Antes de la audiencia general del miércoles, durante el habitual recorrido de Francisco por la Plaza de San Pedro, unos fieles le regalaron una jaula con dos palomas blancas.

Sus asistentes se las acercaron y el Papa agradeció el presente, pero cuando iban a recogerlas, se le ocurrió algo mejor y abrió la puerta para dejarlas libres.

Durante unos momentos jugó con ellas en sus manos, imágenes de gran luminosidad en el naciente verano romano.

Algunos han considerado el gesto como una muestra del franciscanismo del Pontífice, quien emularía así la complicidad con los animales de San Francisco de Asís.