La gran acción purificadora de Benedicto XVI ha creado fastidio”. El 18 de junio -en pleno escándalo “vatileaks”- el secretario de Estado de la Santa Sede, Tarcisio Bertone, vinculó la crisis por la filtración de documentos confidenciales, robados de los aposentos papales, con las decisiones difíciles del actual pontificado. Determinaciones “impopulares” como la intervención directa contra los sacerdotes culpables de abusos sexuales. Pero no sólo. También una depuración del episcopado mundial, una “silenciosa limpieza” que le costó el puesto a decenas de pastores inadecuados.
No existen estadísticas oficiales sobre los obispos obligados a presentar sus renuncias anticipadas en los últimos seis años. Cuando un prelado deja su puesto por enfermedad o “causas de fuerza mayor”, la sala de prensa del Vaticano difunde una nota de tres líneas para informar que la dimisión fue aceptada por el Papa según el número 401.2 del Código de Derecho Canónico, la ley fundamental de la Iglesia.
Desde la llegada de Joseph Ratzinger al trono de San Pedro las dimisiones obligadas se multiplicaron. De acuerdo a un conteo realizado por el Vatican Insider, de abril de 2005 a la fecha dejaron su puesto con esa fórmula 77 obispos, un promedio de uno cada 36 días. De estos sólo una cifra menor se debió a males físicos, como los estadounidenses John Jeremiah McRaith de la diócesis de Owensboro (renunció el 05.01.2009), Ignatius Anthony Catanello de Brooklyn (20.09.2010) y Daniel Buechlein de Indianápolis (21.09.2011), los italianos Karl Golser de Bolzano-Bressanone (27.07.2011) y Filippo Strofaldi de Ischia (07.07.2012).
El resto dimitió, entre otras cosas, por mala administración económica, problemas de tipo sexual, dificultades doctrinales y abierta rebeldía al Papa. Algunos directamente fueron exonerados de sus funciones, tras su negativa a renunciar. Y ante escándalos públicos la Congregación para los Obispos de la Santa Sede concedió retiros en cuestión de días, como en los casos del argentino Fernando María Bargalló de la diócesis de Merlo-Moreno (26.06.2012), captado mientras vacacionaba con una amante, o el chileno Marco Antonio Órdenes Fernández de Iquique (09.10.2012), investigado por supuestos abusos.
Entre los obispos dimisionarios se encuentran religiosos y también diocesanos. Uno de los primeros en salir de escena tras el inicio del ministerio de Benedicto XVI fue el obispo de Linz, Maximiliam Aichern (18.05.2005), conocido por sus marcadas posiciones progresistas. Cuatro años más tarde (02.03.2009), Gerhard Maria Wagner rechazó el nombramiento que le hizo el Papa como pastor de esa diócesis austríaca por una revuelta de sacerdotes que lo consideraban “demasiado conservador”.
Como consecuencia de sus posturas doctrinales dejaron el gobierno de sus diócesis también los argentinos Marcelo Angiolo Melani de Neuquén (08.11.2011) y Juan Carlos Romanín de Río Gallegos (26.04.2012); los australianos Patrick Percival Power, auxiliar de Camberra (07.06.2012) y William Morris de Toowoomba (02.05.2011).
Benedicto XVI tampoco ha tolerado las inconductas sexuales de los prelados. Sancionó por igual los abusos contra menores, el concubinato, la “doble vida” con hijos incluidos o los extraños comportamientos morales. Por ello dejaron sus cargos Tamás Szabó, ordinario militar de Hungría (15.03.2007); los centroafricanos Paulin Pomodino de Bangui y Francois-Xavier Yombandje de Bossangoa (26.05.2009); el uruguayo obispo de Minas, Francisco Domingo Barbosa Da Silveira (01.07.2009); el prelado territorial de Trondheim en Noruega, Georg Müller (08.06.2009); el indio de Cochin, John Thattumkal (09.05.2009); el canadiense de Antigonish, Raymond Lahey (26.09.2009); el belga de Brujas, Roger Vangheluwe (23.04.2010); el mexicano avecindado en Perú y vicario apostólico de San José del Amazonas, Alberto Campos Hernández (08.08.2011) y el auxiliar de Los Ángeles en Estados Unidos, Gabino Zavala (04.01.2012).
En diversos países -especialmente en Irlanda, Estados Unidos y Australia- la mala gestión de la crisis por los abusos sexuales cometidos por sacerdotes católicos cortó abruptamente otras tantas carreras eclesiásticas. Mientras tanto en Burkina Faso, Hungría, Italia, Congo, Eslovaquia y Croacia se registraron episodios de pésima administración económica que tampoco fueron ignorados por un Papa empeñado en dejar en claro que, para “limpiar” la Iglesia, no bastan las buenas intenciones. Sólo los hechos y nada más.