El papa Benedicto XVI dijo hoy en Milán (norte de Italia) que la familia tiene que ser considerada "patrimonio principal de la humanidad" y subrayó la necesidad de que sea ayudada para afrontar la crisis económica y financiera que afecta a la sociedad.

Benedicto XVI hizo estas manifestaciones ante varias decenas de miles de personas reunidas en la plaza del Duomo (catedral) de Milán, que participan en el VII Encuentro Mundial de las Familias católicas, que tiene como lema "La familia, el trabajo y la fiesta", al que asisten familias de 90 naciones, entres ellas España y las latinoamericanas.

Acogido con vivas, ondear de banderas, música y en un ambiente caluroso y festivo, el Obispo de Roma dedicó sus primeras palabras a los que sufren y a los enfermos, a los desempleados y a las familias golpeadas por la crisis económica.

"Envío un afectuoso saludo a todos los que necesitan ayuda y conforto, a las personas solas y en dificultad, a los desempleados, a los enfermos, encarcelados y a los que se ven privados de una casa o de lo indispensable para vivir una vida digna", afirmó.

"!Que no falte a ninguno de estos nuestros hermanos la solidaridad de la colectividad!", agregó el papa, a la vez que expresó su preocupación "por las familias golpeadas por la crisis económica y financiera" que afecta a numerosas partes del mundo.

En el primero de los ocho discursos que pronunciará durante sus tres días milaneses, el papa tuvo un recuerdo para las víctimas y damnificados de los últimos terremotos registrados en la región italiana de Emilia Romagna, cercana a Milán, que se han cobrado 17 vidas y ha dejado 8.000 evacuados.

En esa misa región se registró el 20 de mayo otro terremoto en el que perdieron la vida siete personas.

Benedicto XVI pidió de nuevo la "generosidad y la solidaridad" de todos para ayudar a las poblaciones afectadas.

Tras darle la bienvenida el alcalde progresista Giuliano Pissapia y el cardenal arzobispo de Milán, Angelo Scola, Benedicto XVI resaltó las raíces cristianas de la capital lombarda, donde predicó san Ambrosio y que ha dado a la Iglesia santos como Carlos Borromeo y destacó el papel de la familia en la sociedad.

"La fe en Jesucristo Cristo debe animar a todo el tejido de la vida, personal y social, privada y pública, para permitir un estable y auténtico bienestar comenzado desde la familia, que tiene que ser considerada patrimonio principal de la humanidad, señal de una verdadera y estable cultura en favor del hombre", dijo el papa.

Benedicto XVI señaló que tanto la parte laica de la sociedad como la religiosa están llamadas a trabajar en aras del bien común de los ciudadanos.

Tras este encuentro con la ciudad de Milán en su plaza más emblemática, el papa asistirá a un concierto en el Teatro de La Scala, que dirigirá el maestro argentino-israelí Daniel Barenboim. En el famoso templo de la música sonará la Novena Sinfonía de Beethoven.

Concluido el concierto, el papa se trasladará al arzobispado de Milán, donde se alojará durante su estancia.

Mañana, Benedicto XVI se reunirá con religiosos y religiosas en el Duomo y en estadio de fútbol "Giuseppe Meazza-San Siro" con miles de jóvenes que se preparan para la confirmación.

A primeras horas de la noche se trasladará al parque de Bresso donde se reunirá con las familias de todo el mundo que asisten al evento en una vigilia llamada "fiesta del testimonio".

El domingo oficiará una misa que se espera multitudinaria en el aeropuerto de Bresso y anunciará cuál será la sede del próximo encuentro de las familias católicas.

Los encuentros mundiales de las familias fueron creados por Juan Pablo II y, desde 1994, los organiza el Consejo Pontificio para la Familia.

El primero se celebró ese mismo año en Roma, el segundo en Río de Janeiro (1997), el tercero de nuevo en Roma (2000, coincidiendo con el Año Santo), el cuarto en Manila (2003), el quinto en Valencia (España, 2006) y el sexto en Ciudad de México (2009).




