Benedicto XVI recibió en audiencia a los «Eminentísimos Cardenales: Julián Herranz, Jozef Tomko y Salvatore De Giorgi». Una pequeña mención en el boletín de la Sala de prensa de la Santa Sede, al lado de las audiencias concedidas al Comité Olímpico Nacional Italiano y al líder palestino, Abu Mazen.
¿Cuál es el significado de este encuentro con los tres purpurados de la comisión que fue creada en abril y que recibió el encargo de llevar a cabo una profunda investigación interna sobre la fuga de documentos? Como se sabe, los tres cardenales ya habían entregado un primer informe al Pontífice, un texto con el resultado de todas las audiciones que llevaron a cabo en absoluto secreto, de las que iban surgiendo no solo la responsabilidad del ex ayudante de cámara, Paolo Gabriele (que confesó el delito y fue condenado por haber robado y difundido documentos reservados), sino también el clima en el que se verificó el escándalo de los “vatileaks”.
No hay que excluir que durante el encuentro se haya mencionado la gracia para Paolo Gabriele, que según algunas fuentes podría ser concedida en Navidad, para que el ex mayordomo que se encuentra actualmente encarcelado en una de las celdas de la Gendarmería vaticana, pueda pasar las fiestas con su familia.
El Papa quiso hacer saber que la decisión de la gracia no debía considerarse automática o descontada, en ausencia de una plena consciencia, por parte del interesado, de la gravedad de lo que había cometido.
Entre los motivos de la sentencia se especificaba que la acción del ex ayudante de cámara había sido dañina no solo para la persona del Pontífice, sino también para los derechos de la Santa Sede, de toda la Iglesia católica y del estado de la Ciudad del Vaticano. Pero al mismo tiempo, los jueces expresaron que creían en la buena fe del acusado, que afirmaba haber actuado para ayudar y no para dañar a la Iglesia. Una conclusión que parecerían compartir los tres cardenales de la comisión.
Sin embargo, durante la audiencia con el Pontífice que se llevó a cabo hoy seguramente se habló de otras cuestiones. Los tres cardenales han continuado con la investigación. Por lo que el caso de los “vatileaks” no habría terminado con el proceso en contra de los dos acusados (Paolo Gabriele y el técnico informático de la Secretaría de Estado, Claudio Sciarpelleti, que seguirá prestando sus servicios en la Secretaría de Estado, pero en la oficina de estadística).
Lo que no puede considerarse cerrado, sobre todo, es la grieta en la realidad interna vaticana que provocaron los documentos que fueron publicados. La comisión cardenalicia ha trabajado duramente, con determinación, ocupándose (mientras el Tribunal vaticano trataba con el llamado “foro exterior”, es decir las consecuencias públicas de los “vatileaks”) del “foro interior”, aunque no desde el punto de vista sacramental.
Bajo la lupa de los tres purpurados no pasó solamente el caso de la filtración de documentos reservados de la secretaría papal, sino también las realciones internas de la Curia romana, las tensiones que existen y el papel de los personajes indicados en los documentos publicados.
Después de la explosión del escándalo, Benedicto XVI confirmó su confianza en sus principales colaboradores. Al mismo tiempo, tomó decisiones precisas, que indican un nuevo protagonismo: convocó a un segundo Consistorio para corregir la línea demasiado italiana y demasiado curial del que se llevó a cabo en febrero. Concedió la púrpura al Prefecto de la Casa Pontificia James Harvey. Nombró en su lugar (con todo y dignidad de arzobispo) a su secretario privado Georg Gänswein, a quien reforzó como intermediario entre el Papa y el mundo exterior. Y podrían llegar nuevas sorpresas.