Como toda organización humana, tiene partidarios y no pocos detractores que les acusan de formar un poderoso lobby que se mueve entre poderosos. Lo que nadie puede poner en duda son sus logros a favor de la paz, de los pobres y del ecumenismo. Incluso parlamentarios italianos de todos los partidos políticos firmaron una moción para proponer que la Academia sueca les concediera el Nobel de la Paz en 2002.
En 1968, el prestigioso historiador italiano Andrea Riccardi aún no había cumplido los 20 años y se disponía a fundar la Comunidad de San Egidio. Desde entonces, estos «cascos azules» del Vaticano han logrado resolver diversos conflictos armados en África o Iberoamérica, «obligando» a las partes enfrentadas a firmar una paz duradera. Así ha sido en Mozambique, Burundi o Guatemala. Y es que la relevancia internacional de esta Comunidad ha venido por sus logros a favor de la paz entre los pueblos.
El caso de Mozambique se ha convertido ya en el caso paradigmático, pues desde que en 1992 lograran que las partes enfrentadas firmaran la paz, su compromiso con esa nación africana es constante y ha impedido nuevos estallidos de violencia. De hecho es un caso singular también porque es el único país africano que ha logrado salir definitivamente de un conflicto civil armado, que se prolongó durante más de 16 años.
Los acuerdos de paz entre el Gobierno y la oposición armada se firmaron en Roma, gracias a la mediación de la Comunidad de San Egidio. En marzo del año 2001 Andrea Riccardi intervino ante la Asamblea de la República de Mozambique para exigir que se respetaran aquellos acuerdos, en un momento en el que el enfrentamiento entre los dos partidos mayoritarios por denuncias de corrupción electoral, y que provocó enfrentamientos en los que murieron 22 personas, corría serio peligro de degenerar en violencia.
En Mozambique desarrollan, entre otros, un programa de asistencia a los 160.000 huérfanos que ha provocado el sida. Consiguieron llevar los tratamientos con antirretrovirales conocidos en el Primer Mundo que permitieron que naciera el primer niño sano de una madre enferma de sida.
En 1999 lograron mediar entre el Gobierno y la oposición de Burundi para que se reunieran en Tanzania y así seguir con las conversaciones orientadas a conseguir un acuerdo de paz. Tras ocho años de guerra civil, una vez más los «cascos azules» de Dios consiguieron en mayo de 2001 que las partes enfrentadas (a excepción de una formación hutu) firmaran en Roma un acuerdo para poner en práctica los acuerdos de Arusha de otoño de 2000 que no habían sido cumplidos.
Aunque buena parte de sus negociaciones se llevan a cabo en África, también la labor de esta «diplomacia paralela» ha tenido sus frutos en algunos países de Iberoamérica. Al igual que en Mozambique, su mediación permitió acabar con la guerra civil en Guatemala. En el mes de abril de 2003 mediaron con la guerrilla colombiana y consiguieron -sin pago de rescate alguno- la liberación de dos técnicos italianos que llevaban raptados 19 meses.
El Papa ha resumido su carisma así: «La amistad vivida con sensibilidad evangélica permite cruzar fronteras y saltar distancias, incluso cuando parecen insuperables -explicó el pontífice-. Se trata de un auténtico arte del encuentro, de una atención cuidadosa por el diálogo, de una pasión amorosa por la comunicación del Evangelio. Esta amistad se convierte en fuerza de reconciliación; una fuerza verdaderamente necesaria en este tiempo dramáticamente marcado por conflictos y enfrentamientos violentos».
Este movimiento de laicos agrupa a más de 40.000 personas en 60 países. La oración, la comunicación del Evangelio, la solidaridad con los pobres, el ecumenismo y el diálogo son los cinco pilares de esta «asociación pública de fieles» que tomó el nombre de la iglesia del barrio de Trastévere donde empezaron a reunirse para la oración y a servir a los más necesitados. «Somos una pequeña gran realidad -confiesa Riccardi- compuesta por hombres y mujeres que creen y que trabajan por los pobres en las más diversas latitudes del mundo.
Y dentro de la Iglesia sentimos que nuestro papel es el de vivir el Evangelio y de reclamar constantemente la amistad con los últimos y la necesidad del diálogo». Desde que Juan Pablo II convocara el Encuentro Interreligioso de oración por la Paz en Asís, en 1986, la Comunidad de San Egidio ha mantenido vivo ese espíritu y se ha comprometido a difundir el mensaje de la Paz, convocando desde entonces todos los años un Encuentro Internacional que recordara aquel compromiso de las religiones por la paz. Roma, Varsovia, Malta, Bruselas, Milán, Jerusalén, Venecia, Bucarest, Lisboa.
El primero de los encuentros del siglo XXI, que hacía el número 15 desde el primero de Asís, se celebró en Barcelona una semana antes del 11-S, con el lema «Las fronteras del diálogo: religiones y civilización en el nuevo siglo».
No habían pasado quince días tras los terribles atentados, cuando ya reunían en Roma una cumbre de líderes cristianos y musulmanes a la que asistieron representantes de las Iglesias católica, ortodoxa, luterana, metodista, además de personajes relevantes del mundo islámico procedentes de Egipto, Arabia Saudí, Emiratos Árabes, Estados Unidos, Argelia, Qatar e Irán.