El Papa Francisco ha presidido este domingo desde la Basílica de San Pedro del Vaticano la solemne Adoración Eucarística, a la que, en el marco de las celebraciones por el Año de la Fe, estaban llamadas a participar al mismo tiempo todas las diócesis del mundo, con sus respectivas catedrales.
Con este acto, de una hora de duración, Francisco quiso, en calidad de cabeza de la Iglesia, ponerse al frente de un rezo global al unísono, en la primera iniciativa de este tipo que se hace en la Iglesia Católica, coincidiendo además con la celebración del 50 aniversario de la apertura del Concilio Vaticano II.
A las 17.00, hora local el Papa entró en la basílica de San Pedro, que estaba conectada con otros templos católicos a través de Internet y de la señal televisiva por satélite.
El Pontífice portaba un báculo pastoral que usó el papa Pío IX y que ya fue utilizado por su predecesor, Benedicto XVI (2005-2013), en la segunda parte de su Pontificado.
El acto, al que estaban convocados los católicos de todos los rincones del planeta, tuvo como gran protagonista el silencio en el que se desarrollaron los rezos particulares de cada asistente, intercalados con distintas lecturas bíblicas que se recitaron con la música de fondo de un arpa.
El propio Francisco propuso las intenciiones. La primera fue: “Por la Iglesia, extendida en todo el mundo y recogida hoy en señal de unidad en la adoración de la Santísima Eucaristía. Que el Señor la haga cada vez más obediente a la escucha de su Palabra para presentarse ante el mundo siempre ´más hermosa, sin mancha, ni arruga, sino santa e inmaculada´. Que a través de su fiel anuncio, la Palabra que salva resuene aún como portadora de misericordia y haga que el amor se redoble para dar un sentido pleno al dolor y al sufrimiento, devolviendo alegría y serenidad”.
La segunda intención del papa Francisco fue: “Por aquellos que en los diversos lugares del mundo viven el sufrimiento de nuevas esclavitudes y son víctimas de la guerra, de la trata de personas, del narcotráfico y del trabajo ´esclavo´; por los niños y las mujeres que padecen todas las formas de la violencia.
¡Que su grito silencioso de ayuda encuentre a la Iglesia vigilante para que, teniendo la mirada puesta en Cristo crucificado no se olvide de tantos hermanos y hermanas dejados a merced de la violencia! Por todos aquellos que, además, se encuentran en la precariedad económica, sobre todo los desempleados, los ancianos, los inmigrantes, los que carecen de hogar, los presos y cuantos experimentan la marginación. ¡Que la oración de la Iglesia y su cercanía activa les de consuelo y ayuda en la esperanza y fuerza y audacia en la defensa de la dignidad de la persona!”
Según explicó el presidente del Consejo Pontificio para la Nueva Evangelización, Rino Fisichella, con este acto "histórico", encuadrado también en la celebración del Corpus Christi, se pretende dar muestra del carácter de "unidad" y "portadora de misericordia" hacia los más débiles que tiene la Iglesia.
"Hemos tenido una adhesión masiva a esta iniciativa que se ha extendido más allá de las catedrales y ha implicado a conferencias episcopales, parroquias, congregaciones religiosas, especialmente los monasterios de clausura, y las asociaciones", dijo Fisichella recientemente durante la presentación del acto.
El programa del acto, retransmitido en directo por televisión, contemplaba momentos de adoración silenciosa, cánticos, así como una serie de breves lecturas bíblicas alternadas con oraciones escritas por los últimos papas, desde Pío XII a Benedicto XVI, pasando por Pablo VI, Juan XXIII y Juan Pablo II.
A esta iniciativa se han querido sumar, desde la distancia, los fieles de lugares tan diversos como las Islas Galápagos, Noruega, Bangladesh, Rusia o Japón, algunas de ellas desafiando a un muy distinto huso horario con respecto al Vaticano. También desde España y Latinoamérica se ha secundado esta bella iniciativa.