Al desplazarse al santuario de La Verna para encontrarse con los hermanos menores franciscanos y las religiosas clarisas, Benedicto XVI explicó que “la humildad es la puerta de toda virtud” y “con el orgullo intelectual de la investigación encerrada en sí misma no es posible alcanzar a Dios”.
En un párrafo concluyente, recordando las palabras de San Buenaventura, advierte: “Que no crea el hombre que le bastan la lectura sin unción, la especulación sin devoción, la investigación sin admiración, la consideración sin exultación, la industria sin piedad, la ciencia sin caridad, la inteligencia sin humildad, el estudio sin la gracia divina, el espejo sin la sabiduría divinamente inspirada”.
El Papa indicó que “sólo dejándose iluminar por la luz del amor de Dios, el hombre y la naturaleza entera pueden ser rescatados, y la belleza puede finalmente reflejar el esplendor del rostro de Cristo como la luna refleja el sol”.
Inspirado por San Francisco de Asís, el Papa añadió que “no basta con declararse cristiano para ser cristiano, ni buscar simplemente cumplir las obras del bien. Sino que hace falta conformarse hacia Jesús, con un lento y progresivo compromiso de transformación del propio ser, a imagen del Señor, para que por la gracia divina, cada miembro del Cuerpo de Él que es la Iglesia, muestre la necesaria semejanza con la Cabeza, Cristo Señor”.
El Santo Padre animó a los religiosos a “hacer puente entre Dios y el hombre”, y recordó que la vida consagrada “tiene la tarea específica de testimoniar con la palabra y el ejemplo de una vida, según los consejos evangélicos, la fascinante historia de amor entre Dios y la humanidad que atraviesa la historia”.
“El amor de Dios y del prójimo continúa animando la preciosa obra de los franciscanos en vuestra comunidad eclesial. La profesión de los consejos evangélicos es un camino maestro para vivir la caridad de Cristo. Y en este lugar bendito, pido el Señor que siga enviando nuevos trabajadores a su viña”, dijo.
Benedicto XVI invitó especialmente a los jóvenes a escuchar al Señor, “para que quien sea llamado por Dios responda con generosidad y tenga el coraje de darse en la vida y el sacerdocio ministerial”.
También resaltó la contemplación de la cruz como camino hacia la santidad, y en este sentido, indicó que “la cruz gloriosa de Cristo reasume el sufrimiento del mundo, pero sobre todo es signo tangible del amor, y medida de la bondad de Dios hacia el hombre”.
“También nosotros estamos llamados a recuperar la dimensión sobrenatural de la vida, a alzar los ojos de aquello que es circunstancial para volver a confiarnos completamente al Señor, con corazón libre y en perfecta alegría, contemplando el Crucifijo para que nos hiera con su amor”, añadió.
Benedicto XVI se unió en la oración de todos los franciscanos e invitó a los religiosos a la contemplación del crucifijo. “La mente debe ir dirigida a la Pasión de Jesús”, porque “para que tenga eficacia, nuestra oración necesita lágrimas, es decir, necesita de la participación interior de nuestro amor que responde al amor de Dios”, concluyó.