Monseñor Pietro Parolin, una vez hecho público su nombramiento como nuevo Secretario de Estado de la Santa Sede, ha señalado en una carta que “siento viva la gracia de esta llamada, que constituye una sorpresa de Dios”.
El nuevo hombre de confianza del Santo Padre dice que desea "la total disponibilidad de colaborar con el Papa Francisco y bajo su guía para la mayor gloria de Dios, el bien de la santa Iglesia y el progreso y paz de la humanidad, para que esta encuentre mayores motivos para vivir y tener esperanza”
Asimismo señala que “el reto del pontificado es la evangelización”.
“Siento viva la gracia de esta llamada, que nuevamente constituye una sorpresa de Dios en mi vida, especialmente siento la entera responsabilidad, porque esta me confía una misión empeñativa y exigente, delante de la cual mis fuerzas son débiles y pobre mi capacidad. Me pongo bajo la protección del amor misericordioso del Señor, del cual nada ni nadie podrá nunca separarnos, y de las oraciones de todos”. Y agradece “por la comprensión y la ayuda que me querrán dar en la realización del nuevo encargo”.
Mons. Parolín que el 15 de octubre asumirá la Secretaría de Estado, dirige su pensamiento “a las personas que fueron parte de mi vida en familia, en las parroquias en la que he nacido y en las que he realicé servicio, en la querída diócesis de Vicenza, en Roma, en los países en los que he trabajado, Nigeria, México y ahora en Venezuela, que dejaré con nostalgia”.
“Pienso también en el Papa emérito Benedicto XVI, que me ha ordenado obispo; a la Secretaría de Estado, que fue ya mi casa por mucho tiempo; al eminentísimo cardenal Tarcisio Bertone, a los otros superiores, a los colegas y a los colaboradores, a toda la Curia Romana, y a los representantes pontificios. Con todos ellos estoy en deuda”.
El arzobispo de Acquapendente añade: “Me pongo no sin aprensión, pero al mismo tiempo con confianza y serenidad en este nuevo servicio al Evangelio, a la Iglesia y al papa Francisco, dispuesto -como él nos ha pedido desde el inicio- a caminar, edificar-construir y confesar. Que la Virgen, a quien me gusta invocarla con los títulos de Monte Berico, Guadalupe y Coromoto, nos dé el coraje de caminar en la presencia del Señor, con la cruz del Señor, de edificar la Iglesia sobre la sangre del Señor, que la derramó en la cruz; y de confesar la única gloria, Cristo crucificado. Y Así la Iglesia irá hacia adelante. ¡Que Dios les bendiga!”.
Monseñor Parolin concedió la primera entrevista desde que se hizo público su nombramiento a la cadena Venevisión, y declaró, entre otros asuntos que “el reto del pontificado es la evangelización”.
Monseñor. Parolín, de 58 años de edad, nació el 17 de enero de 1955 en la localidad italiana Schiavon. En 1980 fue ordenado sacerdote. Entró a formar parte de la diplomacia de la Santa Sede en 1986, a la edad de 31 años. Ha servido como diplomático en las nunciaturas de Nigeria y México. Además de italiano, habla inglés, francés y español.
En el año 2002 fue nombrado subsecretario de la Sección de Relaciones con los Estados de la Secretaría de Estado, donde colaboró con el cardenal Bertone. Estuvo al frente del diálogo con el gobierno comunista de Vietnam y con Israel. En 2005 Mons. Parolin fue nombrado Caballero de Gran Cruz de la Orden al Mérito de la República Italiana. Benedicto XVI le consagró obispo el doce de septiembre del 2009.
Pietro Parolin, dejó Roma hace cuatro años, cuando fue ordenado arzobispo por Papa Benedicto XVI y enviado a Venezuela como Nuncio, después de haber sido, durante siete años, "viceministro del Exterior" vaticano.
Papa Francisco lo ha elegido como su más cercano colaborador y Parolin se convierte en el más joven de los que han ocupado el puesto desde la época de Eugenio Pacelli.
A Parolin su fe en Jesús la absorbió desde su primera infancia en el entorno de la "civilización parroquial" en la que vivió inmerso, la del Véneto blanco de corazón magnánimo y trabajador. Su papá, católico "de misa cotidiana", se ocupaba de una tienda de herramientas y después empezó a vender vehículos agrícolas. Su mamá fue maestra de educación primaria.
