Benedicto XVI dedicó su homilía durante la solemne Vigilia Pascual del Sábado Santo, que celebró en la basílica de San Pedro, a una breve pero profunda explicación sobre el misterio del bien y del mal. El bien, asociado a la luz, la gran protagonista litúrgica de la noche, con la procesión de las candelas y el encendido del cirio pascual. El mal, asociado a la oscuridad.


"Como una señal", dijo, "el relato de la Creación empieza con la creación de la luz... ¿Qué quiere decir con esto el relato de la creación? La luz hace posible la vida. Hace posible el encuentro. Hace posible la comunicación. Hace posible el conocimiento, el acceso a la realidad, a la verdad. Y, haciendo posible el conocimiento, hace posible la libertad y el progreso. El mal se esconde. Por tanto, la luz es también una expresión del bien, que es luminosidad y crea luminosidad. Es el día en el que podemos actuar"

"El que Dios haya creado la luz", continuó Benedicto XVI, significa que "Dios creó el mundo como un espacio de conocimiento y de verdad, espacio para el encuentro y la libertad, espacio del bien y del amor. La materia prima del mundo es buena, el ser es bueno en sí mismo. Y el mal no proviene del ser, que es creado por Dios, sino que existe en virtud de la negación. Es el «no»".


Tras este sencillo párrafo de filosofía para explicar el mal como el no-ser, el Papa vinculó la luz con la fiesta que anticipaba la Vigilia, la Pascua: "En Pascua, en la mañana del primer día de la semana, Dios vuelve a decir: «Que exista la luz». Antes había venido la noche del Monte de los Olivos, el eclipse solar de la pasión y muerte de Jesús, la noche del sepulcro. Pero ahora vuelve a ser el primer día, comienza la creación totalmente nueva. «Que exista la luz», dice Dios, «y existió la luz». Jesús resucita del sepulcro".

Y eso, ¿qué significa? Que "la vida es más fuerte que la muerte. El bien es más fuerte que el mal. El amor es más fuerte que el odio. La verdad es más fuerte que la mentira". Porque "la oscuridad de los días pasados se disipa cuando Jesús resurge de la tumba y se hace Él mismo luz pura de Dios".
 
No es algo que sucediera sólo hace dos mil años: "Esto no se refiere solamente a Él, ni se refiere únicamente a la oscuridad de aquellos días. Con la resurrección de Jesús, la luz misma vuelve a ser creada. Él nos lleva a todos tras él a la vida nueva de la resurrección, y vence toda forma de oscuridad. Él es el nuevo día de Dios, que vale para todos nosotros".


El camino querido por Dios para conducirnos a esa "vida nueva" es el primero de los sacramentos: "¿Cómo puede suceder esto? ¿Cómo puede llegar todo esto a nosotros sin que se quede sólo en palabras sino que sea una realidad en la que estamos inmersos? Por el sacramento del bautismo y la profesión de la fe, el Señor ha construido un puente para nosotros, a través del cual el nuevo día viene a nosotros. En el bautismo, el Señor dice a aquel que lo recibe: Fiat lux, que exista la luz. El nuevo día, el día de la vida indestructible llega también para nosotros. Cristo nos toma de la mano. A partir de ahora él te apoyará y así entrarás en la luz, en la vida verdadera. Por eso, la Iglesia antigua ha llamado al bautismo photismos, iluminación".

Pero "la oscuridad amenaza verdaderamente al hombre porque, sí, éste puede ver y examinar las cosas tangibles, materiales, pero no a dónde va el mundo y de dónde procede. A dónde va nuestra propia vida. Qué es el bien y qué es el mal. La oscuridad acerca de Dios y sus valores son la verdadera amenaza para nuestra existencia y para el mundo en general".
 
"Si Dios y los valores, la diferencia entre el bien y el mal, permanecen en la oscuridad", dijo el Papa, "entonces todas las otras iluminaciones que nos dan un poder tan increíble, no son sólo progreso, sino que son al mismo tiempo también amenazas que nos ponen en peligro, a nosotros y al mundo".

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