No debemos tener miedo a la libertad que nos da el Espíritu Santo: es lo que ha subrayado en la mañana del miércoles 12 de junio el papa Francisco durante la misa celebrada en la Casa Santa Marta.  

Señaló que en este momento la Iglesia tiene que tener cuidado con dos tentaciones: aquella de volver hacia atrás y la del "progresismo adolescente".

Concelebraron con el papa el cardenal marfileño emérito Bernard Agre, y el cardenal João Braz de Aviz, prefecto de la Congregación para los Institutos de Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica. También participó un grupo de presbíteros, religiosos y laicos de dicho dicasterio.


"No piensen que he venido para abrogar la ley". Francisco ha desarrollado su homilía a partir de estas palabras de Jesús a sus discípulos, y ha indicado que este pasaje sigue al de las Bienaventuranzas, "expresión de la nueva ley", más exigente que la de Moisés.

Esta ley, añadió el papa, es "el fruto de la Alianza", y no se puede entender sin ella.

"Esta Alianza -dijo-, esta ley es sagrada porque llevaba a la gente a Dios". Comparó la "madurez de esta ley" al "brote que sale y se vuelve flor". Jesús -dijo-, "es la expresión de la madurez de la ley" y ha añadido que Pablo habla de dos tiempos "sin cortar la continuidad" entre la ley de la historia y la ley del Espíritu:

"El tiempo del cumplimiento de la ley, el momento en que la ley alcanza su madurez: es la ley del Espíritu. Este avanzar por este camino es un poco arriesgado, pero es la única forma de madurez, para salir de las veces en las que no fuimos maduros. En este camino hacia la madurez de la ley, que se da precisamente con la predicación de Jesús, siempre existe el miedo, miedo a la libertad que nos da el Espíritu. ¡La ley del Espíritu que nos hace libres! Esta libertad nos da un poco de miedo, porque tenemos miedo de confundir la libertad del Espíritu con otra libertad humana".

La ley del Espíritu, insistió, "nos lleva en un camino de continuo discernimiento para hacer la voluntad de Dios y esto nos da miedo. Un miedo, advirtió, que "tiene dos tentaciones". La primera, es la de "volver hacia atrás", de decir que "se puede hasta aquí, no se puede por allá", y luego con el tiempo "nos quedamos aquí".

Esta -advirtió-, "es un poco la tentación del miedo a la libertad, el miedo del Espíritu Santo". Un temor ante lo que "es mejor ir a lo seguro".

El papa contó de un superior general que, en los años treinta, había "prescrito todo tipo de reglas anticarisma" para sus religiosos, "un trabajo de años". Así fue que llegó a Roma para encontrar un abad benedictino que, al oír este hecho, le dijo que al final habría "matado el carisma de la congregación", "habría matado la libertad", ya que "este carisma da frutos en la libertad y él había frenado el carisma".

"Hay esta tentación de volver atrás, porque estamos más ´seguros´ atrás: pero la seguridad plena está en el Espíritu Santo que te lleva hacia adelante, y lo que da esa confianza --como dice Pablo--, es el Espíritu, que es más exigente porque Jesús nos dice: "En verdad les digo: hasta que no hayan pasado los cielos y la tierra, no pasará ni un ápice de la ley". ¡Es más exigente! Pero no nos da aquella seguridad humana. No podemos controlar al Espíritu Santo: ¡ese es el problema! Esto es una tentación".

Luego dijo que hay otra tentación, aquella del "progresismo adolescente", que nos hace "salir del camino". Ver una cultura y "no estar tan distanciados" de la misma:

"Tomamos de un lado o de otro, los valores de esta cultura... ¿Quieren hacer esta ley? Adelante con esta ley. ¿Quieren seguir adelante con lo otro? Ampliemos un poco el camino. Al final, como he dicho, no es un verdadero progresismo. Es un progresismo adolescente: como los adolescentes que quieren tener todo con entusiasmo ¿y al final? Se desliza... Es como cuando el camino está congelado por la escarcha y el coche resbala y se sale del camino... ¡Es otra tentación de ese momento! Nosotros, en este momento de la historia de la Iglesia, ¡no podemos volver atrás ni salirnos fuera de la carretera!"

El camino, dijo, "es el de la libertad en el Espíritu Santo, que nos hace libres; del continuo discernimiento acerca de la voluntad de Dios para seguir adelante en este camino, sin tener que volver atrás y sin salirnos fuera del camino". Pidamos al Señor -concluyó-, "la gracia que nos da el Espíritu Santo para seguir adelante."