La madrileña Marta Lago es, desde principios de mes, la nueva encargada de la edición semanal en lengua española de «L’Osservatore Romano», que cada domingo ofrece LA RAZÓN.

Con amplia experiencia en la información religiosa, Lago es la primera mujer y laica que asume este cargo.

–Al Papa se le entiende muy bien. Pero hay que distinguir la forma elegida para sus palabras y su contexto: no es lo mismo una homilía que un discurso, una intervención espontánea, una catequesis en la audiencia general o una carta apostólica. Es responsabilidad del comunicador hacer del género periodístico una herramienta útil para acercar, no entorpecer, esas intervenciones del Papa hacia los destinatarios. Muchas veces será una tarea compleja, porque la realidad es a menudo compleja. Pero es una tarea posible. Y de Benedicto XVI sorprende su enorme capacidad de simplificar, de abordar cuestiones arduas y hacerlas inteligibles a cualquier tipo de destinatario. Es un comunicador eficaz.


–No se trata sólo de la cifra de hispanohablantes, sino de la cantidad de países hispanohablantes. La mirada, como es lógico, envuelve a América Latina. Es enormemente inspirador el hecho de que Pablo VI consolidara la edición en lengua española en 1969 después de su peregrinación a Bogotá. Para este Papa supuso el abrazo ideal a toda América Latina y quiso que todos pudieran tener a su alcance, de primera mano, la información de la sede apostólica. Procuramos cumplir su mandato pensando en cada lector potencial en español. El hecho de que LA RAZÓN publique en su web cada semana la versión íntegra de nuestra edición facilita mucho esta misión.


–En los últimos cinco años la edición ha introducido cambios en su gráfica, estética, ampliación de contenidos e incremento de firmas. Se da así respuesta a la evolución de la dinámica informativa, a los intereses de los lectores y, evidentemente, a los deseos explícitos de Benedicto XVI para «L’Osservatore Romano». En un periódico de ideas como éste no hay aspecto de la realidad humana que deje de interesar. Cada edición lingüística está atenta a los intereses específicos de sus lectores, pero ello no significa restringir la publicación de contenidos. La mirada debe mantenerse amplia y profunda, sin fronteras geográficas ni prevención. La única limitación en prensa escrita es el espacio y el número de páginas.


–Más que complicación es cuestión de rigor. Rigor que, por otro lado, debe observarse en cualquier medio. Es cierto que el periódico, que es del todo particular, se lee considerándolo expresión autorizada de la Santa Sede. Pero este factor ayuda a mantener alta la exigencia de precisión, ponderación, prudencia. Que de ningún modo impide el dinamismo, la vivacidad del debate y un punto de provocación si hace falta.


–Pueden percibirse muchos grados de «clericalismo» y también de «anticlericalismo» en la información religiosa: implica mutilar en diversa medida la gran riqueza de la Iglesia y la posibilidad de que cualquier persona pueda conocerla libremente. Eso agrede al lector, falta el respeto a su inteligencia y traiciona la verdad. Este ámbito de información es muy delicado porque toca de lleno precisamente la dimensión religiosa de la persona, el sentido de la existencia. Podemos imaginar cuál es el alcance de la responsabilidad del comunicador.