«Señor Alcalde,
distinguidas Autoridades,
venerados hermanos en el Episcopado y en el sacerdocio.

»¡Queridos hermanos y hermanas de la Archidiócesis de Milán!

»Saludo cordialmente a todos los aquí reunidos tan numerosamente, así como a cuantos siguen este evento a través de la radio o la televisión. ¡Gracias por su calurosa acogida! Agradezco al señor alcalde las corteses palabras de bienvenida que me ha dirigido en nombre de la comunidad cívica. Saludo con deferencia al representante del gobierno, al presidente de la Región, al presidente de la Provincia, así como a los demás representantes de las instituciones civiles y militares, y expreso mi aprecio por la colaboración brindada para la realización de los diversos momentos de esta visita.

»Estoy feliz de estar hoy entre ustedes y agradezco a Dios, que me ofrece la oportunidad de visitar su ilustre ciudad. Mi primer encuentro con los milaneses se realiza en esta Plaza de la Catedral, corazón de Milán, donde surge el imponente monumento símbolo de la ciudad. Con su selva de agujas invita a mirar hacia lo alto, a Dios. Justamente tal impulso hacia el cielo siempre caracterizó Milán y le ha permitido a lo largo de los tiempo responder fructíferamente a su vocación: ser un cruce de caminos – Mediolanum – de pueblos y de culturas. La ciudad ha sabido de esta forma conjugar sabiamente el orgullo por la propia identidad con la capacidad de acoger toda contribución positiva que le venía ofrecido en el transcurso de la historia. También hoy, Milán está llamada a redescubrir este su papel positivo de mensajero de desarrollo y de paz para toda Italia. Dirijo mi agradecimiento cordial al pastor de esta Archidiócesis, el cardenal Angelo Scola, por el recibimiento y las palabras que me ha dirigido a nombre de la entera Comunidad diocesana; con él saludo a los obispos auxiliares y a quienes lo han precedido en esta gloriosa y antigua cátedra, el cardenal Dionigi Tettamanzi y el cardenal Carlo María Martini.

»Dirijo un saludo particular a los representantes de las familias --provenientes de todo el mundo- que participan del VII Encuentro Mundial. Dirijo un afectuoso pensamiento a cuantos tienen necesidad de ayuda y de consuelo, y se encuentran afligidos por varias preocupaciones: a las personas solas o en dificultad, a los desocupados, a los enfermos, a los encarcelados, a cuantos están privados de una casa o de lo indispensable para vivir una vida digna. Que no falte a ninguno de estos nuestros hermanos y hermanas el interés solidario y constante de la colectividad. Con este motivo, me complazco de todo cuanto la Diócesis de Milán ha hecho y continúa haciendo para ir concretamente en ayuda a las necesidades de las familias más golpeadas por la crisis económico-financiera, y por haberse de inmediato puesto en acción, junto a la entera Iglesia y sociedad civil en Italia, para socorrer a las poblaciones victimas del terremoto de Emilia Romagna, que están en nuestros corazones y nuestra oración y por las cuales invito, una vez más, a una generosa solidaridad.

»El VII Encuentro Mundial de las Familias me ofrece la grata ocasión de visitar su ciudad y de renovar los lazos estrechos y constantes que unen la comunidad ambrosiana con la Iglesia de Roma y al Sucesor de Pedro. Como es sabido, san Ambrosio provenía de una familia romana y mantuvo siempre viva su unión con la Ciudad Eterna y con la Iglesia de Roma, manifestando y elogiando el primado del Obispo que la preside. En Pedro –afirma- «está el fundamento de la Iglesia y el magisterio de la disciplina» (De virginitate, 16, 105); y también en la conocida declaración: «Donde está Pedro, allí está la Iglesia» (Explanatio Psalmi 40, 30, 5). La sabiduría pastoral y el magisterio de Ambrosio sobre la ortodoxia de la fe y sobre la vida cristiana dejarán una huella indeleble en la Iglesia universal y, en particular, marcarán a la Iglesia de Milán, que jamás ha dejado de cultivar la memoria y de conservar su espíritu. La Iglesia ambrosiana, custodiando las prerrogativas de su rito y las expresiones propias de la única fe, está llamada a vivir en plenitud la catolicidad de la Iglesia una, a testimoniarla y a contribuir a enriquecerla.

