El padre Pierluigi Maccalli fue liberado el pasado 9 de octubre tras más de dos años de cautiverio en manos de los yihadistas entre Níger y Mali. Este lunes 9 de noviembre pudo reunirse en una audiencia privada con el Papa, que le consoló y agradeció su testimonio.
Este misionero de la Sociedad de Misiones Africanas ha hablado de su encuentro con Francisco. “Me emocioné, sobre todo diciéndole al Papa lo que viví y también confiado a su oración, especialmente a las comunidades a las que iba y que ahora están sin presencia misionera y sin sacerdote desde hace más de dos años”, explicó en una entrevista con Vatican News.
De este modo, el padre Maccalli dio las gracias al Papa por haber rezado todo este tiempo por él. Y contaba que Francisco le respondió: “’Nosotros te apoyamos a ti, pero tú apoyaste a la Iglesia’. No tuve palabras ante esto: yo, un pequeño misionero y él que me hablaba así… realmente no tengo palabras”.
En este encuentro tras dos años de un sufrimiento extremo, este misionero sintió “el abrazo de un padre, este padre que llevó en la oración todos los días”. Y es que Maccalli consideraba que “nunca hubiera pensado que un misionero que va a las afueras del mundo pudiera encontrarse un día ante el propio Papa, que apoya a la Iglesia universal. Son emociones difíciles de expresar... Yo continué diciendo, gracias, gracias, gracias, gracias”.
Recordando su cautiverio, el misionero italiano dijo que “las lágrimas fueron mi pan durante muchos días y han sido mi oración cuando no sabía qué decir. Incluso me lo escribí un día. Leí en una historia rabínica que Dios cuenta el número de lágrimas de las mujeres y le dije: "Señor, quién sabe si incluso cuentas las de los hombres. Te las ofrezco en oración para regar esa tierra árida de la misión, pero también la tierra árida de los corazones que sienten odio causando guerra y violencia”.
“Allí te das cuenta de que lo esencial es tener agua para beber, tener algo para comer, aunque sea el mismo alimento todos los días, cebollas, lentejas y sardinas. Pero como ves, no son los platos refinados los que hacen la sustancia. Lo mismo ocurre en la vida espiritual: lo que cuenta es el shalom, el perdón y la hermandad, y como misionero me siento aún más animado a ser testigo de la paz, la hermandad y el perdón, hoy y siempre”, agregó.