El Papa celebró misa este domingo en la parroquia romana de Santa María de las Gracias, erigida canónicamente en 1985 para atender las necesidades de un barrio nuevo habitado en su mayor parte por familias jóvenes. "Lo he visto saludando a vuestros hijos", señaló: pero también recordó a los "ancianos, enfermos, personas solas y en dificultades, sin olvidar a la numerosa comunidad filipina, bien integrada y que participa activamente en los momentos fundamentales de la comunidad".
Quizá pensando en ellos, y en que el Evangelio del día invitaba a pensar en San Juan el Bautista como un verdadero heraldo del Mesías en medio de tantos falsos profetas, Benedicto XVI lanzó una clara advertencia: "Estando entre vosotros, no puedo ignorar que en vuestro territorio un gran desafío lo constituyen grupos religiosos que se presentan como depositarios de la verdad del Evangelio".
"A este respecto", señaló antes de apuntar el antídoto, "es mi deber pediros que estéis vigilantes y profundicéis en las razones de la fe y del Mensaje cristiano, tal como lo transmite con garantía de autenticidad la tradición milenaria de la Iglesia. Continuad en la obra de evangelización con la catequesis y la correcta información sobre lo que cree y anuncia la Iglesia católica. Proponed con claridad las verdades de la fe cristiana... Vivid el lenguaje, comprensible para todos, del amor y de la fraternidad, pero sin olvidar el compromiso de purificar y profundizar en la propia fe ante los peligros y las insidias que pueden amenazarla en estos tiempos".
Benedicto XVI recordó los errores contra los que clama con frecuencia: "Superad los límites del individualismo, de la cerrazón en uno mismo, la fascinación del relativismo que considera lícito cualquier comportamiento, la atradcción que ejercen formas de sentimiento religioso que se aprovechan de las necesidades y aspiraciones más profundas del alma humana, proponiendo perspectivas de satisfacción fáciles, pero ilusorias. La fe es un don de Dios, pero que exige nuestra respuesta, la decisión de seguir a Cristo no sólo cuando cura y ayuda, sino también cuando habla de amor hasta la entrega de uno mismo".
Este mensaje en que la razón y la tradición actúan como marco de la fe y de la recepción de la Palabra de Dios por parte de quien es su auténtico custodio, mensaje esencial en su Pontificado, precedió a las palabras del Angelus, ya en la Plaza de San Pedro.
Allí el Papa recordó los sentimientos que debe abrigar el cristiano durante el Adviento: "La verdadera alegría no es simple estado de ánimo pasajero, ni algo que se pueda alcanzar con los propios esfuerzos, sino un don que nace del encuentro con la persona viva de Jesús, de hacerle un hueco entre nosotros, de acoger al Espíritu Santo que guía nuestra vida".