»El profundo sentido eclesial y el sincero afecto de comunión con el Sucesor de Pedro, forman parte de la riqueza y de la identidad de su Iglesia a largo todo su camino, y se manifiestan en modo luminoso en las figuras de los grandes Pastores que la han guiado. En primer lugar san Carlos Borromeo: hijo de su tierra. Él fue, como decía el Siervo de Dios Pablo VI, “un forjador de la conciencia y de la costumbre del pueblo” (Discorso ai Milanesi, 18 marzo 1968); y lo fue sobre todo con la aplicación amplia, tenaz y rigurosa de las reformas tridentinas, con la creación de instituciones renovadoras, a comenzar de los Seminarios, y con su ilimitada caridad pastoral radicada en una profunda unión con Dios, acompañada de una ejemplar austeridad de vida. Junto con los santos Ambrosio y Carlos, deseo recordar otros excelentes Pastores más cercanos a nosotros, que han embellecido con la santidad y la doctrina de la Iglesia de Milán: el beato Cardenal Andrés Carlos Ferrari, apóstol de la catequesis y de los oradores y promotor de la renovación social en sentido cristiano; el beato Alfredo Ildefonso Schuster, el “Cardenal de la oración”, pastor incansable, hasta la consumación total de sí mismo por sus fieles. Además, deseo recordar a dos arzobispos de Milán que devinieron pontífices: Aquiles Ratti, papa Pío XI; a su determinación se debe la positiva conclusión de la “Questione Romana” y la constitución del Estado de la Ciudad del Vaticano; y el siervo de Dios Juan Bautista Montini; Pablo VI, bueno y sabio, que, con mano experta, supo guiar y llevar a un feliz resultado el Concilio Vaticano II. En la Iglesia ambrosiana maduraron además algunos frutos espirituales particularmente significativos para nuestro tiempo. Entre todos quiero hoy recordar, precisamente pensando en las familias, a santa Gianna Beretta Molla, esposa y madre, mujer comprometida en el ámbito eclesial y civil, que hizo resplandecer la belleza y la alegría de la fe, de la esperanza y de la caridad.

»Queridos amigos, su historia es riquísima de cultura y de fe. Tal riqueza ha vivificado el arte, la música, la literatura, la cultura, la industria, la política, el deporte, las iniciativas de solidaridad de Milán y de toda la Archidiócesis. Toca ahora a ustedes, herederos de un glorioso pasado y de un patrimonio espiritual de inestimable valor, comprometerse para transmitir a las generaciones futuras la llama de una tan luminosa tradición. Ustedes bien saben cuánto sea urgente introducir en el actual contexto cultural la levadura evangélica.

»La fe en Jesucristo, muerto y resucitado por nosotros, vivo entre nosotros, debe animar a todo el tejido de la vida, personal y comunitaria, privada y pública, de modo de poder consentir un estable y auténtico “bienestar”, a partir de la familia, que va redescubierta cual patrimonio principal de la humanidad, coeficiente y signo de una verdadera y estable cultura a favor del hombre. La singular identidad de Milán no debe aislarla ni separarla encerrándola en si misma. Al contrario, conservando la savia de sus raíces y los rasgos característicos de su historia, ella está llamada a mirar al futuro con esperanza, cultivando un vínculo íntimo y propulsor con la vida de toda Italia y de Europa. En la clara distinción de los papeles y de las finalidades, la Milán positivamente “laica” y Milán de la fe son llamadas a concurrir al bien común.

»Queridos hermanos y hermanas, ¡gracias de nuevo por su acogida! Los confío a la protección de la Virgen María, que desde la más alta aguja de la Catedral vela maternalmente día y noche sobre esta Ciudad. A todos ustedes que estrecho en un gran abrazo, imparto mi afectuosa Bendición».

Traducción del italiano: Griselda Mutual, Raúl Cabrera, Radio Vaticano