Cuando Pietro tenía diez años, la familia Parolin fue tocada por el dolor: el padre fue arrollado por un automóvil y murió mientras se disponía a recorrer la carretera entre Bassano y Vicenza. Desde entonces, los tres hijos (Pietro, su hermana y su hermanito, que tenía ocho meses cuando sucedió la desgracia) fueron testigos de los pequeños gestos heroicos y cotidianos de su madre maestra, que se empeñaba por hacer que no les faltara nada.
Pietro fue monaguillo en la parroquia. El entonces párroco, don Augusto Fornasa (que falleció en Schiavon en la década de los 80) acogió y cultivó su vocación al sacerdocio, en aun ambiente marcado por la memoria de grades figuras de pastores "sociales", como don Giuseppe Arena o don Elia Dalla Costa, que se convirtió fue arzobispo de Florencia entre 1931 y 1961.
En 1969, a los 14 años, Pietro entró al seminario de Vicenza. Después de acabar sus estudios superiores, prosiguió con el aprendizaje de la filosofía y la teología. Las inquietudes fecundas y aquellas más corrosivas del post-concilio también agitaban la vida en los seminarios. Pietro se mantuvo alejado de las turbulencias de este periodo. Apreciaba la línea pastoral del obispo Arnoldo Onisto, su capacidad de escuchar a la gente, de meditar y de atender los problemas de los obreros.
En el seminario, los superiores se dieron cuenta de que Pietro era un muy buen estudiante. Después de su ordenación sacerdotal (recibida en 1980 de manos del obispo Onisto) y después de dos años como vicepárroco en la parroquia de la Santísima Trinidad de Schio, lo enviaron a estudiar derecho canónico en la Pontificia Universidad Gregoriana, con la idea de enviarlo después al tribunal diocesano y al sector de la pastoral familiar.
Pero en Roma (Pietro habitaba en el Colegio Teutónico de la Vía de la Paz) alguien pidió al obispo que pusieran a ese joven sacerdote discreto y trabajador a disposición de la Santa Sede. Él, como siempre, aceptaba ir a donde le dijeran. Con los sistemas de elección "anónimos" que funcionaron durante un tiempo en los palacios vaticanos, acabó casi por casualidad en la órbita del servicio diplomático vaticano, sin ni siquiera saber quién fue su primer "talent scout".
En verano de 1983 entró a la Pontificia Academia eclesiástica. En 1986 obtuvo la licenciatura en derecho canónico con una tesis sobre el Sínodo de los Obispos. Después partió hacia la que sería su primera misión: tres años en la nunciatura de Nigeria, a los que seguirían otros tres (de 1989 a 1992) en la nunciatura de México. En Nigeria se involucró en las actividades pastorales de las comunidades locales y conoció en primera persona los problemas de la relación entre los cristianos y musulmanes.
En México, en cambio, ofreció su aporte a la fase final del largo trabajo que había puesto en marcha el nuncio Girolamo Prigione, que justamente en 1992 culminaría con el reconocimiento jurídico de la Iglesia católica y con el establecimiento de relaciones diplomáticas entre la Santa Sede y la nación mexicana. Durante esas delicadas negociaciones diplomáticas se habría diluido el carácter laico y anticlerical que caracterizaba al país desde su definición constitucional.
En 1992, Parolin fue llamado nuevamente a Roma para trabajar en la segunda sección de la Secretaría de Estado. Eran los años del “wojtylismo” de fuerte proyección geopolítica, en el contexto del colapso del bloque comunista y de los efectos de la primera Guerra del Golfo. Como líder de la diplomacia pontificia estaba el cardenal Angelo Sodano, que en diciembre de 1999 sustituyó a Agostino Casaroli. Al joven funcionario que acababa de volver de México fueron encomendados casos especiales: países e Iglesias fricanas y latinoamericanas, España, Indonesia...
En 2002 comenzó a ocuparse de la “sección” italiana; colaboró con monseñor Attilio Nicora (hoy cardenal) en cuestiones pendientes relacionadas con la revisión del Concordato (de 1984) y con los asuntos relacionados con el Ordinariato militar o con la asistencia religiosa en las cárceles y en los hospitales.