«En la predicación de Francisco, la espiritualidad de San Ignacio se entrelaza con una cotidiana meditación personal sobre textos sacros». El profesor Giovanni Maria Vian, director de “L’Osservatore Romano” explica cuál es el “secreto” de un Pontificado «en diálogo con el mundo».

- Su forma de anunciar el Evangelio a través de la predicación tiene una eficacia inmediata y llega a todos. Cautiva, particularmente, el constante uso de imágenes de la vida cotidiana en las homilías y discursos. Esto deriva de la colocación de frontera que es característica de los jesuitas desde los orígenes a mediados del siglo XVI. A la rigurosa formación recibida en la Compañía de Jesús se ha ido añadiendo en los últimos años la experiencia como obispo auxiliar, coadjutor y arzobispo de una enorme diócesis como la de Buenos Aires, que Bergoglio recorrió palmo a palmo, desde el centro hasta las periferias. Francisco es capaz de hacer que le entiendan los jóvenes y, en general, todos porque proviene de una realidad existencial en la que se ha sabido identificarse plenamente.

- Durante la última década, con el aumento de las responsabilidades más allá de las fronteras de Argentina y a través del trabajo que desarrolló en el CELAM, el Consejo Episcopal Latinoamericano, en la porción del mundo con el mayor número de católicos. No es ninguna casualidad que durante el viaje a Brasil los discursos más importantes, extensos y articulados, hayan sido los que Francisco dirigió a los obispos brasileños y al mismo CELAM, en los que retomó temas y reflexiones que habían surgido en 2007, durante la conferencia de Aparecida. En aquel encuentro, que duró casi un mes, fue madurando no solo una sintonía, sino una verdadera ósmosis entre la religiosidad popular y el debate entre los prelados, en el santuario mariano más grande del mundo. Las reflexiones que presentó en Río ante los episcopados son indicaciones programáticas que el obispo de Roma confió a toda la Iglesia, para que salga de sí misma y anuncie el Evangelio.

- La suya es una comunicación de eficacia inmediata, pero que es capaz de llegar a niveles elevados. Tiene un estilo de predicación que se basa en la gran lección ignaciana. Es fundamental la cotidiana meditación sobre las Escrituras. Cada mañana se despierta muy temprano y antes de celebrar la misa medita sobre los textos sacros y sobre los de la tradición cristiana. También proviene de esta fuente el uso frecuente de imágenes. Toda la literatura sacra judía y cristiana quedarían vacías sin imágenes. Toda la exégesis antigua se basa en la búsqueda de un signidicado más allá de la literalidad. Francisco llega al espíritu de los textos y sabe transmitirlo a través de su predicación.

- Llamar a toda la Iglesia a salir de sí misma y a abandonar una autorreferencialidad cada vez más estéril, para ponerse en marcha. Y todo ello con una acción arraigada en la oración: lucha y contemplación, resumía el prior de Taizé, fratel Roger.

Francisco rechaza una mentalidad que excluye, para construir una cultura de la inclusión y del encuentro. Y es muy significativo porque, por primera vez, el obispo de Roma proviene del continente americano, del “nuevo mundo”; viene de más allá de las “columnas de Hércules” que hasta el comienzo de la edad moderna marcaban el límite de las tierras conocidas.


- En el primer viaje internacional de Francisco, millones de brasileños y de peregrinos, provenientes de toda América Latina y de todo el planeta, inundaron las calles de Río y de Aparecida para abrazar al Pontífice, es decir “el hombre que construye puentes”. Y él, sin dudar un instante, correspondió, con una sonrisa para todos, con apretones de manos, con caricias para los niños, besos para los ancianos y enfermos. Cuando Francisco dice que nadie se debe sentir excluido del afecto del Papa, las suyas no son palabras de circunstancias: es lo que hace todos los días.