El Evangelio de este domingo ofrecía al Papa la consideración de las parábolas de la semilla que crece mientras duerme el sembrador, sin que tenga que hacer nada, y del grano de mostaza, que con su pequeño tamaño da lugar a un árbol tan grande.
Con ambas parábolas, dijo Benedicto XVI antes de rezar el Angelus este domingo en la Plaza de San Pedro, "el Señor presenta el misterio de la Palabra y del Reino de Dios, e indica las razones de nuestra esperanza y de nuestros esfuerzos".
Esas razones son precisamente que el crecimiento del Reino de Dios no está en nuestra manos, sino en las del Señor: "El hombre siembra con la confianza de que su trabajo no será infecundo", y esta parábola se refiere "al misterio de la creación y de la redención, de la obra fecunda de Dios en la Historia".
"Él es el Señor del Reino", subrayó, "y el hombre su humilde colaborador, que contempla y goza con la acción creadora divina y espera con paciencia sus frutos". Y lo mismo vale para el enorme crecimiento del grano de mostaza, capaz incluso de romper el terreno al germinar: "Así es el Reino de Dios, una realidad humanamente pequeña, compuesta por los pobres de corazón, por quienes no confían de sus propias fuerzas sino en el amor de Dios, y no confía en sus propias fuerzas, sino en el amor de Dios, por quienes no son importantes a los ojos del mundo. Es sin embargo a través de ellos como irrumpe la fuerza de Cristo y transforma todo lo que es en apariencia insignificante".
El mensaje de ambas parábolas "es claro", según el Papa: "El Reino de Dios, aunque exige nuestra colaboración, es ante todo un don del Señor, una gracia que precede al hombre y a sus obras. Y nuestra pequeña fuerza, aparentemente impotente ante los problemas del mundo, si se sumerge en la de Dios no teme obstáculos, porque la victoria del Señor es segura".