Este primer domingo de Adviento, Benedicto XVI, desde la ventana de su despacho en el Palacio Apostólico vaticano, recitó el Ángelus con los fieles y peregrinos reunidos en la plaza de San Pedro. Antes de la oración mariana, invitó a estar vigilantes y salir del letargo porque Dios llega sin avisar.

El papa indicó que el Adviento, inicio del Año litúrgico, es “un nuevo camino de fe, a vivir juntos en las comunidades cristianas, pero también, como siempre, a recorrer dentro de la historia del mundo, para abrirla al misterio de Dios, a la salvación que viene de su amor”.

Definió este tiempo como “estupendo” y “en el que se despierta en los corazones la espera de la vuelta de Cristo”.

“¡Velad!”, dijo con el Evangelio de este domingo. “Es una llamada saludable a recordar que la vida no tiene sólo la dimensión terrena”.

Definió al hombre como “una plantita pensante”, “dotada de libertad y responsabilidad”. Citó a Isaías, el profeta del Adviento, quien dice: “Nadie invocaba tu nombre, nadie salía del letargo para adherirse a tí; porque tú nos escondías tu rostro y nos entregabas a nuestras maldades”.

El papa afirmó que el profeta parece “reflejar ciertos panoramas del mundo postmoderno: las ciudades donde la vida se hace anónima y horizontal, donde Dios parece ausente y el hombre el único amo, como si fuera él el artífice y el director de todo: construcciones, trabajo, economía, transportes, ciencias, técnica, todo parece depender sólo del hombre”.

Un panorama en el que suceden cosas chocantes “por las que pensamos que Dios pareciera haberse retirado, que nos hubiera, por así decir, abandonado a nosotros mismos”.

El Evangelio dice, recordó Benedicto XVI: “Así que velad, porque no sabéis cuándo llegará el dueño de la casa, si al atardecer o a media noche, al canto del gallo o al amanecer. No sea que llegue de improviso y os encuentre dormidos” y concluyó afirmando que el tiempo de Adviento “viene cada año a recordarnos esto para que nuestra vida reencuentre su justa orientación hacia el rostro de Dios”.