El Papa Francisco ha imprimido un nuevo estilo en la Iglesia, como se ha visto en la JMJ de Río, prestando más atención a la misericordia divina, a la ternura en el trato con Dios y con los demás.
En cuanto a abrazar y besar a personas, el cambio de Papa Francisco respecto a su predecesor no podría ser más radical. Pero, en realidad, Benedicto XVI quería mucho a la gente, y quienes tuvieron la suerte de poder saludarle alguna vez, lo comentaban emocionados. En cuanto a la doctrina, Francisco mantiene sin desviación las enseñanzas de Benedicto XVI, a quien cita con mucha frecuencia y quiere como a un padre. Su insistencia en la pobreza enlaza con un gran discurso de Benedicto XVI en Friburgo, durante su último viaje a Alemania.
El respeto a los homosexuales, mostrada por el Papa Francisco durante el vuelo de regreso a Roma, lo enseña el catecismo de la Iglesia católica, publicado hace más de 20 años. El artÍculo 2358 indica que «deben ser acogidos con respeto, compasión y delicadeza. Se evitará, respecto a ellos, todo tipo de discriminación injusta». A los homosexuales les pide lo mismo que a los heterosexuales: que sean castos y que sean santos.
El Papa Francisco no ha traído cambios de doctrina, pero sí de acentos, prestando más atención a la misericordia divina, así como a la ternura en el trato con Dios y con los demás. Benedicto XVI renunció para pasar el testigo a una persona más joven y vigorosa. A sus 76 años, Jorge Bergoglio despliega una energía asombrosa —visible en la JMJ de Río—, dirigida a a cambiar la «cultura» de la Iglesia.
Quiere menos «carrerismo», menos clericalismo, menos riqueza, y más espíritu de servicio a las personas, especialmente a las necesitadas y las alejadas de la Iglesia. Prefiere los asesores «externos» en las comisiones para la reforma de la Curia.
El «cambio» principal ha sido un cambio de estilo, muy visible para el público, y que tiene un éxito arrollador. Francisco sonríe con todo el rostro, abraza y besa a montones de personas, sobre todo niños y enfermos.
Desde el primer momento, ha minimizado la vestimenta. Nunca se pone la muceta roja y muchas veces va sin la esclavina blanca, como Benedicto XVI.
Utiliza un Ford Focus en lugar del Mercedes blindado, y vive en Casa Santa Marta. Lleva su maletín y hace sus llamadas telefónicas. Organiza su agenda y hace cambios con rapidez, como la visita a Lampedusa. Ese dinamismo caracterizó ya los primeros años de Juan Pablo II. El Papa Francisco combina lo mejor de sus predecesores. Como muestra, la selección de sus mensajes que sigue a continuación.
«Los obispos han de ser pastores, cercanos a la gente, padres y hermanos, con mucha mansedumbre; pacientes y misericordiosos. Hombres que amen la pobreza. Hombres que no tengan ‘psicología de príncipes’. Hombres que no sean ambiciosos y que sean esposos de una Iglesia sin estar a la expectativa de otra. Y el sitio del obispo para estar con su pueblo es triple: o delante para indicar el camino, o en medio para mantenerlo unido y neutralizar los desbandes, o detrás para evitar que alguno se quede rezagado, pero también, y fundamentalmente, porque el rebaño mismo tiene su olfato para encontrar nuevos caminos».
«Algunos me dicen “pero ¿cómo puede ser eso, dos Papas en el Vaticano, pero no te molesta, él no te hace la revolución en contra?”. Yo encontré una frase: es como tener al abuelo en casa, pero un abuelo sabio. En una familia el abuelo está en casa, es venerado, es amado, es escuchado. ¡Es un hombre de una prudencia! No se entromete. Yo le dije muchas veces: “Santidad, haga su vida, reciba gente, venga con nosotros…”. Vino para la inauguración de la estatua de San Miguel… Para mí, esa frase dice todo: es como tener el abuelo en casa, es mi papá.Si yo tuviera una dificultad o tengo algo que no entiendo, puedo llamarlo».
«Esta civilización mundial se pasó de rosca. Es tal el culto que ha hecho al dios dinero, que estamos presenciando una filosofía y una praxis de exclusión de los dos polos de la vida que son las promesas de los pueblos. Exclusión de los ancianos, una especie de eutanasia escondida: no se cuida a los ancianos. Pero también está la eutanasia cultural: no se les deja hablar, no se les deja actuar. Y exclusión de los jóvenes. El porcentaje que hay de jóvenes sin trabajo, sin empleo, es muy alto, y es una generación que no tiene la experiencia de la dignidad ganada por el trabajo».
