El pasado domingo 19 de mayo, fiesta de Pentecostés, después de la misa ante 200.000 personas, dedicada a esta fiesta del Espíritu Santo, el Papa Francisco pasó a saludar a unos enfermos en la Plaza de San Pedro, para bendecirlos brevemente con la señal de la cruz en la frente y para darles un gesto de cariño.
Fue entonces cuando se produjo esta escena: antes de bendecir a uno de los enfermos en silla de ruedas, un sacerdote le explica brevemente su situación.
El Papa entonces decide imponerle ambas manos y orar por él con intensidad y concentración. El hombre, hasta ese momento sereno, responde entonces abriendo la boca en un aullido y deslizándose ligeramente hacia atrás, un comportamiento extraño, pero que no desconcierta para nada al Pontífice.
El sacerdote tiende después un dossier con documentación para el Santo Padre, que recoge uno de los ayudantes papales. Mientras el Papa pasa a saludar otros enfermos, el sacerdote sigue orando por el chico en la silla de ruedas.
Esta escena ha sido analizada en el programa "Vade Retro" de TV2000, emisora de la Conferencia Episcopal Italiana, un programa que suele hablar de la acción del demonio, y sus comentaristas aseguraron que "no hay dudas de que se trató de un exorcismo".
Sin embargo, sería más exacto considerar que se trató de una oración de liberación, en la que se pide a Dios que libere a una persona de la acción del demonio.
La Iglesia reserva el concepto de exorcismo a un ritual completo, oficialmente aprobado, que realiza un obispo o sacerdote exorcista por él encargado, y en el que el exorcista se dirige al demonio y le ordena que se retire.
Cualquier fiel (de hecho, cualquier persona) puede hacer una oración de liberación, dirigiéndose a Dios y pidiéndole que libere a alguien oprimido por el demonio, pero sólo un exorcista con mandato eclesial puede hacer un exorcismo, dirigiéndose directamente al demonio y dándole órdenes con autoridad para que se vaya.