El olvido y la «lentitud burocrática vaticana» amenazan a Luciani. Que beatifiquen a Juan Pablo I, «injustamente olvidado».
«Benedicto XVI tiene el poder de impedir que se apague la luz de Albino Luciani, si canoniza a este extraordinario Pontífice», se lee en el mensaje que la prestigiosa revista neoyorkina de la Compañía de Jesús, “America”.
La mejor ocasión sería el centenario de su nacimiento (el 17 de octubre de 2012). Según los jesuitas de Estados Unidos, «la causa de canonización tendría que proceder con un ritmo más sostenido», porque «Luciani podría ofrecer una guía moral a un mundo lacerado».
Los 33 días fugaces de su pontificado «han sido eclipsados por el pontificado de Juan Pablo II, que, con sus 27 años de permanencia en el cargo registró una impresionante duración a la que hay que añadir repercusiones históricas de enorme alcance».
Sin embargo, «la longevidad de un papado no es en sí mismo un criterio de santidad», y sería erróneo concluir que Luciani no haya dejado una herencia para las generaciones del futuro. «En el arco de tan solo un mes, Juan Pablo I capturó los corazones de la gente de todo el mundo, tanto católicos como no católicos, testigos de su inesperada acogida, pero sobre todo del triunfo de su humildad –indica “America”. Muchos de nosotros habíamos reconocido intuitivamente un auténtico faro de esperanza en su sonrisa benévola, en la dulzura de sus modales y en la compasión que era el eje de sus discursos públicos».
Por ello, «sería una pérdida incalculable para los de la generación actual, así como para el futuro, que su memoria corra el riesgo de desaparecer en el olvido».
La beatificación sería de esta forma un instrumento de la memoria. «Un meteorito es espectacular en su momento glorioso, pero no deja una huella de su presencia luminosa al alejarse de nuestra vista», se lee en “America”, que indica la velocidad con la que fue elevado a los altares Karol Wojtyla.
«Benedicto XVI proclamó beato a Juan Pablo II, una piedra de toque en el camino del papa hacia la santidad. La velocidad con la que procedió la causa de la canonización de Karol Wojtyla es muy singular.
Según las normas de la Iglesia, el proceso no puede iniciar hasta que no hayan pasado 5 años de la muerte del candidato, pero, en este caso, Benedicto XVI decidió renunciar a esta norma». No sucedió lo mismo con Albino Luciani, cuya causa, que empezó hace ocho años, procede lentamente y se está empantanando en el laberinto de la burocracia vaticana, tanto que su conclusión definitiva todavía es dudosa».
Además, «para todos aquellos que volvieron a encender su fe gracias al Papa sereno, la incertidumbre actual alrededor de su canonización es verdaderamente desilusionante».
La vida de Albino Luciani, de hecho, «fue tan ejemplar, que podría inspirar de nuevo a un mundo cansado y cínico, al lado de un deseo de “dones más grandes” y de “un mundo más excelente”».
Pontificado fugaz, pero no efímero. «Pasó como un meteorito que ilumina imporvisamente el cielo y después desaparece, dejándonos asombrados y atónitos», observó el cardenal Carlo Confalonieri durante la misa fúnebre del Papa Luciani en 1978.
En septiembre de 2008, Benedicto XVI expresó toda su admiración por Albino Luciani. «Juan Pablo I –recordó Joseph Ratzinger– eligió como lema episcopal el mismo de san Carlo Borromeo: “Humilitas”. Una sola palabra que sintetiza la esencia de la vida cristiana y que indica la virtud indispensable de quien, en la Iglesia, está llamado al servicio de la autoridad».
Y añadió Benedicto XVI: «En una de las cuatro audiencias generales de su brevísimo pontificado dijo, entre otras cosas, con ese tono familiar que lo caracterizaba: “Me limito a recomendar una virtud, muy apreciada por el Señor: dijo: aprended de mí, que soy templado y humilde de corazón. Aunque hayáis hecho grandes cosas, decid: somos siervos inútiles».
Y observó: “en cambio, la tendencia en todos nosotros es más bien el contrario: hacerse notar”». Por ello, «la humildad puede ser considerada su testamento espiritual», sostuvo Joseph Ratzinger.
Y con los mismos tonos, “America” emprende su campañapara elevar a los honores de los altares a Albino Luciani.
«Juan Pablo I había elegido la expresión “Humilitas” como su lema episcopal, una elección apropiada para un príncipe de la iglesia que afirmaba con convicción: “Debemos sentirnos pequeños ante Dios”, y se consideraba “pobre polvo”. Y vivió fielmente con esta convicción, describiéndose públicamente como “un pobre acostumbrado a las pequeñas cosas y al silencio».