«Somos una sociedad que ha olvidado la experiencia de llorar, de “sufrir con”»«’Adán, ¿dónde estás?, ¿Dónde está tu hermano?’, son las preguntas que Dios hace al principio de la humanidad y que dirige también a todos los hombres de nuestro tiempo, también a nosotros. Pero me gustaría que nos hiciésemos una tercera pregunta: ¿Quién ha llorado por la muerte de estos hermanos y hermanas? ¿Quién ha llorado por esas personas que iban en la barca? ¿Por las madres jóvenes que llevaban a sus hijos? ¿Por estos hombres que deseaban algo para mantener a sus propias familias? Somos una sociedad que ha olvidado la experiencia de llorar, de “sufrir con”: ¡la globalización de la indiferencia nos ha quitado la capacidad de llorar!».
«Entre la indiferencia egoísta y la protesta violenta, siempre hay una opción posible: el diálogo. El diálogo entre las generaciones, la capacidad de dar y recibir, permaneciendo abiertos a la verdad. Un país crece cuando sus diversas riquezas culturales dialogan de manera constructiva: la cultura popular, la universitaria, la juvenil, la artística, la tecnológica, la cultura económica, la cultura de la familia y de los medios de comunicación. La convivencia pacífica entre las diferentes religiones se ve beneficiada por la laicidad del Estado, que, sin asumir como propia ninguna posición confesional, respeta y valora la presencia de la dimensión religiosa en la sociedad, favoreciendo sus expresiones más concretas».
«En cuanto el problema de la comunión a las personas en segunda unión, porque los (sólo) divorciados sí pueden hacer la comunión, creo que esto es necesario mirarlo en el contexto de la pastoral matrimonial».
«El carrerismo es una lepra, una lepra. Por favor: nada de carrerismo. (…) Escuchad bien: cuando en la nunciatura hay un secretario o un nuncio que no va por el camino de la santidad y se deja involucrar en las muchas formas, en las numerosas maneras de mundanidad espiritual, hace el ridículo y todos se ríen de él. Por favor, no hagáis el ridículo: o santos o volved a la diócesis como párrocos; pero no seáis ridículos en la vida diplomática, donde para un sacerdote existen tantos peligros para la vida espiritual».
«El clericalismo es también una tentación muy actual. Curiosamente, en la mayoría de los casos, se trata de una complicidad pecadora: el cura clericaliza y el laico le pide por favor que lo clericalice, porque en el fondo le resulta más cómodo. El clericalismo explica, en gran parte, la falta de adultez y de cristiana libertad en parte del laicado latinoamericano. O no crece (la mayoría), o se acurruca en cobertizos de ideologizaciones o en pertenencias parciales y limitadas. La propuesta de los grupos bíblicos, de las comunidades eclesiales de base y de los Consejos pastorales va en la línea de superación del clericalismo y de un crecimiento de la responsabilidad laical».
«Si una persona es gay y busca al Señor y tiene buena voluntad, ¿quién soy yo para juzgarla? El catecismo de la Iglesia católica lo explica de forma muy bonita. Dice que “no se debe marginar a estas personas por eso, deben ser integradas en la sociedad”. El problema no es tener esta tendencia. No. Debemos ser hermanos. El problema es hacer un lobby».
«La Iglesia se ha expresado ya perfectamente sobre eso, no era necesario volver sobre eso (en la JMJ), como tampoco hablé sobre la estafa, la mentira ni otras cosas sobre las cuales la Iglesia tiene una doctrina clara. No era necesario hablar de eso, sino de las cosas positivas que abren camino a los chicos, ¿no es cierto? Además, los jóvenes saben perfectamente cuál es la postura de la Iglesia».
«El papel de la mujer en la Iglesia no es sólo el de mamá, que trabaja, que da… Es otra cosa. Pablo VI escribió algo muy hermoso sobre las mujeres, pero creo que debemos avanzar en la explicitación de este papel y carisma de la mujer en la Iglesia. No se puede entender una Iglesia sin mujeres. (...) Creo que todavía no hemos hecho una profunda teología de la mujer en la Iglesia. Sólo un poco de esto y de lo otro: lee la lectura, mujeres monaguillo, es la presidenta de Cáritas… Pero hay más. Hay que hacer una profunda Teología de la mujer.
«En cuanto a la ordenación (sacerdotal) de las mujeres la Iglesia ha hablado y dice ‘no’. Lo ha dicho Juan Pablo II, y con una formulación definitiva. Esa puerta está cerrada. Pero sobre esto quiero decirles algo: la Virgen María era más importante que los Apóstoles y que los obispos y que los diáconos y los sacerdotes. La mujer en la Iglesia es más importante que los obispos y los curas».