El 7 de julio de 2007 Benedicto XVI promulgó el motu proprio Summorum Pontificum, que liberalizaba la misa tradicional en toda la Iglesia, y cinco años después el cardenal norteamericano Raymond Burke, antiguo arzobispo de St Louis y hoy prefecto de la Signatura Apostólica (el "tribunal supremo" de la Iglesia), ha salido en distintos medios explicando el sentido y futuro de la generalización de la llamada forma extraordinaria del rito romano.
La agencia Catholic News Service en inglés, y la revista Famille Chretiènne en francés, recogen sendas entrevistas del purpurado donde lamenta las reticencias a la aplicación del motu proprio: "Es evidente que quedan lugares donde se resiste a lo que el Papa ha pedido, y eso es triste" y "dañino para la Iglesia".
Summorum Pontificum no tuvo sólo como finalidad atraer a los grupos católicos tradicionalistas, explica, sino "preservar las riquezas de fe y oración que ha transmitido la Iglesia y otorgarles su lugar apropiado". El mismo Benedicto XVI señalaba en el motu proprio: "Lo que las generaciones pasadas consideraban sagrado es sagrado también para nosotros, y no puede prohibirse de golpe totalmente o incluso considerarse perjudicial".
Según el cardenal Burke, la reforma litúrgica postconciliar fue "demasiado radical" y fue "más allá de lo que habían planteados los padres conciliares, o incluso quizá en una no completa coherencia con ello": "En mi opinión, el cambio fue excesivo. No puedes coger una realidad viva, el culto a Dios tal y como Dios ha querido que se le rinda culto, y acabar con ella sin violentar y en algunos casos dañar la fe del pueblo".
Durante la entrevista a CNS, Burke da a entender que celebra en privado la misa tradicional (también llamada de San Pío V) y desvela su percepción de lo que la gente percibe cuando asiste a ella: "En mis propias celebraciones públicas me encuentro con que muchas personas que jamás habían asistido a ellas se sienten atraídas por su belleza". Y destaca que la forma extraordinaria del rito romano "transmite de forma particularmente clara que es Cristo mismo quien actúa, renovando el sacrificio del Calvario".
Uno de los puntos más relevantes de las entrevistas concedidas estos días (quiño a unos y aviso a navegantes para otros) es la reivindicación que hace el cardenal de su papel en la aplicación de Summorum Pontificum: "Todo recurso sobre la aplicación del motu proprio debe dirigirse en primer lugar a la comisión pontificia Ecclesia Dei. Si una de las partes no está satisfecha con la decisión, llega a nosotros. Pero nuestro juicio será limitado, porque trataremos la cuestión en un marco estrictamente jurídico. Estudiaremos si se ha violado el derecho canónico, ya sea en el proceso, en la decisión, o en el contenido mismo de la decisión", afirma en Famille Chretiènne.
Burke advierte "un interés y un aprecio cada vez mayor por la forma extraordinaria del rito romano en los fieles en general y en los jóvenes católicos en particular", y confía en que llegue pronto la instrucción que establecerá en la práctica todos los detalles concretos de su aplicación, a la luz de las dificultades aparecidas en estos cinco años.
"En cuanto me atañe personalmente, la aplicación del motu proprio me ha permitido agrandar y profundizar en el conocimiento y amor a la santa liturgia, expresión elevadísima de la fe y de la vida de la Iglesia. Soy testigo personal de los buenos frutos de esta nueva disciplina", concluye.