La elección del cardenal Karol Wojtyla en octubre de 1978 fue una sorpresa para todo el mundo. Rompía una tradición de medio milenio de Papas italianos, que había llegado a constituir una regla no escrita de cada cónclave. Los diplomáticos, y los vaticanistas desde que existen como ámbito periodístico, circunscribían sus cábalas a las distintas posibilidades de los purpurados transalpinos, al carácter papabile de sedes como Milán, Venecia o Génova y a los cardenales de la curia.
En junio de aquel año, cuando aún vivía Pablo VI y no se esperaba el brevísimo pontificado de Juan Pablo I, el cardenal Joseph Ratzinger, a la sazón arzobispo de Múnich y teólogo de referencia en la Iglesia desde hacía años, se mostró partidario de continuar esa tradición. Fue en unas declaraciones que ha rescatado ahora la RAI, cadena de televisión pública italiana, con motivo de un especial por su octogesimoquinto cumpleaños, que celebra el próximo lunes.
"No sería favorable a un Papa no italiano", dijo entonces el futuro Papa alemán. Y aportaba una razón que tiene su peso, y es evitar que la nacionalidad de la persona condicionase su labor en el cargo. "Creo también que actualmente, considerando los sentimientos nacionalistas que continúan existiendo en la humanidad y entre los cristianos, lo más neutral sería seguir la costumbre de los siglos pasados y elegir un papa de este país, a fin de que, respetando la tradición, no confiera a su cargo un trato político o nacionalista".
También adjujo el peso "local" de la misma diócesis de Roma, dada su importancia en la Iglesia universal.
En el reportaje intervendrán diversas personas que ofrecerán su testimonio sobre Benedicto XVI, entre ellos el arzobispo de Milán, Angelo Scola, y el de Génova y presidente de la conferencia episcopal italiana, Angelo Bagnasco.