El diario vaticano L’Osservatore Romano recordó en la edición del 3 de agosto el aporte concreto de las 23 “madres” del Concilio Vaticano II, invitadas a participar en este importante evento eclesial por el Papa Pablo VI.
En un artículo escrito por la carmelita descalza Cristiana Dobner, la religiosa afirma que “una certeza ha guiado siempre los trabajos de los padres conciliares y sus peritos: el Espíritu sopla, anima y también calma las tormentas”.
“Con el Vaticano II el soplo de novedad, en la historia de la humanidad y de la Iglesia, ha sido realmente inédito: 23 mujeres estuvieron presentes, convocadas el 8 de septiembre de 1964 por Pablo VI como auditoras”.
La religiosa se refiere así a la reciente publicación del libro de Adriana Valerio titulada “Madres del Concilio: 23 mujeres en el Vaticano II”, en el que la autora presenta la personalidad de las 23 convocadas y narra “las vivencias que hicieron el corolario de su presencia silenciosa en el aula pero también sus intervenciones concretas y reales”. El libro se publicó en Italia en julio al cumplirse los 50 años de la apertura del Concilio.
Para Dobner, es necesario “agradecer profundamente al Papa” por haber nominado a las auditoras que “marcan la línea divisoria entre dos concepciones de la mujer: la que la considera relegada a las tareas domésticas y de ayuda de bajo perfil, y la que la considera en toda su potencialidad de inteligencia y ayuda, asumida como la asumió la Patrona de Europa, Edith Stein, con la capacidad de escuchar al otro y saberlo acoger”.
En total las auditoras fueron 10 religiosas y 13 laicas, dos de las cuales eran viudas de la guerra.
“Grandes nombres los de las religiosas, todas empeñadas en sus respectivos ámbitos con estimada profesionalidad, entre las que estaban: Juliana Thomas, la egipcia Khouzam, Pilar Bellosillo García-Verde, presidenta de la Unión Mundial de las Organizaciones femeninas católicas”, Gladys Parentelli, Sabine de Valon, y Margarita Moyano.
Este grupo, afirma la carmelita “se reveló vivaz y capaz de gestionarse a sí mismas demostrando que eran capaces de intervenir en la discusión de los documentos y en su redacción al interior de los grupos de estudio”.
Para concluir, la religiosa señala que este grupo de las “madres” contribuyó efectivamente en el Concilio y colaboró también a entender una verdad, que considera debe pasar a la realidad concreta: “el ser humano, hombre y mujer, ha salido de las manos del Creador y, como tal, debe ser tomado en consideración. No sólo hombre, no sólo mujer”.