El Papa Benedicto XVI celebró un emotivo encuentro con jóvenes parejas de novios en la Piazza del Plebiscito de Ancona, con ocasión de su visita pastoral a esta ciudad italiana para clausurar el 25º Congreso Eucarístico Nacional.
El Papa mantuvo este encuentro inmediatamente después de otro en la catedral con familias y sacerdotes, en el que el Pontífice había hablado largo rato de la importancia de la familia y del matrimonio dentro de la Iglesia.
Al dirigirse a los novios, tras escuchar el testimonio de una pareja, Benedicto XVI les invitó a considerar el tiempo de noviazgo como “un itinerario de fe” y a no tener miedo de asumir las responsabilidades que implica el matrimonio cristiano.
El Papa expresó su alegría de concluir con este encuentro con los novios, con el tema “Te desposaré” (Os 2,22), la jornada, “casi como queriendo confiar la herencia de este acontecimiento de gracia a vuestras jóvenes vidas”.
“Por lo demás, la Eucaristía, don de Cristo para la salvación del mundo, indica y contiene el horizonte más verdadero de la experiencia que estáis viviendo: el amor de Cristo como plenitud del amor humano”, dijo a los jóvenes.
En este sentido, les recordó que “la experiencia del amor tiene dentro de sí la tensión hacia Dios” y les exhortó a hacer del tiempo de preparación al matrimonio “un itinerario de fe”.
“Redescubrid para vuestra vida de pareja la centralidad de Jesucristo y del caminar en la Iglesia”, les dijo. “No descuidéis la importancia vital de este encuentro”; “de la Eucaristía brota el sentido cristiano de la existencia y una forma nueva de vivir ”.
“No tendréis, entonces, miedo de asumir la comprometida responsabilidad de la elección conyugal; no temeréis entrar en este "gran misterio", en el que dos personas se hacen una sola carne”.
El Papa reconoció que “en ciertos aspectos, el nuestro es un tiempo no fácil, sobre todo para vosotros los jóvenes”.
“La mesa está repleta de muchas cosas deliciosas, pero, como en el episodio evangélico de las bodas de Caná, parece que haya faltado el vino de la fiesta”, afirmó.
El Papa constató que “sobre todo, la dificultad de encontrar un trabajo estable extiende un velo de incertidumbre sobre el futuro. Esta condición contribuye a dejar para más adelante la asunción de decisiones definitivas, e incide en modo negativo sobre el crecimiento de la sociedad, que no consigue valorar plenamente la riqueza de energías, de competencias y de creatividad de vuestra generación”.
“Falta el vino de la fiesta también a una cultura que tiende a prescindir de claros criterios morales”, en el que a menudo parece prevalecer “la aparente exaltación del cuerpo, que en realidad banaliza la sexualidad y tiende a hacerla vivir fuera de un contexto de comunión de vida y de amor”, prosiguió.
En este contexto, el Pontífice exhortó a los jóvenes a no perder la esperanza y a no tener miedo de afrontar los desafíos presentes en una relación seria y duradera.
“Tened valor, también en las dificultades, permaneciendo firmes en la fe. Estad seguros de que, en toda circunstancia, sois amados y custodiados por el amor de Dios, que es nuestra fuerza”, les exhortó.
Benedicto XVI recordó a los jóvenes que el noviazgo representa “etapa única, que abre a la maravilla del encuentro y que hace descubrir la belleza de existir y de ser preciosos para alguien”.
“Todo amor humano es signo del Amor eterno que nos ha creado, y cuya gracia santifica la decisión de un hombre y de una mujer de entregarse recíprocamente la vida en el matrimonio”, indicó, instándoles a vivir el noviazgo “en la espera confiada de este don”.
“Solo con esta condición el lenguaje del amor será siendo significativo también con el paso de los años”, comentó.
Por ello, el Papa afirmó que la convivencia prematrimonial “no es una garantía para el futuro”: “Quemar etapas acaba por ´quemar´ el amor, que el cambio necesita respetar los tiempos y la gradualidad en las expresiones; necesita dar espacio a Cristo, que es capaz de hacer un amor humano fiel, feliz e indisoluble”.
Igualmente, pidió a los jóvenes que se eduquen “en la libertad de la fidelidad, que lleva a custodiarse mutuamente, hasta vivir el uno para el otro”.
“Preparaos para elegir con convicción el "para siempre" que distingue al amor: la indisolubilidad, antes que una condición, es un don que debe desearse, pedirse y vivirse, más allá de cualquier situación humana cambiante”. Esta fidelidad les hará “capaces también de estar abiertos a la vida y de ser padres”.
Los novios, les recomendó por último, no deben cerrarse en “relaciones intimistas, falsamente tranquilizadoras” sino que su relación debe “convertirse en levadura de una presencia activa y responsable en la comunidad”.
"Fidelidad, indisolubilidad y transmisión de la vida son los pilares de toda familia, verdadero bien común, patrimonio precioso para toda la sociedad. Desde ahora, fundad sobre ellos vuestro camino hacia el matrimonio y dad testimonio de él también a vuestros coetáneos: ¡es un servicio precioso!”, concluyó”.