Messori ha escrito un artículo demoledor sobre el juicio que hacen algunos medios de comunicación de corte laicista sobre el momento que está viviendo la Iglesia. Lo titula: Esa lectura política que desfigura la Iglesia
El famoso escritor italiano señala que "hacen reír los opinadores y pretendidos expertos de todo el mundo que en estas semanas, con un aire de superioridad de quien todo lo sabe, diseñan coordenadas en sus medios de comunicación, denuncian acuerdos e indican estrategias más o menos ocultas entre los electores. El enfoque de artículos y apariciones televisivas similares es pedante y seductor. Parece que quien escribe o habla guiña el ojo para dar a entender que es necesario ser listo y que es él, que conoce lo que ocurre en la trastienda oculta, el que revelará lo que sucede realmente detrás: ¡toda una cuestión de poder y de dinero en lugar de religión!".
"Muchos de estos presuntos análisis son vaniloquios que hacen reír: según un inextirpable vicio, se aplican categorías impropias para interpretar una realidad totalmente diversa. Es la deformación obsesiva, podríamos decir maníaca, de quien pretende interpretar la realidad religiosa utilizando también las habituales categorías políticas, las aburridas y gastadas (y, en este caso, totalmente engañosas) distinciones entre derecha—izquierda, conservadores—progresistas, tradicionalistas—modernistas, dialogantes—integristas".
"El resultado -dice Messori- es la total incomprensión de la vida eclesial, y la idiocia deformante presentada como un brillante y agudo examen. «Todo ente», advierte santo Tomás de Aquino haciendose eco de Aristóteles «debe ser interpretado y entendido de acuerdo con entidades de su misma naturaleza». ¿Qué se puede comprender de las intenciones profundas de hombres de fe, en el vértice de la Iglesia de Cristo, conscientes de que deberán aparecer delante de Él para ser juzgados? ¿Qué se puede comprender? ¿Quién querría interpretar a estos ancianos sacerdotes —a menudo con biografías heroicas, perseguidos a causa de su fe— como si fueran personajes de una cámara de diputados del mundo o como miembros del consejo de administración de una multinacional cualquiera?".
Messori subraya que "si utilizamos términos fuertes para estos artífices de la desinformación que han echado raíces —hoy como siempre— en todo el media-system mundial, es para adecuarnos al estilo cortante utilizado una vez también por el manso y mesurado Benedicto XVI".
"Benedicto XVI, que ha recordado que al pueblo, incluido el católico, no le han llegado los documentos auténticos, sino sus interpretaciones tendenciosas realizadas por periodistas, opinadores, escritores, cuando no especialistas y expertos clericales partidarios de «facciones». Pero es injusto jugar al victimismo habitual, como si la deformación del Concilio hubiera sido obra de algún complot externo: en realidad (el mismo Ratzinger lo ha recordado a menudo) buena parte del desastre, diría que el más pernicioso, ha sido llevado a cabo por hombres de Iglesia. Al mundo entero y al propio Pueblo de Dios no le llegó el impulso religioso de los Padres, el fervor por el apostolado, su mirada hacia el Evangelio de siempre y de hoy; más bien al contrario, le llegó la lectura «política» oscura, angosta y sectaria".
"Aquellas complejas y sabias catedrales teológicas en miniatura que eran y son los documentos auténticos del Vaticano II fueron constreñidas en una camisa de fuerza de un presunto desencuentro sin exclusión de culpas entre progresistas y conservadores, entre la oscura reacción en la oscuridad y el luminoso sol del porvenir invocado por los izquierdistas, por aquel entonces con túnica, pero pronto en traje esquimal".
"En su discurso cálido y paterno al clero romano, el Papa Ratzinger no ha dudado en utilizar palabras de dura condena («fue una calamidad, ha creado muchas miserias») hacia las intrusiones de los medios de comunicación, guiados por aquellos que pretendían dividir todo entre «derecha» e «izquierda», quienes querían reducir todo a una cuestión de lobby, de personas que se enfrentaban entre sí para defender o para conquistar el poder".
"Quien vive dentro la Iglesia —y no por una pertenencia sociológica aburrida, sino por el don vivo y gratuito de la fe— constata la miseria y la impotencia de los esquemas que querrían reducir a perspectivas trivialmente humanas la compleja y rica experiencia religiosa. El creyente sabe que las llamadas formaciones de conclavistas, aunque existen, no se explican —al menos no más que en algunos casos marginales— con las categorías válidas para la dialéctica política. Es cierto que también el aspecto político es importante en la parte humana de la Iglesia y sus hombres se equivocarían si no lo tuvieran en cuenta. El error es intentar medir con ese metro «otra» realidad como la Iglesia".
Por último, el escritor italiano señala a aquellos analistas ajenos a la Iglesia que opinan de ella con gran seguridad: "¿Qué puede comprender de esta perspectiva una persona que no participa de ella y que quizá presume de esta distancia, haciéndola pasar como una garantía de objetividad?".
Para leer el artículo completo pinche AQUÍ