas homilías, hasta el punto de que hubo manifestaciones cuando fue llamado a Roma... Con la burocracia de la gran diócesis bávara tuvo más dificultades, pues hasta cierto punto constituyen instituciones autónomas difíciles de gobernar. Además, tan solo estuvo cuatro años, en los que apenas se puede hacer algo de relieve, pero desarrolló una intensa labor pastoral, a pesar de que su inicial vocación era la docencia. Esto fue algo que convenció a la gente.
-¿Cuándo y cómo se conocieron Juan Pablo II y él y cómo nació la idea de nombrarle para Doctrina de la Fe?
-Fue a través del filósofo Josef Pieper, quien le hizo llegar al cardenal Wojtyla el libro de un joven teólogo llamado Ratzinger. Después, tras su nombramiento como arzobispo, se encontraron en el sínodo de los obispos sobre la catequesis en 1978 y sintonizaron inmediatamente. Entonces fue cuando Juan Pablo II lo llamó a trabajar con él en Roma y, tras dos intentos, lo consiguió. Colaboraron estrechamente durante 23 años y se puede decir que trabaron una verdadera amistad, tal como demuestran numerosos episodios.
La biografía de Benedicto XVI obra de Pablo Blanco Sarto es una de las más importantes interpretaciones de conjunto sobre su vida y obra.
-¿Qué documentos salidos de la Congregación durante el casi cuarto de siglo que estuvo a su frente considera usted más importantes?
-Han sido tantos... Destacaría los que tienen que ver con la vida y la familia, aunque no fueran inicialmente sus temas más cercanos, pero también los eclesiológicos, los que tienen que ver con la tarea del teólogo y la declaración Dominus Iesus, en la que recordó la divinidad de Jesucristo y que Él es el único Salvador. En este sentido, debería haber encontrado total sintonía con otros cristianos, pero recordar la doctrina sobre la Iglesia y el ecumenismo expuesta por el Vaticano II molestó a los protestantes, sobre todo en su país natal. Además, casi todos los documentos del pontificado de Juan Pablo II pasaban por su mesa y en no pocos de ellos pudo dejar también su huella y su talento teológico.
-¿Hubo siempre una identidad de puntos de vista entre él y el Papa, o tuvieron puntos de desacuerdo?
-Supongo que habría sus diferencias, indudablemente, pero el hecho de que no hayan transcendido me parece significativo. Cuando tuvo lugar la mencionada polémica con la parte eclesiológica de la declaración Dominus Iesus, fue el mismo Juan Pablo II quien salió en su defensa. No sé, a pesar de ser muy distintos, como resulta evidente, supieron trabajar estrechamente. Tal vez sea un buen ejemplo para todos nosotros, también en las circunstancias actuales.