Pasado el mediodía del jueves 6 de junio, el Papa Francisco recibió a la Comunidad de la Pontificia Academia Eclesiástica.
Se trata de los sacerdotes (unos 40) que estudian y se preparan para representar a la Santa Sede en el servicio diplomático en las nunciaturas de todo el mundo.
Es un trabajo, dijo el Papa, que “requiere, como cualquier otro tipo de ministerio sacerdotal, una gran libertad interior: vivan estos años de su preparación con el compromiso, la generosidad y grandeza del alma, de modo que esta libertad pueda realmente tomar forma en ustedes!”
El Papa ha explicado que tener “libertad interior” significa no tener ataduras con los propios proyectos, con las propias ambiciones o miras personales, sino estar abiertos, en la caridad, a la comprensión de otras culturas, mentalidades y lugares. “Poniendo siempre en primer lugar, no la propia realización personal o reconocimiento, sino el bien superior de la causa del Evangelio y el cumplimiento de la misión que os será confiada”.
“Por esta razón, ustedes deben estar dispuestos a integrar toda su visión de la Iglesia, incluso legítima, cualquier idea personal o de juicio, en el horizonte de la mirada de Pedro y de su misión peculiar al servicio de la comunión y de la unidad del rebaño de Cristo, de su caridad pastoral, que abarca todo el mundo, y que, gracias a la acción de las Representaciones Pontificias, desea estar presente sobre todo en aquellos lugares, a menudo olvidados, donde mayores son las necesidades de la Iglesia y de la humanidad”.
Fecundos en Dios
"En una palabra, el ministerio al cual ustedes se preparan -ha insistido el Papa- les invita a salir de sí mismo a través de un intenso viaje espiritual. “A la luz de la fe, podemos vivir la libertad de nuestros proyectos y de nuestra voluntad, no como un motivo de frustración y de vacío, sino como una apertura al don sobreabundante de Dios, que hace fecundo nuestro sacerdocio”.
“Tengan un gran cuidado de la vida espiritual, que es la fuente de la libertad interior. Ustedes pueden hacer tesoro precioso de los instrumentos de la conformación a Cristo propios de la espiritualidad sacerdotal, cultivando una vida de oración y haciendo de su trabajo diario una escuela de su santificación. Me gusta recordar aquí la figura del beato Juan XXIII, de la que hace unos días celebramos el quincuagésimo aniversario de la muerte: su servicio como representante Pontificio fue una de las tareas, y no la menos importante, en las que se formó su santidad. Releyendo sus escritos, impresiona el cuidado que él siempre puso en la vigilancia de su propia alma, en medio de los más variadas ocupaciones en el campo eclesial y político. De ahí surgían su libertad interior, la alegría que transmitía al exterior, y la misma eficacia de su acción pastoral y diplomática”.
El ejemplo de Juan XXIII
El Santo Padre Francisco ha recordado que el beato Juan XXIII, años más tarde, siendo ya patriarca de Venecia escribió: “Ahora me encuentro en pleno ministerio directo de las almas. En verdad siempre he creído que para un eclesiástico la llamada “diplomacia” debe estar siempre impregnada de espíritu pastoral, de lo contrario, no cuenta nada, y ridiculiza una misión sagrada."
Juan XXIII fue nuncio en Turquía, durante la Segunda Guerra Mundial, cuando se implicó en ayuda refugiados y judíos que huían de los nazis, y también en la Francia laicista de después de la Guerra Mundial.