Benedicto XVI cumple hoy el segundo día de los ejercicios espirituales que iniciaron ayer con motivo de la cuaresma, los que realiza junto a la Curia Romana. Las tres meditaciones diarias están siendo predicadas por el cardenal Gianfranco Ravasi, presidente del Pontificio Consejo de la Cultura.
Los mismos se realizan, como todos los años, en el Vaticano, en la Capilla Redemptoris Mater, situada en el Palacio Apostólico. El tema de estos ejercicios es “Ars orandi, ars credendi. El rostro de Dios, y el rostro del hombre en la oración de los salmos”. Y las meditaciones se podrán descargar todos los días, desde Radio Vaticano.
Ayer, pocas horas antes de entrar en el retiro espiritual, durante el ángelus, Benedicto XVI arremetió nuevamente contra la tentación de instrumentalizar a Dios para los propios intereses, buscando el éxito con el pretexto de hacer el bien. El papa retomó así la catequesis del miércoles pasado, que profundiza en las tentaciones del diablo a Jesús.
Y siempre ayer, el santo padre envió un tuit invitando a los miles de seguidores: “La cuaresma es un tiempo favorable para descubrir la fe en Dios como base de nuestra vida y de la vida de la Iglesia”.
Los ejercicios, que se prolongarán hasta el sábado 23, iniciaron con la exposición del Santísimo Sacramento, seguida por las segundas vísperas del primer domingo de cuaresma.
En la primera meditación, el cardenal Ravasi propuso una imagen bíblica para representar el rol futuro del papa en la Iglesia: Moisés que sube en el monte para rezar por el pueblo de Israel, que en el valle combate contra Amalec.
“Esta imagen --dijo el cardenal Ravasi en declaraciones a la Radio Vaticano- representa la función principal del papa por la Iglesia, o sea la intercesión, interceder, nosotros nos quedaremos en el ´valle´, donde está Amalec, el polvo, el miedo, los terrores y también las pesadillas, pero también las esperanzas, donde usted estuvo durante estos ocho años con nosotros. De ahora en adelante sabremos que en lo alto del monte está su intercesión por nosotros”.
Los ejercicios además, indicó Ravasi, deben “librar nuestra alma del polvo de las cosas, y del lodo del pecado, de la arena de la banalidad, de las ortigas de los cotilleos, que sobretodo en estos días llenan sin interrupción nuestros oídos”.
En la meditación de esta mañana en cambio, el purpurado propuso cuatro ideas: Rezar es respirar, porque la oración es como el aire para nuestra vida. Rezar es pensar y conocer a Dios, como lo hacía María que custodiaba los eventos en su corazón.
Rezar es también luchar con Dios, especialmente cuando uno está en la aridez, en la oscuridad de la vida, cuando elevamos hacia lo alto nuestro grito desesperado, que puede parecer incluso blasfemo. Rezar para poder abrazar a Dios.
El salmo 119 inspiró también la reflexión del predicador, que recordó cómo la Palabra guía en el interior de las tinieblas, en particular en la cultura de hoy en la que el horizonte es fluido e incierto, en donde se celebra la amoralidad, la absoluta indiferencia por la cual “no hay ya distinción entre dulce y amargo”, todo genéricamente gris. La Palabra que indica la verdadera escala de valores, “muchas veces calibrada solamente por dos cosas: el dinero y el poder”.
En sus meditaciones, el purpurado añadió: “La ausencia de estupor en el hombre contemporáneo es signo de superficialidad. Y apoyado sólo en las obras de sus manos, es incapaz de levantar los ojos hacia el cielo y de admirar en profundidad los dos extremos del universo y del microcosmo”.
Y ejemplificó: “El hombre sin contemplación arruina la tierra usándola solamente de manera instrumental” porque “perdió el sentido de la tierra como hermana”.
Parte de la meditación se centró además en el diálogo entre la fe y la ciencia. “La fe responde a los por qué y la ciencia a los cómo”.