Durante el tradicional rezo del Regina Coeli, la plegaria que sustituye al Ángelus durante el tiempo pascual, el Papa Francisco invitó a «rezar de modo particular por los cristianos que sufren persecución», y lo repitió dos veces.
Ante miles de peregrinos que abarrotaban una soleada plaza de San Pedro e invadía la Vía della Conciliazione, el Papa hizo una reflexión sobre el episodio del arresto de los Apóstoles en Jerusalén cuando anunciaban la Resurrección de Jesús desobedeciendo la prohibición impuesta por las autoridades del Templo, que los hicieron azotar.
El Papa señaló que los Apóstoles salieron «alegres de haber sido dignos de sufrir ultrajes por el nombre de Jesús», y explicó que esa fuerza les venía de que «su fe se basaba en una experiencia muy fuerte y personal de Jesús resucitado, por eso no tenían miedo a nada ni a nadie».
Como consejo práctico, el Papa invitó a «anunciar con franqueza y valentía la Resurrección del Señor», al tiempo que saludaba a los chicos y chicas que se están preparando para la Confirmación, un sacramento que Francisco impartirá personalmente el próximo 28 de abril en la plaza de San Pedro.
El Papa se despidió al estilo familiar romano: «Buen domingo y buen almuerzo».
Queridos hermanos y hermanas: Quisiera detenerme brevemente en la página de los Hechos de los Apóstoles que se lee en la Liturgia de este Tercer Domingo de Pascua. Este texto narra que la primera predicación de los Apóstoles en Jerusalén llenó la ciudad de la noticia que Jesús era verdaderamente resucitado, según las Escrituras, y era el Mesías anunciado por los Profetas.
Los sumos sacerdotes y los jefes de la ciudad buscaron frenar el nacimiento de la comunidad de los creyentes en Cristo e hicieron encarcelar a los Apóstoles, ordenándoles de no enseñar más en su nombre. Pero Pedro y los otros once respondieron: «Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres. El Dios de nuestros padres ha resucitado a Jesús… lo exaltó con su poder haciéndolo Jefe y Salvador… Nosotros somos testigos de estas cosas, nosotros y el Espíritu Santo que Dios ha enviado a los que obedecen» (Hech 5,29-32). Entonces hicieron azotar a los Apóstoles y les ordenaron nuevamente de no hablar más en nombre de Jesús. Y ellos se fueron «dichosos de haber sido considerados dignos de padecer por el nombre de Jesús (v. 41).
¿Dónde encontraban los primeros discípulos la fuerza para dar este testimonio? No sólo: ¿de dónde les venía la alegría y el coraje del anuncio, a pesar de los obstáculos y las violencias? No olvidemos que los Apóstoles eran personas simples, no eran escribas, doctores de la ley, ni pertenecían a la clase sacerdotal. ¿Cómo han podido, con sus límites y obstaculizados por las autoridades, llenar Jerusalén con sus enseñanzas? (Cfr. Hech 5, 28) Es claro que solamente la presencia del Señor Resucitado y la acción del Espíritu Santo con ellos pueden explicar este hecho. Su fe se basaba en una experiencia tan fuerte y personal de Jesús muerto y resucitado, que no tenían miedo de nada y de ninguno, es más, veían las persecuciones como un motivo de honor, que les permitía seguir las huellas de Jesús y de parecerse a Él, testimoniándolo con la vida.
Esta historia de la primera comunidad cristiana nos dice una cosa muy importante, que es válida para la Iglesia de todos los tiempos, también para nosotros: cuando una persona conoce verdaderamente Jesucristo y cree en Él, experimenta su presencia en la vida y la fuerza de la Resurrección, y no puede no comunicar esta experiencia. Y si encuentra incomprensiones o adversidades, se comporta como Jesús en su Pasión: responde con el amor y la fuerza de la vida.
Rezando juntos el Regina Coeli, pidamos la ayuda de María Santísima para que la Iglesia en todo el mundo anuncie con sinceridad y coraje la Resurrección del Señor y dé testimonio válido con signos de amor fraterno. Recemos en modo particular para que los cristianos que sufren persecución sientan la presencia viva y confortante del Señor Resucitado.